El mito del cuarto hombre
Facundo Manes y la construcción de liderazgo en el radicalismo.
Consultora Oxímoron
sobre informe de Consultora Oximoron
Redacción final de Carolina Mantegari
especial para JorgeAsisDigital
Introducción
La esperanza que aparezca otro
Para Sergio, Mauricio y Daniel (cliquear), los tres protagonistas de la consagrada miniserie, la campaña electoral es extenuante. Por lo permanente.
El cansancio de los principales actores de la pantalla (cliquear) conecta con la fatiga de la sociedad, que necesita, por desgaste natural, de flamantes incentivos para consumir.
Emerge entonces el mito del cuarto hombre. Instaurado por quienes aún no se resignan a elegir entre estos tres héroes, que se preparan para un angustioso final de bandera verde.
Los que no se resignan mantienen la secreta esperanza que aparezca otro.
El último Informe Oximoron constata que el cuarto hombre del mito no es tampoco ninguno de los otros participantes. Los que «siguen participando», y tratan de colarse, con variadas morisquetas, en el centro de la pantalla. La que hoy aloja, con exclusividad, a los actores de la exitosa miniserie.
Significa confirmar que el mito del cuarto hombre hoy lo sobrepasa a Julio Cleto, a don Hermes, a José Manuel, como así también a Ernesto o Elisa.
Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron
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Esperar a Casey Wander
Por el lado del gobierno la única revelación, hasta el cierre del despacho, es Casey Wander. Pero se lo debe esperar durante no menos de tres décadas.
Salvo Florencio, que puede hacer un poco de fuerza en la interna que legitima, ninguno de los otros aspirantes le disputa la trajinada candidatura a Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol.
Y Florencio (Randazzo, El Loco de La Florería), comparte con Daniel el rencor que le dispensa también La Doctora, a quien se le reserva el rol estrafalario de Jefa. Aunque la pobre, al clausurarse estas líneas, se encuentre en discutibles condiciones físicas para ejercer la conducción. O -peor aún- la presidencia del país sepultado en la patología. Pero no es el tema del informe.
El último que pudo haber sostenido el mito del cuarto hombre en el interior del cristinismo fue Axel Kicillof, El Gótico, El Volteador de Muñecos que fue volteado por La Doctora como posible candidato. Fue cuando prefirió la catástrofe equivocada de incendiarse en el descenso del default. En New York, El Gótico se ilusionaba con volver triunfador a Buenos Aires. Entre serpentinas y papel picado de Grossman. Pero La Doctora lo pulverizó. Para convertirlo en su ladero sustancial. Después de Máximo, En El Nombre del Hijo, y del Wado.
Para buscar algo tangible que se aproxime al mito del cuarto hombre, debe indagarse por la planicie de la oposición.
Aquí, quien se ubica en el primer plano, al menos para la fantasía, es el doctor Facundo Manes, El Croquetero. El científico que conquistó una inquietante popularidad por haber introducido su sabiduría innovadora en la misteriosa cabeza, insondablemente atrofiada, de La Doctora.
Manes es el analista de cerebros que se las ingenió, pese a su relativa juventud, para convertirse en el heredero, en materia de prestigio, del inolvidable doctor René Gerónimo Favaloro. Es de esperar que la peripecia vital de Facundo contenga un desenlace menos dramático.
La cultura radical
De cultura e identidad radical, bonaerense de Salto, Facundo irrumpe en el momento más nostálgico del radicalismo. Aunque conserva la base del esqueleto, el partido radical atraviesa una instancia sin claros liderazgos nacionales. Cotidianamente carancheado, con una marcada estrategia de despedazamiento.
De todos modos, aún le falta tiempo y paño a Facundo para postularse a liderar la congregación, y salir «a caminar», «pueblo por pueblo», como aconseja el doctor Corach a sus visitantes de la otra franja (el peronismo).
Con los atributos que contiene, aunque aún no se «lance a caminar», a Manes le basta para llenar teatros, a través de la exaltación impúdica de sus cuentos cerebrales y sus libros. La circunstancia motiva la envidia frontal de determinados correligionarios. Ambiciosos que, aunque aparezcan con frecuencia por televisión, se los registra menos, y apenas llenan un ascensor.
Su popularidad como científico se suma a sus conscientes deseos de escalar posiciones. Causa por la que muchos líderes actuales quieren retenerlo, algunos apenas para eclipsarlo.
