La mesa ratona del poder
Nuestra César ya está para García Márquez. El líder de la Línea Aire y Sol, para Borges.
Editorial
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Nuestra César ya está para Gabriel García Márquez («Otoño del Patriarca»), Augusto Roa Bastos («Yo el Supremo») o don Ramón del Valle Inclán («Tirano Banderas»).
En versión caricatural. Con el equiparable nivel de megalomanía patológica. Con las arbitrariedades desopilantes que permiten la identificación entre el Estado y una persona.
Ahora Nuestra César persigue la impertinencia de sus críticos a través de la AFIP. Institución recaudadora, perfectamente encuadrada, que conduce Ricardo Echegaray. Lo peor es que lo cuenta por cadena nacional. Con una desfachatez que resulta, después de todo, admirable.
El adjetivo «admirable» dista de ser casual.
La audacia es, hasta aquí, el atributo rescatable del kirchner-cristinismo. Gracias a Nuestra César y El Furia extinto, la Argentina hoy es como Santa Cruz. Sólo bastante más grande.
La Santacrucificación Nacional es el objetivo primordial del modelo. Objetivo cumplido. El epílogo es previsible. Infortunadamente va a ser peor la copia que el original.
En sus frecuentes desbordes, Nuestra César pretende transmitir firmeza. Generar respetable temor. Lo grave es que la barra brava de los funcionarios siempre la aplaude, justo cuando los habilita con la pausa.
Nuestra César imita muy bien, en el fondo, a Fátima Florez.
El cuadro, de tan reiterado, ya causa piadosa gracia. Una sonrisa triste, misericordiosamente cómplice, de perceptible saturación. Alude a la cobardía intelectualmente colectiva. Y a otro concepto específico, oportunamente instalado en el Portal.
Indica el hastío creciente de la sociedad, que carece de representación política.
¿Cómo pudimos haber descendido tanto?
Habituarnos a convivir con la vergüenza. Con el protagonismo del papelón.
Comparativamente, Macondo emerge, aquí, como un canto al realismo. García Márquez, otra vez.
Escombros o cónyuges
En el esplendor de la megalomanía, del alucinante «ir por todo», Nuestra César decidió picarle el boleto a Daniel Scioli. Gobernador de la provincia (inviable) de Buenos Aires, y reconocido Líder de La Línea Aire y Sol. Para terminar con su viaje. Sin retorno. Porque Scioli cometió la osadía imperdonable de confirmar que aspira a sucederla. En 2015 (aunque, en tiempos de abrupta desaceleración, todo puede abruptamente acelerarse).
Aire y Sol lo dijo, según nuestras fuentes, para salir del paso. Destrabar un momento de acoso insufrible del obediente vicegobernador que le encajaron. Gabriel Mariotto, El Calabró de Llavallol. Y del acoso de los copadores camporistas que lideraba el comunicativo José Ottavis.
Acosaba también el diputado De Jesús, el puntal del descuidismo, la línea moral que se referencia en Amado Boudou. El Descuidista que se consagra como el error ardorosamente explicable de Nuestra César. Su persistencia la deslegitima entre los suyos.
En un exceso de sobreactuación, Aire y Sol aclaró, lealmente, que aspira a sucederla a Nuestra César. Pero siempre y cuando ella no intente ser de nuevo.
Pero -una injusta lástima- no puede serlo. La imposibilidad habilita a los entusiastas empleados a debatir, por los barrios, la necesidad de la permanencia.
La unificación del fracaso
Con horrible prosa, en la Argentina impera el verso. En el sentido estrictamente porteño de la palabra verso.
Como todo siempre termina invariablemente mal, en nuestros seminarios privados suelen explicarse los ciclos políticos a través del fracaso.
«El fracaso como instrumento históricamente unificador». Título de nuestro próximo seminario (consultar presupuestos).
Sólo se construye poder personal. A lo sumo sectorial. O familiar.
La tradicional «mesa chica» del poder se abrevia. Al extremo de haberse convertido en una vulgar mesa ratona. Donde hay lugar, apenas, para uno. Y para nadie más. Y aquel que aspire a sentarse ante la mesa ratona del poder, es un enemigo. A destruir.
Nadie deja continuadores. Sólo quedan escombros. O cónyuges.
En 1978, el año más complaciente con la Dictadura, solía hablarse de «la cría del Proceso».
Quedaron finalmente, como «cría», octogenarios olvidados que suelen reducirse en las «prisiones comunes». O en sofocantes domicilios (donde sus familiares están también olvidablemente presos).
Tampoco dejó «cría» el alfonsinismo. Ni siquiera cónyuges. Sólo bastantes estampidos. Corridas.
Menos aún dejó «cría» el menemismo (en algún momento pareció ser Palito Ortega).
En el seminario de marras se extiende un extraño hilo conductor que enlaza las peripecias de Eduardo Angeloz (Alfonsín), Eduardo Duhalde (Menem), con la impresionante actualidad de Aire y Sol (con Nuestra César).
Scioli sabe, responsablemente, que sólo puede llegar, a 2015, con el apoyo de Cristina. Nunca contra Cristina.
Pero Cristina, lo que menos quiere, es justamente que llegue Scioli. Porque representa, menos que su continuidad, su propio fracaso.
Aire y Sol es, entonces, culpable. Merece el fusilamiento. La picada de boleto. El hostigamiento permanente del «Calabró de Llavallol».
Conviene alejarse de su estigma porque huele a calas. A pinotea. Es Benjamín Otálora. «El Muerto». Borges.
Pero aún no debiera darse por muerto a Benjamín Otálora.
Del laberinto de Borges, Aire y Sol puede, salir. Con fe, esperanzas, siempre para adelante. Aunque quiera pagar los sueldos y aguinaldos y no pueda. Y lo encierren sindicalistas y jueces que complementan la estrategia de exterminación. Los desplantes groseramente ingratos, exhibidos impunemente por cadena nacional.
Scioli no está situado en ningún lugar menor. Cuesta llevarse por delante, con megalomanías literarias, la provincia (inviable) de Buenos Aires. Sobre todo en un momento creciente de hastío. De una sociedad culturalmente agotable que no encuentra representación política. Es su castigo.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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