
Ascochinga en Olivos
Hasta convertirse en otra paciente de la clínica de Favaloro, La Doctora movilizaba una epopeya tan explícita como memorable.
Hasta convertirse en otra paciente de la clínica de Favaloro, La Doctora movilizaba una epopeya tan explícita como memorable.
Los aprietes -suplicantes, altivos y casi desesperados- se agudizaron, según nuestras fuentes, en las últimas dos semanas.
De confirmarse lo que trasciende, La Doctora tampoco podrá presentar el pliego después de las catastróficas elecciones de octubre.
La Doctora no puede explicar la admirable construcción del poder kirchnerista, menos puede interpretar, entonces, la abrupta declinación del cristinismo.
Con suficientes actores de reparto. Podrán lucirse, incluso, con alguna aparición tangencial.
La Doctora dejó de ser la solución. Es el problema.
¿Habrán quedado registradas las imágenes de El Descuidista junto a El Monotributista Consagrado?
Admirablemente, entre la derrota eufórica, La Doctora pone el rostro. Pero lo pone mal.
"Los ministros no van a obstaculizar sus tareas", les dijo La Doctora, separadamente.
Mientras tanto, la civilización kirchner-cristinista paulatinamente se extingue.
Se asiste al tramo más riesgoso del conflicto inquietante. Comienza a instalarse, mediáticamente, como La Guerra de los Servicios.
¿Aportó el general Milani, en su expreso colaboracionismo, la suficiente información al CELS, para purificarse?
En setenta años de historia, el peronismo apenas tuvo tres jefes. Y dos poleas de transmisión.
A los efectos de intensificar la agonía largamente anunciada del kirchner-cristinismo.