A Facundo, como amaga con encarnar el mito del cuarto hombre, le ofrecen ministerios. Para asumir ya. Así sea en la inviable Buenos Aires o en el Artificio Autónomo de la Capital. O le ofrecen la vaporosa candidatura a gobernador por el espectro UNEN, junto a Los Cinco Latinos (cliquear).
Aquí fue cuando la señora Elisa Carrió, La Demoledora, rápida para los mandados, quiso tenerlo a Facundo como vice, en su fórmula. Curiosamente, el vice es justamente lo que un fuerte empresario quiere que Facundo sea para Ernesto Sanz, La Eterna Esperanza Blanca.
Trasciende que Manes consulta confidencialmente con demasiados interlocutores que transmiten invariablemente sus intenciones de transformarse en el mito del cuarto hombre.
Y hasta se registró, según nuestras fuentes, alguna comida refinada de altísimo nivel con periodistas influyentes, comunicadores venerables y numerólogos rigurosos. A los efectos de presentarlo, entre la sociedad canalla, con el pretexto de intercambiar impresiones y posicionarlo. Ahí fue que Manes se lanzó como si estuviera en el teatro con su catarata de propuestas innovadoras en el marco del conocimiento y de la ciencia. Hasta que algún interlocutor, más osado que escéptico, lo bajó a la tierra con un comentario sincero.
«Cambia ese discurso porque ya lo agotó Rodolfo Terragno en los ochenta. Le resultó de utilidad para seducir a Alfonsín y que lo hiciera ministro».
Acaso para salir del paso, algún otro le sugirió, con prudencia, que dejara pasar 2015. Que estudiara alguna candidatura parlamentaria para 2017. Y después de tomar mucho más Toddy político podía construir liderazgo en el esqueleto radical y prepararse para 2019.
En adelante, se registra, según nuestras fuentes, el tráfico de facundismo que Manes no puede controlar. Lo giran al doctor. Se lo menciona hasta para la candidatura más delirante.
La última idea que trasciende es la de hacerlo compañero de la fórmula presidencial de Mauricio Macri, El Niño Cincuentón. Especie que desconoce, probablemente, hasta el propio Macri, quien, por lo que sabemos, le pone un techo próximo. Ya que Manes altivamente lo trata de igual a igual.
«Facundo está agrandado», confirma la Garganta, que le baja el precio. «Llenar teatros no garantiza tener votos».
La cadena de Sabsay
Sin el nivel de expectativa que despierta el proyectado Manes, en el último coloquio de Idea, registrado en Mar del Plata, se produjo la consagratoria proyección del doctor Sabsay. Es Danny El Constitucionalista.
Se lo reconoce como un intelectual luminoso del derecho. Capitalizado, hasta la ruptura en el Sheraton, por el atributo de la sensatez y la moderación.
Quienes más lo valoran confirman, incluso, que al destacado jurista «se le salió la cadena».
Pero la evaluación objetiva de Oximoron apunta a rescatar, en la sorpresa de su comportamiento, el reflujo admirable del hartazgo. La profundidad presente, por otra parte, en «Yira yira», aquel tango filosófico. Alude al lúcido desesperado que descubre, de pronto, que «todo es mentira». Y «un día cansado se puso a ladrar». Y La Procuradora es la Encubridora, para internarse entre títulos y comparaciones menos afortunadas.
El hartazgo de Sabsay conecta armónicamente con el hartazgo de sectores gravitantes de la sociedad. Los que no encuentran sus canales de representación en los opositores instalados.
Lo imaginan entonces a Sabsay como el providencial que los identifica, a pesar de los excesos.
El habitante anónimo de la mayoría silenciosa reconoce en Sabsay el valor que otros no muestran. Logra que el jurista hoy ya no pueda caminar por Talcahuano, y menos aún por los pasillos de Tribunales. Las secretarias le gritan «¡ídolo, preséntese!». Las señoras lo palmean. Lo aplauden en los restaurantes.
Sin embargo no existen espacios alternativos que puedan contenerlo a Sabsay, o respaldarlo como candidato.
Para representar el mito del cuarto hombre, Sabsay tendría que esmerarse en crear su propio aparato. O salir a poner el rostro heroico para las estructuras de alquiler, de las tantas que se ofrecen en el mercado, que requieren una inversión mínima. Pero considerarlas, en el contexto, representaría una mera falta de respeto.
Carolina Mantegari
Consultora Oximoron/Redacción final
para JorgeAsisDigital.com
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