
El milagro de ser peronista con este peronismo
Lo que fue el Movimiento quedó reducido a la nostalgia involuntaria de la ideología.
Lo que fue el Movimiento quedó reducido a la nostalgia involuntaria de la ideología.
Y al final chorizos. Alberto no cambia nada, pedalea a los Espartacos y se desquita ante un churrasco a caballo.
En el país del federalismo falso, los gobernadores se fastidian. Por la centralidad absorbente de Buenos Aires.
Con la peste le fue mal. Con la cuarentena, peor. No sorprende el despelote del plan vacunatorio. O su falta.
De la Casa Rosada se sale, en general, para sortear el riesgo de la cárcel.
Alberto no es partidario de liberar, ni oficialmente de indultar. Opta por hacer la plancha.
A medida que La Doctora extiende su poder, la oposición más dura sigue la agenda de la reconocida oposición mediática.
Con la cesión del rango, La Doctora queda estampada como la lideresa de la Revolución Imaginaria.
“A gobernar que se acaba el mundo”. Es el mensaje para el jefe de gabinete con rango de presidente.
Los gobernadores también lo empoderan. Con la tecnología del silencio. Estampados en la pared.
Un conjunto de tomas, de cepos, decretos y manotazos signan un gobierno descontrolado que puede estrellarse.
Lo que fue talentoso para la campaña resultó trágico para gobernar.
La sociedad, ansiosa por saber hasta cuándo deben fumarse la permanencia del Estado Policial (pero con una Causa Noble).
La cruzada sanitaria y malvinera para enfrentar al enemigo invisible. ¿Quién iba a ponerse en contra?