The Servilleta’s War
Se asiste al tramo más riesgoso del conflicto inquietante. Comienza a instalarse, mediáticamente, como La Guerra de los Servicios.
Se asiste al tramo más riesgoso del conflicto inquietante. Comienza a instalarse, mediáticamente, como La Guerra de los Servicios.
¿Aportó el general Milani, en su expreso colaboracionismo, la suficiente información al CELS, para purificarse?
En setenta años de historia, el peronismo apenas tuvo tres jefes. Y dos poleas de transmisión.
A los efectos de intensificar la agonía largamente anunciada del kirchner-cristinismo.
“Vos no querés acordar, lo que querés es romper”, le dijo Mauricio Macri, El Niño Cincuentón, a Francisco De Narváez,
Ocho Gerentes fueron oportunamente renunciados en Enarsa, la empresa estatal-artificial que merece ponerse de moda.
“LAN no piensa en irse de Argentina, la instrucción de Santiago es arreglar, como sea”, confirma la Garganta.
Una sucesión de balances apresurados se trata de legitimar a través de la frialdad inapelable del calendario.
Avanzan. No los detiene ni la realidad. Avanzan aunque parezcan situarse al borde del abismo. Aguantan y siguen.
“A Espinosa, cuando llegó Carbajales, en noviembre de 2011, se le vino la noche”, confirma la Garganta.
La epidemia de decencia, desatada desde el Norte, se dirige nomás hacia el Sur.
Después de todo el trotskismo es un fenómeno más literario que revolucionario.
Minoritaria y vengativa, la izquierda vuelve a imponer, a la sociedad rehén, sus códigos.
La plácida versión de la historia,
“El radicalismo se terminó, como partido, cuando comenzó a peronizarse”, confirma el especialista. Un radical NYC, de apellido fundacional.