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Maldonado -como el poncho- no aparece

Escenas de la batalla final entre Clarín y el cristinismo.

Carolina Mantegari - 30 de agosto 2017

Editorial

Maldonado -como el poncho- no apareceescribe Carolina Mantegari
especial, para JorgeAsísDigital

“Son todos buenos paisanos,
pero el poncho no aparece”
Argentino Luna

La cruzada del Grupo Clarín, para acabar con el kirchnerismo (que apoyó durante los primeros cinco años), no registra pausas. Ni el menor arrebato de piedad. Sin tregua, hasta la aniquilación total.
Sea a través de la oportuna creación de La Morsa. Como de la sistemática producción, cada vez más declinante, de las primeras figuras que supieron ocupar la conmoción y la centralidad.
Como Fariña, acaso el mitómano más brillante por su detallado conocimiento de la realidad.
O el decepcionante Pérez Corradi, trasplantado al país con la prepotencia de una superproducción de Fox.
Y ahora con Martínez Rojas, un director de Tiempo Argentino. Un par marginal de Botana, Timerman o Ramos.
Tres jóvenes (Fariña, Pérez Corradi y Martínez Rojas) con mayor audacia que escrúpulos.
Fueron implacablemente útiles para demostrar que el kirchnerismo se reduce a una retahíla pintoresca de delincuentes.
Que se encontraba, en todo caso, en ebullición desde sus primeros años. Cuando Héctor Magnetto, El Beto, le hacía de simbólica campana a Néstor Kirchner, El Furia, a quien el estilizado Rendo llamaba afectuosamente El Presi.
Cuando compartían los horribles churrasquitos hervidos. Cuando a Magnetto lo obsesionaba la fusión CableVisión- Multicanal, mientras El Furia se disponía a la faena trunca de arrebatarle un pedazo sólido del Gran Diario. Para convertirlo en otro Tiempo Argentino. Más grande.

Cambio de banda

Maldonado -como el poncho- no apareceEn su causa santa, Clarín arrastra al Tercer Gobierno Radical, que preside Mauricio Macri, hoy irremediablemente resignado a tolerar su apoyo. Del mismo modo Clarín arrastra también a la casi totalidad de los medios de comunicación que complementan su vanguardia. Les marca, con tiza, la agenda temática. Le obedecen.
Por su parte el kirchnerismo hostigado arrastra, en su retroceso, a los dirigentes del peronismo que se encuentran rigurosamente interesados en la misma caída. En especial de la versión cristinista. La que naufraga en la deriva adolescente del tramo 2012-2015. Con su frepasito tardío.
Sin embargo, demasiados dirigentes peronistas tampoco perciben, en la batalla, que el antikirchnerismo es un pretexto.
Que se confunde con el peor antiperonismo, hasta mezclarse (y fundirse).
Por lo tanto es inútilmente infantil que los peronistas perdonables traten de ser aceptados por el macrismo. Para inscribirse en los medios con el cuento de ser republicanos.
Los peronistas perdonables, con una inocencia estremecedora, colaboran con la propia aniquilación deseada por el “país burgués”.
De haber sido maldito, el fenómeno peronista pasa a ser colosalmente inofensivo.
Se le llevan puestos los 70 años de historia con consignas genéricamente pueriles. Y con los titulares operativos que invocan el Código Penal.
Al simplificar el kirchnerismo residual en una banda delictiva digna de figurar en las crónicas policiales, Clarín (y sus repetidores) favorecen, transitoriamente, la estrategia de dominación de Macri.
Maldonado -como el poncho- no apareceClarín lo ayuda a Macri con la aniquilación del adversario, mientras, en simultáneo, lo acota. Le marca la cancha, le diseña el área chica. Como si le advirtiera:
“Lo que decimos de los kirchneristas, en cualquier momento podremos decirlo de ustedes. Es un cambio de banda. Les conocemos los negocios”.

Como conocieron, durante los primeros armónicos cinco años, los negocios silenciados del kirchnerismo. Los que en Clarín callaron.
Se descuenta que por ahora no se van a rebelar ni los rebusques, ni los enjuagues, ni menos los “palos blancos” del macrismo.
Porque la prioridad consiste en aniquilar al kirchnerismo que se atrevió a desafiarlos. A enmarcarlos con una ley casi absurda, y -lo peor- agraviarlos torpemente con la estampilla de criminales de lesa humanidad.
“Aniquilado el accionar” del kirchnerismo, ya va a sobrar el tiempo para avanzar sobre el cambio de banda.
Para decir de Macri y los suyos algo espantosamente similar a lo que se dice, desde ya, pero con las balas de cebita de Página 12 y C5N (aunque sin tocar nunca, por las dudas y los avisos, ni a Rodríguez Larreta ni a la señora Gobernadora).

Podrá perfeccionarse lo que ya se comunica en ADN, el ciclo federal de los cordobeses. Relatar las peripecias del Lago Escondido de mister Lewis, presentado tendenciosamente en la práctica como socio de Macri, quien pone el rostro para decir «que cualquiera puede visitar el Lago Escondido». Con la certeza de descontar que todavía nadie de peso real le va a describir la magnitud de los primorosos testaferros de muestrario que le adjudican, aunque presentados socialmente como empresarios de primer nivel.

El artesano de las mostacillas

Mientras tanto, lo que queda del kirchnerismo póstumo, en su versión cristinista 2012-2015, no es nada desdeñable.
Acotado, arrastrado, con sus balas de cebita, el kirchnerismo replica con virulencia. A través de la lícita explotación del episodio infortunado que el macrismo, por impericia, no supo administrar ni controlar.
Se trata de la desaparición forzada de Santiago Maldonado.
Maldonado -como el poncho- no apareceArtesano físicamente frágil y de mostacillas previsibles, especializado en los tatuajes y románticamente adicto a la defensa de las causas impactantes que sensibilizan, con algún toque utópico de delirio. Como la causa de los mapuches originarios.
Para ayudar a Macri en la epopeya del encubrimiento, hoy muy poco y nada puede hacer Clarín.
Tampoco puede evitar el asedio sobre la señora Patricia Bullrich, la Ministro de Seguridad que parece no tolerar la fuerza adversa del viento patagónico.
Para Clarín -que lleva a Macri de una oreja-, el kirchnerismo (que lleva de la otra oreja al peronismo que no entiende la jugada) es presentado como el conjunto histórico de ladrones de colección. Pero que, escorado y todo, se atreve a ganarles en la decisiva provincia de Buenos Aires. Por veinte mil votos, pero triunfo al fin.
Entonces Clarín no puede evitar que durante el gobierno amigo transcurran los episodios típicos de una Dictadura.
Como la desaparición abducida del artesano de las mostacillas y los tatuajes.
Que se les pudo haber quedado, según nuestras fuentes, a los gendarmes. En el entrevero del castigo ocurrido en la agitación de una camioneta.
Sólo puede ayudarlo Clarín a Macri con la creación imaginaria de versiones. A través de las interpretaciones tergiversadoras de lo obvio. Maldonado -como el poncho- no apareceY a la desarticulación intelectual de la mala idea que alude a la comparación con la Dictadura.
Que quede claro: El Tercer Gobierno Radical de Macri no es ninguna Dictadura.
Es una democracia legitimada con los votos y con el funcionamiento asegurado de las instituciones. Ningún sensato lo debe negar.
Pero Maldonado -como el poncho- no aparece.

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