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El «Lázaro Costa» del Peronismo

Trofeo que se disputan, en Santa Fe, Bielsa, Reutemann y el gobernador Obeid.

Osiris Alonso DAmomio - 4 de septiembre 2007

Consultora Oxímoron

El Lazaro Costa del peronismopor Osiris Alonso D’Amomio
de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital

Merecidamente, el socialismo ganó la batalla electoral de Santa Fe. Aplausos y reverencias. Sin embargo el triunfo socialista ocurrió bastante antes del «domingo histórico». El que celebra, saludablemente, el súbito progresismo del diario «La Nación».
Para ser exactos, el socialismo ganó en noviembre del 2004.
Cuando, entre tantas innovaciones destinadas a captar la simpatía de los «independientes», el peronismo culposo decidió apostar, activamente, por su autoaniquilación.
O peor aún, por los beneficios candorosos de su transitoria sepultura. Para impulsar la derogación de aquella recursiva Ley de Lemas. La cual, precisamente, al peronismo lo sostenía.

Lemas devaluados

Un efectivo sistema de organización electoral que alcanzó, en Santa Fe, el grado degenerativo de patología. Hasta derivar en la rotación de una Cooperativa que le garantizaba, a pesar del canibalismo interno, «la continuidad» readaptable de la superstición peronista.
Con el recurso surtido de las diversas proposiciones de cada partido, la Ley de Lemas solía presentar, en Santa Fe, las ventajas del protagonismo para varios exponentes. Aunque no contaran, para proyectarse, con la pre-potencia de ningún aparato. En cierto modo, la Ley de Lemas garantizaba también la ilusión de hacer política con ideas y sin dinero.
Hasta que desaparecieron, conjuntamente con los billetes, las ideas.
Después de todo, igual se favorecía al candidato más votado, aunque se le sumaban las ofertas, saldos de colección, de los conmilitones que se anotaban.
La metodología resultaba ideal. A los efectos de atenuar, ante todo, las consecuencias prácticas de la fragmentación irremediable que ocasiona la feroz carencia de liderazgos. Un vacío, en todo caso, multipartidario. Que la llegada elemental de Binner, con su aspecto nostálgico de Robert Mitchum, «viene a llenar».
El amontonamiento de candidatos presentaba, con los sublemas, el riesgo de favorecer, a la hora del recuento, al candidato que internamente se detestaba. Circunstancia cotidiana en la superstición del peronismo habituado a proponerse como sinónimo de sistema político. Al menos, hasta la irrupción sorprendente de Binner, con sus monosílabos y previsibilidades del gestor equilibradamente confeccionado.

Necrológica

Afirmar, por lo tanto, que el socialismo ganó Santa Fe en noviembre del 2004, induce a sostener que Rafael Bielsa, alias El Pavo Real, se excede en su apasionante vocación para la derrota.
En realidad, Bielsa sólo pudo colocar su rostro, soberbiamente altivo, para la necrológica. La crónica fúnebre estaba, en el fondo, escrita antes de ser anunciada. Sólo faltaba la notificación de la cochería.
Con su inagotable generosidad para la egolatría, Bielsa se autoatribuye, con el dramatismo ejemplar del caballero, una derrota literaria que, para colmo, no le pertenece. Al menos en su totalidad.
Pobre Rafael. Después de tantas campañas ni siquiera es el propietario responsable de su declinación.
¡Y con lo que se preparó Bielsa para la estricta ceremonia del fracaso!

Meritorios

Tiene más méritos, para adjudicarse la derrota, el gobernador Obeid.
El gobernador saliente despunta, con cucardas más intensas que las de Bielsa, para convertirse en el auténtico Lázaro Costa del peronismo santafesino.
Porque Obeid, en un arrebato de democratismo acelerado, impulsó lícitamente la derogación de aquella Ley de Lemas. Conste que era la ley que le había permitido, paradójicamente, alcanzar, por definitiva vez, la gobernación.
Téngase en cuenta que el Paisano Obeid fue el último peronista favorecido por la Ley que decidió derogar, en una percepción discutible de la transparencia democrática.
Se comportó con la ética del náufrago que, después de cruzar el río inclinado, decide quemar la canoa, y hundir, simultáneamente, los remos.

Ilusión de abuelas dulces

Para dilatar la irrupción del previsible Hermes Binner durante cuatro años, en aquel 2003 Obeid se aferró a la suerte de sumar los votos obtenidos, para las agonías de su partido justicialista, por otras ofertas de las mesas de saldos.
Sobre todo por los sublemas que presentaban Hammerly y Cavallero.
Hammerly era el referente del otro personaje invalorable que también puede disputarle, tanto a Obeid como a Bielsa, la ansiada condecoración de «El Lázaro Costa del peronismo».
Es Carlos Reutemann.
Aquel romántico querubín supo ilusionar a demasiadas abuelas dulces que lo querían para la banda. Y con la banda.
El Lole Reutemann dejaba pasar, por si no bastara, la oportunidad de convertirse, sin ir más lejos, en el presidente de la república. Por algo malo que el pobrecito, supuestamente, había visto. Y que prometió contárselo, alguna vez, al cronista, al que telefonea cada vez que lo menciona. Y que se encuentra convertido en un insolente autor de necrológicas.

Logia de los Segundones

En definitiva, en el 2003 Reutemann decidía rechazar aquel ofrecimiento de Duhalde.
En adelante, apesadumbrado, Reutemann desistiría hasta de presentarse, aunque más no fuera, para gobernador de Santa Fe. Aunque fuera el único ser medianamente presentable de la comarca que podía evitar la irrupción prolija del señor Binner. El socialista que aportaba su triste aspecto de Robert Mitchum. Y su rescatable tendencia hacia la racionalidad, a pesar de la alianza con los delirios autorreferenciales que encarna la señora Carrió.
Conste que Duhalde, el presidente interino, había inaugurado la moda presidencial del acceso al poder de los números dos.
Más conocida, por la posteridad, como «La Logia de los Segundones».
Duhalde había salido segundo contra De la Rúa, en el 99. Para convertirse, dos años después, en el Uno. Sin embargo para el 2003 Duhalde buscaba, en el desorden programado de su retirada, alguien confiable al que entregarle, en bandeja, el poder. El que decidía negarle, vengativamente, a Menem. Aunque Menem resultaría, ingenuamente, el condecorado con la inutilidad del Uno, en aquel 2003 de trascendencia olvidable.
Al final, aquel regalito que no aceptó Reutemann, se lo quedó Kirchner.
Porque Kirchner presentaba el gigantesco mérito de ser un desconocido. Y se las ingeniaría para salir segundo. Aunque para hacerse pronto cargo del primero. E intentar, en adelante, que la Logia de los Segundones se autoaniquile en el cercano octubre del 2007.

Osiris Alonso D’Amomio
osiris@jorgeasisdigital.com
para JorgeAsisDigital

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