Las vueltas de la tortilla
"Con la izquierda adentro siempre se puede robar mejor".
Consultora Oxímoron
Informe de Consultora Oximoron
Redacción final Carolina Mantegari
especial para JorgeAsísDigital
«Cuando quiera el Dios del cielo,
que la tortilla se vuelva»
De «El tomate»
«Con la izquierda adentro se puede robar en paz», confirma la Garganta.
La corrupción era la temática que arrasaba, hasta la sofocación, en los noventa. Para Oximoron, en los dos mil, (la corrupción) casi «ni registra peso en la balanza».
El acierto estratégico de Néstor Kirchner, El Furia, consistió en recostarse sobre la izquierda.
La que «naufragó en las costas del progresismo».
Justamente en el país donde cuesta encontrar alguien que se reconozca, aún, de derecha. Al extremo de negarse, incluso, como ideología. O considerarse una «antigualla del siglo veinte».
Pronto El Furia, con la complacencia inesperada de los favorecidos, adquirió al contado su acelerada identidad de progresista.
De líder funcionalmente capacitado para encarar la revolución módica. Posible. Casi imaginaria.
A partir del 2003, esta versión presentable de la izquierda conquistó el protagonismo oficial.
Se le cedió el juego político y escenográfico. La hegemonía en materia de discurso. Con la celebración permanente de las damas que «representaban» el humanitarismo. Infaltables, en adelante, en las presentaciones cotidianas en el Salón Blanco.
Fueron agregados, en definitiva, a la fiesta. Al reparto.
Fueron emocionados con el simbólicamente dramático descenso de los cuadros de los jefes militares condenados.
Se los hizo participar activamente de la torta del presupuesto. Y se les entregó lo más gravitante. Sin esperanzas de devolución. Presos. Lo que fervorosamente reclamaban. Muchos presos. «Castigo a los culpables».
Con las respectivas subvenciones. Reconocimientos.
Excesos -en fin- de la reparación. Nunca comparables con «los excesos de la represión».
La instalación de la «lesa humanidad», como precepto básico, fue -para Consultora Oximoron- otro acto de inteligencia.
Brinda la garantía de contar, con el progresismo, para siempre.
En adelante, la corrupción escandalosa iba a pasar, apenas, a la categoría de efecto colateral. Tema menor. Excepcional.
Morraleros y «frepasismo tardío»
Nueve años después, en la plenitud del desperdicio y del derroche, considerables sectores de la sociedad muestran -para Oximoron- «severos rasgos de hartazgo».
Un hastío que «carece de representación política».
Es cuando la izquierda emerge como el principal sostén ideológico del «modelo cristinista». De «crecimiento», con «inclusión social».
Muestran mayor convicción, en la defensa, que los típicos «morraleros del peronismo». Los que aún persisten, con sus «mastiquines», diseminados entre pedazos del gobierno. Pero acotados.
Como si los morraleros del peronismo se mantuvieran, en el fondo, en una suerte de resistencia. Definitivamente entregados a la exitosa infiltración.
Por el dominante -para Oximoron- «frepasismo tardío».
Trátase de la cultura que creció con la sistemática denuncia de la corrupción de los noventa. Que se mantuvo, a pesar del fracaso de la Alianza, en los inicios del dos mil. Y que maneja, aún hoy, la interpretación de la realidad.
Con Kirchner, y más aún con Cristina, Nuestra César, la izquierda presentable queda enredada en su propia red. En una suerte de trampa.
Tienen entonces que apoyar, defender. Bancar. Ni criticar las espantosas barbaridades que produce el gobierno que los representa. Que les dio tantas satisfacciones. Y -sobre todo- presos.
Aunque aquí se hayan superado, en materia de corrupción, la totalidad de las marcas. Con la suma de excepcionalidades que prefieren -por el intercambio- no ver.
El fenómeno maldito
Menem en los noventa, y Kirchner en los dos mil, asumieron -para Oximoron- el concepto trillado del peronismo como fenómeno envolvente y «maldito», según la atractiva frase del infiltrador John William Cooke.
Ambos -Menem y Kirchner- supieron pulverizar las reivindicaciones de la derecha (Menem), y de la izquierda (Kirchner).
Para atraerlas. Instrumentarlas y -en simultáneo- anularlas.
La UCD de Alsogaray, que absorbió Menem, iba a disiparse en el vacío. Con una dama como víctima principal, en una mazmorra presentable.
Las Madres de la Plaza, en cambio, que absorbió Kirchner, terminan en el lodo de una constructora quebrantada.
En una primera evaluación, el Informe Oximoron indica que Kirchner tuvo, en el despojo, más suerte que Menem. Acertó.
Porque la izquierda, en la oposición, es demoledora. En la proximidad del poder, en cambio, se conforma. Con los presos. Pero también con las delicias presupuestarias de la Revolución Imaginaria. Oral. Con el recitado de los indicadores artificiales que les legitiman, incluso, su historia.
Explica que Kirchner haya podido lanzarse, hacia los estropicios desfachatados de la recaudación, más tranquilo.
Hasta darle cuerpo a la sentencia despreciable del comienzo. «Con la izquierda adentro, controlada, se puede robar mejor».
U otra, igualmente grave, del arsenal del Portal.
«Del roban pero hacen se pasó al roban pero apresan».
La «derecha», en la oposición, no registra, tampoco, «el menor peso en la balanza».
Barbaridades derivadas de los «excesos» del proceso militar. De la exitosa demonización del menemismo.
Explica que reconocerse de derecha, estampillarse como liberal (o peor, neoliberal) se transformó en una transgresión.
Al contrario la izquierda -para Oximoron- sí que registra su peso. Es intrascendente en términos electorales, pero mantiene el panorama más claro.
Saben, por ejemplo, los progresistas del frepasismo tardío, que Nuestra César no debe fracasar.
Ni pueden aceptar la posibilidad que la fiesta, alguna vez, se termine. Derrape. Choque.
Y que tenga lugar, en el altibajo, la venganza.
Que «la tortilla», de la clásica canción, «se vuelva».
La «política de derechos humanos» -concluye el informe Oximoron- le otorga finalmente la racionalidad al kirchner-cristinismo.
Compromete a la izquierda en la defensa frontal. Hasta el final, que para colmo no debe existir.
La tortilla, invariablemente, nunca -creen- podrá «volverse».
Carolina Mantegari
Redactora final de Informe Oximoron,
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Permitida la reproducción sin citación de fuente.
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