Tiempo de descuento
La Revolución se suplanta por La Recaudación.
Consultora Oxímoron
escribe Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsisDigital
En un clásico hallazgo, el Portal, a través de Oberdán Rocamora, supo definir a Kirchner como «un duro en el difícil arte de arrugar».
En su pugna, redituablemente alucinada, contra el campo, inusualmente unido, Kirchner pronto debe encontrar la fórmula para arrugar con inteligencia. Para arrugar, digamos, sin que se note. Con mecanismos formales que faciliten un término medio.
Hay que ayudar a Kirchner, por el bien de la república, a gestar el arrugue de barrera.
Caso contrario, el conjunto de arbitrarias prepotencias, jactanciosamente presentadas como el «modelo», se enfrenta al riesgo innecesario de estallar. Con la virulencia del espejo, golpeado con un mosaico.
Que quede entonces como decía Neruda. «Claro como una lámpara».
Si Kirchner no arruga, el «modelo» puede caerse a pedazos. Si arruga, como parece ser lo aconsejable, así sea con elegancia, le va a costar recomponerse. E imponer algo parecido al respeto.
En cualquiera de las alternativas expuestas, se asiste al marcado «tiempo de descuento».
La factura de la cuenta regresiva, en todo caso, debe abonarla, políticamente, su mujer. La Novia Ausente. La Presidente Delegada. Y esa transferencia de responsabilidades es indigna de un caballero.
Literatura gauchesca
Brota la escenificación del desborde recíproco. Primero, porque el gobierno, en el monólogo ilusorio, se desbordó en sus excesos, insaciablemente fiscales. Y las bases -chacareros, productores, tamberos, peones, oligarcas tardíos- desbordaron, literalmente, a las principales centrales empresarias. Las que deben asumir la obligación extraña de unirse. El influyente «mechismo» de Miguens debe juntarse con la lucidez del poderoso Biolcatti, desde la Sociedad Rural. Y actuar consensuadamente con la CRA de Llambías, o con la otrora rescatable Federación Agraria, que solía emocionar a los comunistas que buscaban aliados en los sesenta. O con Coninagro, donde tallan infinidad de productores, chacareros orgullosos que suelen identificarse tradicionalmente con las posiciones frontales de la señora Quiroga, alias La Pasionaria. Es la dama capacitada, en sus desbordes, para tratar de «descerebrado», por ejemplo, a Kirchner, el Presidente Real. Y para predisponerse a responderle preguntas a Jorgito Fontevecchia, el pensador neoexistencialista, hasta hoy injustamente irreconocido por sus impares.
Al límite del descontrol se llega por un encadenamiento de errores. Provincias globalmente movilizadas por el litigio. Desde el norte de Santa Fe hasta el Chaco, Santiago del Estero, La Pampa. Kirchner concibió, con sus desatinados despropósitos, la insólita unificación agraria. Y que los emotivos chacareros se pongan en feroz pose de combate. Para gestar la síntesis de la artificial literatura gauchesca, inventada -sostenía Borges- por los urbanos, en las ciudades. Pero los continuadores sociales de Ricardo Güiraldes se movilizan, gracias a Kirchner, con los personajes de Hilario Ascasubi.
Y componen un nuevo Martín Fierro. Porque, para sorprender a Leopoldo Lugones, se asiste, en un país de federalismo inexistente, a la plenitud del conflicto entre la profundidad del interior, contra el centralismo impuesto, unilateralmente, por los falsos federales que mal administran el destino de la nación. Y desperdician, imperdonablemente, una irrepetible oportunidad histórica de proyección.
En el fondo, en el conflicto entre el centralismo y el interior profundo, se percibe la ficción inerte de nuestra historia. En estas tierras florece el mayor unitario cuando un federal toma el poder.
Lo sugiere, acaso, Pagni, el filósofo positivista de la escuela marplatense. Cuando señala que Kirchner tiene suerte de que no exista, entre los gobernadores, otro Kirchner.
Un gobernador como aquel que fuera él.
De la Revolución a la Recaudación
La utopía de la Revolución se suplantó por la grosería de la Recaudación.
El modelo kirchnerista dista de ser románticamente revolucionario. Es insaciablemente recaudatorio. Incansablemente se repitió en el Portal: Sistema Recaudatorio de Acumulación. Que entra en tiempo de descuento.
Es precisamente la Recaudación, el contenido de La Caja, la fuente real que legitima la vulgaridad del vigente poder político.
La anécdota indica que las retenciones al agro, canceladas oportunamente por Menem-Cavallo, reincorporadas por Duhalde-Remes Lenicov, en el contexto socialmente desesperanzado del 2002, se tornaron sustanciales. Aunque asfixiantes para los chacareros que financian el festín, horriblemente distribuido, del 2008, con los Kirchner.
