Último round
SEMINARIO IX - Entre Guerras y Entre Elecciones: La paliza final y los reacomodamientos entre los coleros.
Consultora Oxímoron
sobre informe de Consultora Oximoron,
redacción final de Carolina Mantegari,
especial para JorgeAsísDigital
«La oposición, por la paliza, quedó noqueada. Pero todavía tiene que soportar otro round. El del 23 de octubre» Garganta anónima
Concluye, sin suspenso ni dolor, el seminario «Entre Guerras y Entre Elecciones».
Se inició con «Penúltimo round» (cliquear). Y con la frase de la Garganta Anónima, hoy se lo clausura. Con «Último round».
El tratamiento del dilatado paréntesis. Con apatía abrumadora, se extiende desde la humillación del 14 de agosto, con las «Elecciones Amistosas» (cliquear) (que resultaron definitorias), hasta la próxima humillación del 23 de octubre.
Un poco de respeto para los valientes, que se atrevieron a retar al Poder. Aunque lleguen exhaustos.
Sin reservas de encanto, ni atisbos de ideas. Llegan para constar, admirablemente, en actas para el olvido.
Noqueados, como confirma la Garganta.
Durante el lapso, de 70 días, los dos principales retadores, exponentes de la devastada oposición, no pudieron -no supieron- instalar ningún tema conmovedor. Nada que permitiera estimular la fantasía de la alteración. El quiebre del bloque, artificialmente compacto, del oficialismo. Las diferencias, patéticamente estremecedoras, que hoy favorecen a Cristina. Y a la multiplicidad de salvados que sinceramente, o especulativamente, la siguen. Supieron conseguirse algún lugarcito tibio, para colgarse, del «Vestidito Negro» (cliquear).
Las diferencias, para el Último Round, se intensifican. Signa la tentación del providencialismo. En el país también colgado.
Duhalde, Alfonsín, Carrió. Causas perdidas
Al principio, entre los principales derrotados, pudo nuclearse la certeza del pretexto. Situado alrededor de la certeza del fraude. Si Cristina los había goleado, fue por la eficacia de la trampa.
Felizmente, Eduardo Duhalde, el Piloto de Tormentas (generadas), pronto descartó la instrumentación del pretexto.
En el desconcierto, El Piloto asistía al desgaste de la condición de oponente fundamental. Sin orientación, sin brújula, Duhalde avanzó más hacia la derecha de lo necesario. Para extraviarse, en el epílogo, en la representación forzada de causas invariablemente perdidas. En contra del aborto, temática descartada intelectualmente hasta por los curas. Y en contra del matrimonio igualitario, el efectismo eficaz que precisamente le brinda, al oficialismo, la chapa redituable de gobierno «progresista».
En la problemática -hay que aceptarlo-, el cristinismo supo ubicarse en la vanguardia.
Aparte, a través del sudor, desagradablemente publicitario, Ricardo Alfonsín, El Menoscabado, tampoco consiguió emocionar, siquiera, a los esquivos correligionarios.
Antes del «Último round», Alfonsín, con Francisco De Narváez, El Roiter, juntos, los dos, se llevaron recíprocamente puestos.
Para pararse, en el cuadrilátero, ya sin juego de piernas, en medio de la confusión absoluta.
Hasta que el combustible Narváez apareció, de pronto, metido en fotografías amables, con su flamante romance político. Con el incombustible Alberto Rodríguez Saa, el promisorio Artista Plástico del Estado Libre Asociado de San Luis.
Desatado, liberado de Duhalde, sin la señora Carrió en el escenario, Alberto, que nada tenía para perder, descubrió que tenía la totalidad de las cámaras, a su disposición.
En medio de La Nada, Alberto entonces pudo convertirse, casi sin esfuerzos, y sin esmerarse en la lucidez, en el activo animador del lapso inter-electoral. Con las casitas a noventa pesos mensuales, el contraste de la negritud sobre fondo blanco, y el wi-fi democrático. Google para todos.
Por si no bastara, gran parte de los correligionarios de Alfonsín -y de los potenciales votantes- decidieron entregar a su candidato. Menoscabar al Menoscabado. Sin rescatar la nobleza resignada de la lealtad.
Por su parte, ya fuera del juego, Carrió logró recomponerse levemente. No fue sólo mérito del spa. Fue a través de su inteligencia mediática. Insuficiente para el crecimiento político, pero efectiva para captar el protagonismo.
Carrió mostró que aún puede instalar los temas de la agenda. A pesar de la intrascendencia electoral. De la vulgaridad del presente. Muy distante de aquella Lideresa que se proponía, por presencia electoral, como jefa de la oposición a Cristina.
Cuatro años después, Carrió se encuentra próxima a cotejar posiciones con el ascendente Jorge Altamira.
