Hacia la Liga de Gobernadores
En Emergencia Económica por el cristinismo irresponsable.
Consultora Oxímoron
escribe Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, especial
para JorgeAsísDigital
Si hoy fuera gobernador, el extinto Néstor Kirchner, El Furia, no hubiera admitido las forreadas cotidianas del Poder Central. El que hoy conduce -una manera de decir-, la aislada Cristina, Nuestra César, su viuda.
Distaría El Furia de mantener la dulce docilidad de los actuales gobernadores. Sean peronistas de látex, o no.
Los que, muy pronto, no podrán pagar los sueldos. Ni los proveedores.
Imaginan, incluso, las ediciones de cuasi-monedas, para algarabía de Los Descuidistas que representa Vandenbroele. Con los billetes recursivamente truchos. Dinero artificial.
En contacto, los gobernadores sólo hablan entre ellos, pero en secreto. Para quejarse. Compadecerse. Sin asumir la propia complicidad en la fiesta.
Y las fiestas domésticas. Igualmente irresponsables. Ampliaremos.
Los gobernadores hoy no se atreven a reunirse, en público, para tratar la racionalidad de una estrategia común.
Nostalgias del 2001
Con seguridad, El Furia hubiera impulsado, o por lo menos alentado, la formación de la Liga de Gobernadores.
Como aquella Liga que funcionó, en la práctica, durante la agonía de De la Rúa (y que se trata en «Hombre de Gris», novela del director del Portal, de próxima aparición).
Cuando semanalmente los gobernadores se juntaban, y se desconfiaban recíprocamente, en el Consejo Federal de Inversiones.
La vigencia de la Liga de Gobernadores pudo resolver aquel desbarajuste institucional del 2001.
Aunque predomina otra línea de interpretación. Es acaso la más conspirativa. Insiste en atribuirle, a la Liga, la agudización del mismo. Del desbarajuste, se entiende. Junto a determinados mini-gobernadores del conurbano bonaerense. Otro enigma de la historia, ya tratado por Miguel Bonasso, con suerte relativa.
Lo cierto es que, pese a determinadas diferencias de formato, otra vez se presenta el clima melancólico del 2001.
El desastre que derivó en las condiciones que permitieron la irrupción de la salvadora Ley de Emergencia Económica. La 25.561, que concede, hacia el Poder Ejecutivo, los atributos que mantienen consecuencias patológicas.
Como la desaparición, en la práctica, del federalismo.
Las partidas, hacia las provincias, hoy se transfieren selectivamente. En directa relación con el comportamiento político del gobernador. Y de los senadores respectivos.
Hasta los giros de la denominada coparticipación pasan de ser naturalmente obligatorios, a ser meramente discrecionales.
De manera que los poderes provinciales pasaron a depender, a nuestro juicio en exceso, del poder central. Hasta convertirse en verdaderos apéndices.
Justifican la acertada definición que se le escuchó, alguna vez, al senador Juan Carlos Romero, y que también adoptó su sucesor, Juan Manuel Urtubey.
«Salta necesita un gobernador, no un delegado del Poder Central».
Pero se sabe que nadie, en la Argentina, es más unitario que cualquier gobernador del llamado «interior». Cuando alcanza la presidencia y comienza a tallar en Buenos Aires.
El problema es político, pero sobre todo cultural (se lo trata en «Hombre de Gris»).
El sujeto -por ejemplo Kirchner- conoce suficientemente a sus pares, como para permitir que se convoquen entre ellos.
Sobre todo cuando el sujeto es peronista. Como Nuestra César. Les suena, las reuniones entre gobernadores, a conspiración (y generalmente contiene visos de realidad).
A punto de deslizarse, otra vez, en la bancarrota federal, para Consultora Oximoron (y el JorgeAsísDigital), se impone la definitiva derogación de la Ley de Emergencia Económica.
Es la que permite las distorsiones arbitrarias de la actualidad. Y que provincias de la magnitud de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, y hasta Santa Fe, deban mendigar por los fondos selectivamente manipulados por el Poder Central.
Aunque, en realidad, la emergencia económica hoy persiste con mayor potencia que nunca.
El país se encuentra en emergencia porque es gobernado por una manga de improvisados. Capacitados para enviarnos, en línea recta, sin desviaciones, hacia el quebranto.
Música de Cacerolas
Con el Trío Melodías, que conforman Moreno, la primera voz, con Zanini y Echegaray, Nuestra César vuelve a chocar la calesita. A estrellarse de manera espectacular. Con el fondo, escasamente cautivante, de la música de cacerolas.
Es consecuencia del mayoritario «hartazgo sin representación política». Lo advierte el Portal desde hace, al menos, tres meses (ver «Resistencia, mantenimiento y hartazgo», y «Sociedad harta que espera»).
Algún gobernador, de los que suelen leer devotamente el Portal, y que mantenga aún medio atisbo de audacia, debiera atreverse a convocar, con relativa urgencia, a sus pares. A los efectos de establecer alguna línea de corte hacia los desatinos del poder central. Al que temen, reverencialmente, sin darse cuenta aún que es, en el fondo, de cartón.
Y que los viola, para colmo, delante de sus representados, con un sexo inerte, corto y fláccido.
Basta entonces con una chispa para que estalle «la sociedad harta que espera». Un horrible producto de la cadena innumerable de degradaciones que se soportan.
Eslabones grotescos, como la risita de Boudou, El Descuidista, el esquiador culposo de Aspen.
O el descalabro de Los Schoklender, que signan la conversión, de la nobleza humanitaria, en una constructora estafadora y quebrantada.
O los 50 muertos de la imprevisión fatal.
O el manoseo ya orgiástico en la Justicia.
Vaya y pase, paulatinamente todo se tolera.
«Siempre y cuando no se metan con el grilo», como sostiene el filósofo porteño, centralista, para aludir al bolsillo.
Osiris Alonso D’Amomio
para JorgeAsisDigital.com
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