Gobernadores
MODELOS DE GIORDANO (III): Sobre Scioli y los cristinos, Urtubey y Capitanich.
Consultora Oxímoron
escribe Serenella Cottani
Interior, Consultora Oximoron
especial para JorgeAsísDigital
A los gobernadores peronistas, que mantienen una excelente relación con La Elegida, les va, nada casualmente, bastante mal. Tienen menos suerte que los Radicales Kash.
«Pero los dos que se referencian en ella, están perdidos», confiesa una Garganta, acaso encolumnada, sin mayor convicción, contra «los tibios».
Es el caso de dos gobernadores «cristinos».
Urtubey, el Bello Otero de Salta, que supo ostentar el poncho en el acto más oficialmente grotesco de la historia provincial.
O del emblemático Capitanich, alias El Coqui, gobernador del Chaco, vocero vocacional.
Según esta línea de interpretación, Kirchner, que es el marido que manda, suele degradar a los «cristinos».
Por ser los preferidos de Ella, Kirchner les impone una sobreactuada exhibición de lealtad. Hacia El.
Semanas atrás, en el quincho de la Casa de Salta, entre empanadas e interlocutores entonados, sin el poncho bermellón, se le escuchó decir al gobernador:
«Todos creen que soy un chupamedias de Kirchner, pero les aseguro que no es así». Estableció una pausa para agregar, antes que irrumpan las carcajadas:
«No se las chupo porque no me da bolilla. Quien me lleva el apunte es Cristina».
Tibiezas
A los gobernadores reticentes, a los que el filósofo De Vido denomina tibios, les va a costar, acaso, pagar los sueldos.
Scioli lo sabe. Por lo tanto, sin termostatos, baja o sube la temperatura artificial de su cuerpo. Frío o calor, tibieza nunca.
El titular de la Línea Aire y Sol ya tiene suficiente experiencia kirchnerista. Curtido en desencuentros y humillaciones. Fue generosamente degradado por ambos. Por Kirchner, que lo puso en penitencia institucional. Y por Cristina. Antes que fuera La Elegida. Y que ella tuviera que recostarse, precisamente, sobre los hombros preelectorales de Scioli. Para salvarse.
Los Kirchner, en cierto modo, también debieran enrolarse en la Línea Aire y Sol, que orienta Scioli, desde la ideología del vitalismo.
Con esperanzas y fe, siempre para adelante con el Estado Social Activo.
Para sobrevivir, Scioli prefiere poner el rostro, herméticamente congelado. A los efectos de defender, como un Caballero de la Orden de Asís, la causa perdida del kirchnerismo. Con sus situaciones estúpidamente límites. Sofocantemente terminales.
Aunque lo insulten a Scioli en Luján. O le preparen un escrache en Montes o en Tandil. Aunque, incluso, a la encantadora Karina le hagan pasar momentos indeseables. Detectada, para colmo, en plena inocente irregularidad, en materia, digamos, de desplazamientos.
Un gran dilema debiera atormentar a Scioli. Surcado por el destino previsible de Ruckauf.
Entre la lealtad a Kirchner, o la toma de distancia crítica, Scioli, el probable Neo Ruckauf, opta, razonablemente, por encuadrarse en el termómetro de la lealtad. Mantener los pies adentro del plato, como afirmaba el General. Aunque el plato este equivocado, y pueda ser arrojado, antes de estallar en pedazos, en la primera de cambio, hacia el precipicio.
Scioli entonces se enfría, para acompañar a Kirchner mientras espera. O se calienta, es lo mismo. Se le diluye, riesgosamente, la aceptación social. La positividad que signa su escalada en las encuestas. Desde donde Kirchner lo quiere, como sea, bajar. Aunque Scioli sea el único de los referentes, instalados sin asumirlo en la gatera, que puede asegurarle, a Kirchner, una salida, hacia Comodoro Py, menos dramática. Presentablemente elegante.
Por ahora, para Scioli, no es recomendable la tibieza. O la racionalidad. Porque se le puede incendiar, programadamente, la provincia.
Triunfo como obstáculo
Como modelo de Giordano, el gobernador Capitanich presenta el vestuario más emblemático. Joven consagrado, con curriculum impresionante. Juntó más honores espirituales de los necesarios. Le fue bien en la vida, como se desprende de la terrible carta del memorable Pedrini. Por último, las circunstancias de su privacidad afectiva merecen la gestación de una miniserie de Rocamora.
En pocas semanas, el modelo de referencia, Capitanich, dilapidó gran parte de su amontonado capital político. Paradójico reflejo involuntario de la obsecuencia.
Capitanich ganó cuando nadie confiaba en él. Ni deseaban, en la metrópoli, que ganara.
Emerge como un prisionero del triunfo. Flemáticamente hiperactivo.
