
La unificación de la casta imaginaria
“¿Qué hicimos mal, decime, Rocamora, para que un pajarraco semejante nos humille a diario?”.
“¿Qué hicimos mal, decime, Rocamora, para que un pajarraco semejante nos humille a diario?”.
O solo se propone, acaso, denunciarlos. Enunciarlos. Para polemizar con su impotencia. Con la esperanza lícita de ser expulsado rápidamente.
Milei volvió empoderado de Italia. Con prepotencia de campaña.
Disfruta con énfasis de los minutos de popularidad.
El voluntarismo amateur complementa la ejemplar destreza para el desconocimiento y la improvisación.
Milei atraviesa una suerte de corredor de la muerte. Plagado de accidentes naturalmente geográficos.
Lejos de superar la grieta, las propuestas “innovadoras” las profundizan. Efecto del Decreto y de la Ley Ómnibus de Sturzenegger.
Volvió la relación conflictiva Nación/Provincia Inviable. Las imposturas neoliberales de Milei confrontan con las reivindicaciones del estatismo eficiente de Kicillof.
Un ensayo desangelado de orquesta autoritaria que admite la opaca cotidianeidad del show eterno.
Lo que se venía era otra elección. Diferente. Por los cargos y cajas. Turno de los descalificados aparatos y estructuras.
El único riesgo es que, en seis meses, acaso en un año, se produzca la reivindicación moral de Alberto Fernández.
El escenario depara entonces el destino sombrío para Juntos. La alianza de cristal que tenía el poder en el bolso.
Legitima y explica la centralidad estable de Milei, que se come a Juntos. Tampoco evita la proyección milagrosa de Massa.
Milei es el favorito. La afectada es Patricia. Y se espera el milagro de Sergio.
Habrá que prepararse entonces para asistir al duelo de los discípulos indirectos de Cavallo.