Mientras tanto, el optimismo oficial, tan frágilmente soberbio como inconvincente, se dedica a la gestación del peronismo selectivamente corporativo. Con la legitimidad que le brinda una recaudación que mantiene, a los gobernadores cautivos, aferrados. Calladitos. Sean de la devaluada corporación del peronismo, o del irrelevante Resto del Mundo.
Sin el mérito exclusivo de la Recaudación, sin el favoritismo del líder, que se encuentra sentado sobre la Caja, y distribuye el contenido a su antojo, no tiene el menor sentido insistir, por ejemplo, con el travestismo de los Radicales Kash.
Enemigos del Pueblo
Por lo tanto, los gobernadores cautivos, en especial de las provincias involucradas, deben sentir, mientras los desbordan, que protagonizan un drama del noruego Ibsen. Por ejemplo, el «Enemigo del Pueblo».
Sobre todo cuando los Kirchner se ocultan en el Fuerte de Calafate. Y el titán Alberto Fernández los convoca telefónicamente. Para pedirles, a los desbordados, que intercedan ante los dirigentes rurales de sus provincias. A los que las bases los pasaron, literalmente, por encima. Porque no tienen otra alternativa que ponerse a la cabeza del reclamo. Para que los chacareros de Ascasubi no avancen «con la cabeza del dirigente».
Se desmorona, entonces, la arquitectura política de La Recaudación. Porque los gobernadores se encuentran disciplinados por los méritos de la Caja, estructurada, en gran parte, por unas retenciones revolucionarias que se quedan en las arcas de la nación.
¿Ubi mea est?
¿»Ubi mea est»? preguntarían, en latín, los gobernadores. Los epigonales sofistas del pensador Richard Fabris.
Traducido: ¿Dónde está la mía?
¿A cambio de qué?, nos confía, una Garganta.
Carece de sentido, para los gobernadores cautivos, dar la cara por una gestión nacional que los subestima. Los doblega. Los disciplina. Los maltrata y reduce.
Con la sinfonía inconclusa de las Retenciones Móviles, el ministro Lousteau, el fusible móvil, creyó haber captado, dos semanas atrás, la solidaridad de los ministros provinciales de economía, y de producción.
Por altas dosis de ingenuidad, no imaginaban, según la Garganta, la magnitud de la reacción. Los convirtió en árboles caídos.
De los gobernadores, hasta hoy, Binner es el que emerge más entero. Por interpelar, admirablemente, al raciocinio. Por recurrir, engalanado por su rostro serio, al auxilio del degradado sentido común.
Pero Uribarri, de Entre Ríos; Capitanich, del Chaco; Jorge, de La Pampa; Zamora, de Santiago del Estero (amante insaciable del dulce de leche); y en menor medida Schiaretti, de la Gran Inmobiliaria Córdoba-Punilla, tratan de jugar a la antigüedad del hula hula. Con forzados movimientos de cintura, de relativa eficacia. Y con una extraña pasión por los beneficios del silencio. Deben evitar ser lacerados por «la presión de las bases», y sortear discretamente las apelaciones antagónicas del poder central.
El más golpeado, hasta hoy, según nuestras fuentes, es el paisano Alperovich, que debió padecer una rebelión interna.
Y el más discutible picarón, como siempre, es Scioli, el referente de la Línea Aire y Sol, injertado en la provincia de Buenos Aires. Porque Scioli optó, en un acto de arrojo, por rajarse, con una justificación vital. Fue a buscar inversiones en Brasil, para la provincia. «Con fe, con esperanza, siempre para adelante».
Rostros del kirchnerismo
De ser la Argentina un país menos imprevisible, habría que acotar, el tema del campo, a la competencia de la Secretaría de Agricultura. Volvé, Felipe (Solá), comparativamente sos Carlos Pellegrini.
Y los desmanes provinciales, hacia la competencia del ministerio del Interior. Carlos (Corach), en cualquier momento, puede ser comparativamente glorificado.
Más que el rigor de la ausencia, lo que alarma es la sensación de la insignificancia política.
Por lo tanto no asombra que otra vez, el verdadero rostro del kirchnerismo, en medio de la desertificación conceptual, lo represente D’Elía, a través de la oralidad. Y Verbitsky, a partir de las ideas desplegadas en su escritura. Tampoco puede asombrar que la capacidad persuasiva del estado, en el tiempo de descuento de Kirchner, quede reservada, cívicamente, para los camioneros saltarines de Moyano. De la Brigada Beroiz, frontalmente dispuesta al sacrificio de la persuasión.
Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, especial para
JorgeAsisDigital
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