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La Ciudad y La Perrada

Macri, el Niño Cincuentón, y Filmus, El Psicobolche, en la segunda vuelta del Artificio Autónomo de la Capital.

Jorge Asis - 13 de junio 2011

Consultora Oxímoron

La Ciudad y La PerradaTrasciende, a 30 días de las elecciones presidenciales del Artificio Autónomo de Buenos Aires, ilustrativo informe privado de Consultora Oximoron (no autorizado para su divulgación).

Se evalúa que Fernando Solanas, el Pino, prestigioso dirigente universitario, al bajarse del pedestal cometió, como Macri, un error.

Es ya -Solanas- una víctima casi invariable de la polarización. Arrastrado por el «efecto sandwich».

Viene ensartado entre las preferencias por Mauricio Macri, el Niño Cincuentón, y por Daniel Filmus, El Psicobolche. Es -Filmus- el delegado personal, en el distrito, de la señora Cristina, que lo tiene colgado en el Vestidito Negro (cliquear).

Ella -Cristina- no vaciló en humillarlo (a Filmus) con expresiva crueldad, en el acto de su proclamación. Transcurrido en el teatro de Albistur, el que se quedó afuera del manejo publicitario de la campaña. Se impuso el popular Braga Menéndez, máximo defensor de «el modelo», a través de sus reflexiones debidamente tarifadas.

Sandwich de Pino

La Ciudad y La PerradaEl efecto sandwich de Pino deriva del oportunismo básico. Se instala la idea pragmática del «voto útil». Es la trampa que Solanas, aún, con la ayuda de La Perrada, podría evitar. La trampa consiste en ensartarse como el fiambre del sandwich. Para evitarla, el dirigente universitario tiene que esmerarse en la composición de un discurso que coincida con la acción política. El escaso interés conceptual que generan sus rivales (que lo superan) puede ayudarlo.

Era más cautivante, aquel Pino, cuando se sumergía entre los delirios adolescentes que signan su anquilosada idea de nación. Con inocentadas, sin ir más lejos, contra la «minería a cielo abierto». Con el petróleo y el ferrocarril estratégico y otros envoltorios, infinitamente más emocionantes que los preceptos actuales. El pobre Pino aburre en excursiones por la televisión, con asuntos derivados del tránsito, las obras del subte, dramas de bicisendas y de la gasa de los hospitales. Como si estuvieran vigentes, aún, las sublimes ironías del general Perón. Cuando reducía, sabiamente, a los «intendentes» (hoy designados «jefes de gobierno») y a los «concejales» (hoy «diputados de la ciudad»). Para ocuparse de la problemática del «alumbrado, el barrido y la limpieza».

Temas menores que el porteño -según evalúa la Consultora- da por descontado. Aunque no los tenga resueltos.

Después de 1995, Buenos Aires, la del Artificio Autónomo, necesita un gobernante de mayor proyección. Con grandes proyectos culturales como aquel que quiso implementar en los inicios de Menem, en las Galerías Pacífico, y fue vencido por Goyito Falak.

La Ciudad y La PerradaBuenos Aires ya logró promover a un presidente cordobés que no tuvo suerte (De la Rúa). Y estuvo a punto de promover a otro, Macri, antes de la precipitada torpeza de borrarse de la presidencial verdadera. Para insistir con el cuidado de su territorio. A través de los globitos de colores y la danza televisada. A lo Gilda.

Pero Macri se bajó de la presidencial, según fuentes nada confidenciales, porque ninguno de los dos probables sucesores -la señora Michetti y el caudillo popular Rodríguez Larreta-, le garantizaban una derrota honorablemente digna. Ambos patriotas fueron sometidos al rigor de una mesa examinadora, aunque todos sabían que no iban a ser.

Al pretender quedarse, hoy Macri se somete al mismo riesgo de la derrota que no pudieron experimentar los examinados. Ni Larreta ni Michetti.

Guarismos

La Ciudad y La PerradaSegún se desprende del Informe Oximoron, Macri conquista, hasta hoy, 12 de junio, 37 puntos.

Para alcanzar un techo que puede aproximarse, a lo sumo, a los 41 o 42 puntos.

Significa que la segunda vuelta es inevitable. Es aquí donde Macri puede ser el ensartado. Por los sufragios sumados del segundo (Filmus) y del tercero (Solanas).

Se clava, la segunda vuelta, entre Macri, con los citados 37 puntos, y Filmus, El Psicobolche, con 29.

Los ocho puntos de distancia podrían reducirse. O extenderse. Si Cristina se lanza hacia el error de su propia reelección. Y decide involucrarse, de lleno, en la campaña porteña. Con el simulacro de creer que Filmus, el indeseable, es el preferido, y Boudou, El Insaciable.

Resiste algo alejado, para terciar, Solanas. Con un 16.

Queda entonces un remanente del 18 por ciento del electorado.

13 puntos se reparten entre la heroica «perrada». Y queda un 5 entre los indecisos (ampliaremos).

La Perrada

La Perrada es un término castrense. Los «colimbas» de «La ciudad y los perros», título de la novela iniciática de Vargas Llosa.

La Perrada -para Oximoron- la integra, en primer lugar, Jorge Telerman.

Lo sigue la señora Estenssoro, casi pegada a López Murphy. Y más allá viene el pelotón que las señoras Giudici y Bregman comparten con Todesca, Zamora, Biondini y Campolongo.

Los adherentes, en la primera vuelta, a las propuestas de los miembros de La Perrada son -según Oximoron- los que van a decidir, en definitiva, al triunfador de la segunda vuelta.

La Ciudad y La PerradaPor ahora, para presentar a los representantes de La Perrada basta con rescatar la admiración. Y la piedad.

Son -los habitantes de La Perrada- una manga de heroicos. Les cuesta percibir que perdieron, desde ya, hasta mediáticamente. Cuando suelen amontonarse para poner algún bocadillo en la televisión por cable, escenario principal del devaluado combate político. Donde discuten, entre ellos, con la esperanza de tener, aún, alguna posibilidad, así sea remota.

El Ser y el Medir

A esta altura, los exponentes de La Perrada saben que, improbablemente, podrán disponer de un mano a mano con Macri. O con Filmus. Ni siquiera con el ensartado Solanas. A los tres podrán verlos, acaso, sólo por televisión.

En la Argentina, imperio de las consultoras -como Oximoron-, se modificaron las bases de la metafísica y de la filosofía.

Un hombre vale, en esencia, lo que mide.

Para ser se debe, en adelante, medir.

Y quien no mide, pobre, no es. Nada ni nadie. Nunca. Diría J.J.Saer.

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