Estadista de suerte
La gran ventaja de tener al kirchnerismo en contra.
Cartas al Tío Plinio
Tío Plinio querido,
Pese a la mala praxis, Macri -Presidente del Tercer Gobierno Radical-, es un estadista de suerte.
Pudo demostrarlo durante la presidencia de Boca. Y en la alcaldía del Artificio Autónomo.
Basta con confiar entonces en su buena estrella para encarrilar la Nación. Para que pase definitivamente al bronce, desde la plata (cliquear).
Cuenta con la formidable fortuna de tener, como principal oposición, al kirchnerismo. En su versión cristinista, amenaza folklóricamente a la sociedad con el estigma del regreso.
Gracias a la resistente frontalidad del kirchnerismo acosado aún puede simularse la proverbial ineptitud. La marcha ejemplar hacia ninguna parte (leer «Entre la insustancialidad y la patología», cliquear).
Evoca el título de la novela clásica de Eugenio Cambaceres.
«Sin rumbo».
Salvación externa
La agenda externa, tío Plinio querido, salva con frecuencia al Estadista de Suerte.
Adentro no acierta una. Pero brota felizmente la cara positiva del poliedro (cliquear), para rescatarlo.
La cara positiva del «afuera» no alcanza para darle forma a la cara negativa del «adentro».
Pronto el Estadista de Suerte podrá darse otro reconfortante chapuzón de prestigio. De respetabilidad geopolítica. En la reunión del G-20, en Hanghzou, China.
Entre los grandes líderes mundiales, Macri está de moda. Excelente producto, sobria presentación.
Aunque los embajadores de aquellos líderes, en sus informes respectivos, detallan, desde aquí, las contradicciones. Con los datos duros que no corresponde reiterar.
El cretino individualista que critique siente la inmediata frialdad colectiva.
Las interpretaciones que circulen deben ser -todas- efectivamente auspiciosas. Optimistas. Como los números de las encuestas que le llevan. Contienen la imagen tan alta como la fe pública.
Pese a los «palos en la rueda» que suelen ponerle los kirchneristas conjurados. O a la «mala onda» del AsísDigital.
«Rocamora no nos quiere», se quejan. Pucheritos.
El desgaste
Pero el Estadista de Suerte es lo suficientemente inteligente, tío Plinio querido, como para tomar consciencia del severo desgaste. Lo peor: innecesario.
Por haber pretendido conseguir el fallo favorable de la Corte. Sobre la nimiedad de las tarifas.
Una dicha que el país no padezca una guerra. Como la que tratan de superar en Colombia con el acuerdo de paz. O que aquí ya no se ejecuten militares, como en el inquietante Paraguay. O que no se linchen ministros en la montaña, como en la trágica Bolivia que colgó a Villarroel. O no se consolide ningún «golpe democrático», como en Brasil.
Nuestro drama insoluble, tío Plinio querido, es la facturación del gas.
Al saberse rodeado de inútiles importantes que sirven para elogiarlo, el Presidente ansioso, casi desesperado, se dedicó a tramitar, tío Plinio querido, la persuasión de los ministros decanos.
A través de algunos gobernadores, la gran mayoría alquilados. Caros, pero cumplidores. Predispuestos. Como innumerables voluntarios habilitados que persisten en la etapa de los méritos.
Sin embargo extrañó que el Presidente, en su desborde, contactara también periodistas superiores, que ejercitan el off the record. Colegas que mantienen sólidos vínculos personales, o siquiera superficiales, con los ministros decanos.
Insólitamente el Presidente les pidió a los periodistas, tío Plinio querido, que intercedieran ante tal ministro decano. Para lograr que votaran de acuerdo a la conveniencia del TGR.
Un colega superior, de los que aún suelen alarmarse por cuestiones de la identidad, confesó, tío Plinio querido, su desconcierto, en plena sesión de terapia.
Angustiado por el pedido, le preguntó a su analista, para colmo lacaniano:
«¿Tan en banda está el Presidente, doctor, para tener que pedirme a mí que vaya a hablar con Lorenzetti? ¿A mí? ¿Quién soy yo? Dígame, doctor, ¿quién…?
En cambio otro colega menos psicoanalizado, pero también epigonal del maestro Bernardo Neustadt, aceptó presionar, aunque amistosamente, al doctor Horacio Rosatti.
Pobre. Por nuevito Rosatti fue el más presionado de los cuatro ministros decanos.
Es que a los otros tres, tío Plinio querido, después de los años de kirchnerismo, ya no puede apretarlos nadie. Sobrevivientes airosos de apretadas precarias.
Es que el doctor Lorenzetti, como el doctor Maqueda y la señora doctora Highton, mantienen blindado el aparato digestivo. Ni siquiera se enternecen ante los pedidos de audiencia de los mensajeros personales del Presidente. Vocacionales Miguel Strogoff. Mensajeros de Su Majestad, al que «giraban a discreción».
Por el patriótico desgaste, el Presidente reclamaba piedad. Sobre todo cuando otro sensible gobernador pidió disculpas, primero, por el atrevimiento de interceder. Para disculparse después por pedir el favor del fallo. Al confesar, en confianza, que dependía del dinero que le suministraban desde el poder central.
Cuentan que el ministro decano evocó la peripecia del tango Muchacho: «Pues todo lo has conseguido pagando como un…».
Novatadas
Pero con el novato Rosatti se pasaron, tío Plinio querido, de rosca. Por los altibajos emocionales del ministro decano, casi logran doblarlo.
Con decirle que lo presionaron fraternalmente con el riesgo de que se le reabra la vieja causa. El entrevero judicial con el juez Bonadío, declarado patrimonio mundial de la humanidad.
Sepa que el doctor Bonadío mantiene el estigma atractivo del personaje de Raymond Chandler.
Por aquel cruce recíproco de denuncias entre Rosatti y Bonadío. Cuando se alternaban las competencias hasta mezclarse.
Por irregularidades en la investigación del atentado a la Amia, cuando el funcionario era Bonadío y el que denunciaba era Rosatti.
O por la réplica viril de Bonadío sobre las irregularidades relativas a la construcción de cárceles, cuando Rosatti era el Ministro de Justicia de Kirchner.
La basura implicaba reabrir aquel episodio que, después de los pases de verónica de la Cámara, fue anulado por el juez Rafecas, el que también, en estado de sospecha, mantiene siempre el encanto del enigma.
Pero consta que el flamante ministro decano, tío Plinio querido, no se dejó apretar.
De todos modos, para aliviar al Estadista de Suerte, ahí siempre está el kirchnerismo. Reducido y arrinconado.
Con los «palos en la rueda», el kirchnerismo obstruye el carromato en marcha hacia ninguna parte.
Téngase en cuenta que los dramáticos kirchneristas toman con estricta seriedad al Tercer Gobierno Radical.
Crece entonces la misericordia colectiva cuando, en defensa propia, pregonan que el TGR llegó para acabar con las conquistas sociales. Con los «doce años de logros». Con la Revolución Imaginaria.
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