Es -Altamira- el izquierdista de verdad. Justamente en el extraño momento de la historia donde la gran mayoría prefiere imaginarse, a sí mismo, como un progresista. Y donde la derecha, así se disfrace de centro, carece, ante todo, de representación.
Salvo que Cristina se dedique, frontalmente, a construirla pronto. Alrededor del antagonista que aspira a sucederla. El Niño Cincuentón. Macri.
Contra el presidencialismo monárquico
Carrió supo instalar, en la agenda, la cuestión de «la reforma electoral».
Impulsada, supuestamente, por los estrategas del cristinismo. Y a través del (hoy vulnerable) jurista Raúl Zaffaroni. De la minoría prostibularia de la corte cristinista.
Para alcanzar las ventajas del sistema parlamentario. Eventualidad fantasmal que los opositores, en bloque, salieron, por las dudas, a rechazar. Por el temor al estigma re-electoral. A la idea furtiva de la «Cristina eterna». Desborde feliz de la señora Conti.
Para la evaluación de Consultora Oximoron, todo aquello que pueda atenuar la vigencia del presidencialismo monárquico, implica, al contrario, un avance.
Más aún, desde el Portal se propone acompañar, de existir, el proyecto.
Si apunta, sobre todo, a la creación de la figura institucional del Primer Ministro. El encargado de formar gobierno. De administrarlo. Y que puede ser perfectamente removible, para resguardo de la figura del Presidente. Por pérdida de legitimidad electoral. O por las consecuencias de algún escándalo habitual. Sujeto, siempre, a la «moción de censura».
El Primer Ministro, como funcionalidad, es algo infinitamente menos trucho que nuestro Jefe de Gabinete. Es el artificio injertado de la Constitución de 1995, que no funcionó. Y que terminó, durante el cristinismo, con las dos primeras víctimas. El poeta Alberto Fernández, que sobrevivió a cuatro años del extinto Kirchner, El Furia, y soportó apenas uno con Cristina (y es hoy, pobre poeta, en el ostracismo, el receptor privilegiado del desprecio de La Presidente). Y el «risueño» Sergio Massa, ya transitoriamente recluido en Tigre. Es la embellecida localidad donde se le brinda la jerarquía de ídolo.
El tercero, Aníbal, marcha hacia la deprimente apacibilidad del Senado. Desprolijamente despojado, incluso, de la conducción del área de la Seguridad.
El desplazamiento de Aníbal derivó -para Oximoron- en la decisión más antinestorista, hasta aquí, de Cristina.
Porque lo bueno, como lo reprochable, del tema Seguridad, se llevaba adelante, o como fuera, según nuestras fuentes, con la responsabilidad de «El». Compartida con Aníbal, y con el Comisario Vallecas. Dos grandes consumidores de «Garrones al natural» (cliquear).
Pero semejante antinestorismo no le alcanza, a Cristina, de ningún modo, para atenuarle la intensidad de los lagrimones magistralmente contenidos. Sabiamente aprovechados, por «El Profesional». Ampliaremos.
Reacomodamientos
Segundo y Tercero. La diferencia, entre ellos, fue de decimales.
El radical Alfonsín, Menoscabado como nunca, y el peronista Duhalde, sin posible generación de tormenta en el horizonte.
Marchan juntos, aunque por caminos separados, hacia el «Desarmadero de Warnes» (cliquear).
Ambos fueron desplazados, respectivamente, por el Tercero y el Cuarto. Reacomodamientos entre los coleros.
El socialista Hermes Binner, el John Wayne de El Hombre Quieto, se queda, de pronto, en la magnificencia del desierto, como el más aventajado oponente electoral (junto a Macri, referente exclusivo del macri-caputismo, que se salvó por el hallazgo de haberse apartado).
Y queda, indemne, Alberto Rodríguez Saa. Incombustible, imprevisiblemente creativo, con pintoresca astucia. A veces hasta simpático. Continúa como protagonista central de los reportajes televisivos (que a menudo desperdicia).
Lo gravitante es que Alberto, con la simpleza del wi-fi y de las casitas, con sus diatribas contra el «pensamiento único» y el «capitalismo de amigos», se las ingenia para evitar el camino hacia el Desarmadero.
Aunque tampoco le alcance para imponerse, después del 23, como el oponente fundamental.
La superstición peronista, aparte de compleja, es perversa.
Como a Felipe, el máximo exponente del felipismo, a Alberto, el promisorio Artista Plástico, le va a costar que algún peronista significativo, con peso territorial, se atreva a acompañarlo. A cerrar algo serio con él.
Por último, el mercado contestatario registra también su propio desplazamiento. Es la perversidad de la superstición.
En adelante, para Oximoron, la contestación opositora, por su propia dinámica, va a darse, preferentemente, en el interior de la contradictoria multiplicidad del cristinismo.
Los ambiciosos con iniciativas, relativamente pronto, comenzarán la faena de soltarse.
Para caerse, inapelablemente, del Vestidito Negro.
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.Com
Continuará
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