Es improbable que algún ministro pueda seguirle el ritmo. «Al movilizarse, El Coqui agota hasta a los custodios», nos cuentan.
La persistente acumulación de viajes marca, en la casa de gobierno provincial, la dimensión mayoritaria de su ausencia.
«No está casi nunca en Resistencia», nos confirma otra Garganta. «Pero porque tampoco quiere estar».
Si no anda por el interior del Chaco, es porque Capitanich se aposenta, sobre todo, por Buenos Aires. En su departamento de Palermo, de Cerviño y Godoy Cruz. Donde comparte el palier con el prestigioso abogado Mariano Cúneo Libarona. Y es vecino, además, del eterno sindicalista, Jorge Triaca.
Confirma, la Garganta, que a Capitanich lo tienta, hasta la ambición, la posibilidad del salto de garrocha. Hacia el Ejecutivo nacional.
Quienes lo sobrevaloran afirman que Capitanich era el candidato puesto. El preferido de La Elegida. Pero para el Ministerio de Economía.
Sin embargo se interpuso, en el proyecto, el triunfo electoral. Como si fuera un obstáculo. Acompañado del vice de apellido indescifrable, Bacileff Ivanoff. Al que prefieren llamar, en Resistencia, El Yiyo. O simplemente El Búlgaro.
Según fuentes españolas, a partir del último viaje a Madrid, El Búlgaro agigantó sus ambiciones. Al extremo de confidenciar, entre plausibles tapas, la certeza de sucederlo a Capitanich. Bastante más pronto de lo previsto.
Huevazos
Del penúltimo viaje interno, Capitanich volvió desgarrado. En Pampa del Infierno padeció una situación infernalmente desagradable. Lo maltrataron a los huevazos limpios, lo insultaron.
Nadie se conforma con la interpretación oficial de la historia. Indica que los insultadores eran cordobeses contratados.
La versión se adoptó, según nuestras fuentes, en la reunión que aglutinó a los funcionarios repentinamente desorientados, en la sede del Partido Justicialista.
Como si prefirieran descartar, de plano, la verdad. Que fueron los pequeños productores, que abundan en el Chaco, quienes lo corrieron, a huevazos.
Vocería
Seres de olvido corto pero de indignación rápida.
Productores indignados que, mayoritariamente, en el pasado octubre, lo votaron. Reconocen que lograron, para sus créditos, la refinanciación beneficiosa que no consiguieron con los varios lustros de Rozas, el radical vencido. O durante el ciclo del Roy Nickish, el casi desaparecido antecesor.
Tal vez ocurre que los productores, los que lo huevearon, no alcanzan a entender el actual posicionamiento del gobernador. Porque lo perciben diluido, en un perfil de doble identidad. Como un provinciano obsecuente que los sorprende, en su condición de vocero de Kirchner. Que leyó, aplicado, aquel documento precocinado, que intelectualmente atribuyen, los que no lo quieren, a la inspiración de Urtubey.
Para los militantes chaqueños, Capitanich se merecía un destino superior que la vocería partidaria. Porque Kirchner fue, justamente, quien siempre lo desairó. Por ajeno y, sobre todo, por duhaldista. Y porque mantiene una relación, políticamente privilegiada, con La Elegida. Quien, secretamente, lo reservaba a Capitanich para el ámbito nacional, en Economía. Donde iba a cumplir un rol, al menos más locuaz, que el más desconocido de los Fernández. Carlos.
Profesionales del olvido
El tratamiento privilegiado, por parte de La Elegida, hacia Capitanich, pudo percibirse cuando ella se vino al Chaco. Para inaugurar la planta textil de Santana. Especializada en las telas de jean. En Puerto Tirol.
Al Búlgaro, pobre, le costó subirse al palco. Gritaba, para chapear y hacerse paso, que lo invitaban los empresarios.
El acto de la inauguración parecía proselitista. La Elegida se esmeraba en la especie de apoyo retroactivo. El que los Kirchner nunca le dieron, a Capitanich, durante la campaña, cuando luchaba, contra Rozas. Sin el menor estímulo oficial.
Porque no confiaban, simplemente, en él.
Gran profesional del olvido, Capitanich prefirió olvidar, igual que Scioli, la lista de desaires.
Para sobrevivir, Capitanich decidió jugarse en exceso por los arrebatos de Kirchner. Igual que Urtubey, Das Neves y Scioli. Y sobreactuar la lealtad hacia la causa perdida del kirchnerismo. Con una pasión, más resignada que fervorosa, que Kirchner, tal vez, no merece. Ni valora.
Si se los compara con los servicios ofrecidos, con el riesgo del vaciamiento político personal, lo que estos gobernadores consiguen, para sus provincias, son monedas.
La contraprestación es comparativamente irrisoria.
Serenela Cottani
para JorgeAsísDigital
Continuará
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