Gases fraternales
Argentina, como actriz de reparto, participa en La Comedia del Liderazgo.
Consultora Oxímoron
escribe Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, Dpto. Geopolítica.
Especial para JorgeAsísDigital
«Argentina es la prioridad estratégica para el Brasil», nos piropea el Canciller Amorim. Y lanza otro globo de gas.
Para la prioridad argentina, no habrá, de yapa, ni un miserable metro cúbico del gas, de los 30 millones diarios que Brasil recibe de Bolivia.
Para interpretar claves fundamentales, hoy es más importante saber algo de gas que rebuscarse un poco con la filosofía.
El humanismo pierde ante la indispensabilidad de la tecnología. Nada puede hacer Kant, ni Tomás Abraham, Kovadloff o Alejandro Rozitchner, si el invierno, en el imprevisible sur, es demasiado cruel.
El temor a que no prenda la hornalla supera, hasta en lo abstracto, la más intensa angustia existencial.
Geopolítica del Gas
El gas sirve, aparte, para explicar la actualidad geopolítica. A propósito, recomiéndase leer «Geopolítica del gas», ensayo del boliviano Andrez Soliz Rada.
Trátase del que fue primer ministro de Energía de Evo Morales. Sobre todo fue un discípulo del notable Abelardo Ramos.
Por el gas, Brasil y Argentina, hoy son virtuales rehenes de Bolivia. Al menos hasta que Brasil comience a recibir, en la Bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, o en el Pecem, en Ceará, los envíos de los «barcos regasificadores». Con GPL, gas de petróleo licuado, que procede, en este caso, de Nigeria. Y que puede proceder de países menos presentables. Similares, sin ir más lejos, a Guinea Ecuatorial. Al que la Argentina, olímpicamente inculta, le ofreció la ignorancia concentrada en «La Lección del Dedito».
Entre los altibajos de su consonancia temporaria con Venezuela, Bolivia especula, en la actualidad, con el gas que no le alcanza. Simplemente porque vendió más casas de las que tenía. Porque intentó evacuar más alto de lo que podía su trasero. Dicho sea para desconsuelo de los destinatarios del insuficiente producto natural. Los que deben plantearse mecanismos alternativos de suplantación, donde interesa, sobre todo, la cuestión del liderazgo. Una obra donde Argentina tiene un rol deslucido. De reparto.
Asociada con el bolivarianismo de PDVSA, y ante la reticencia fraternal de Brasil, Argentina apuesta, según nuestras fuentes, por la construcción de una Planta Regasificadora. A construirse en las proximidades del puerto de Bahía Blanca. Y por mil millones de glucolines verdes. A los efectos de recibir el Gas Licuado de Petróleo (el GLP), procedente de los países de ultramar, para procesar el producto y distribuirlo entre los desconfiados vecinos. En general los barquitos proceden de los estados convencionalmente antipáticos para la sensible Cristina. A los que debe necesariamente tratar con altanería y negatividad, a los efectos de legitimar la interminable autoflagelación, que aún brinda ilusorios réditos en el plano interno.
Aunque el fraternal vecino estratégico no lo diga, Brasil desconfía de Argentina. Lo suficiente, por ejemplo, como para no arriesgarse a permitir que desde Argentina, por la municipalización de su política exterior, le cierren la llave de paso al Uruguay. De los tres millones de metros cúbicos que aquel país, identificado con la idea de un balneario, necesita.
Por lo tanto es factible que Lula fraternalmente reitere, durante su visita solidaria, la conveniencia de instalar, la misma planta, en la bahía de Montevideo. Y desde ahí enchufar.
Confluencias
Aquí confluyen las estrategias nacionales de los países que las tienen, como las que mantienen Brasil y esta Venezuela, con las dificultades coyunturales. Las vulgaridades de las problemáticas internas.
A través de la onda inflamada, retóricamente revolucionaria, Bolivia confirma el etnicismo de su identidad, a través de la administración selectiva de la venganza histórica.
El colonizador español ya le despojó, a Bolivia, con impaciencia de siglos, aquel superado «commodity» de la plata. Desde distintas procedencias, los mineros insaciables le saturaron el estaño. Los chilenos, para completarla, les vedaron las terrazas del mar.
Aparte de las reivindicaciones reclamatorias, a Bolivia le queda el recurso del gas.
Bolivia sostiene entonces el gas, como si fuera su penúltimo commodity. Entre los dos gigantes. Y asociada al charlatanerismo de nuevo rico del agrandado que también quiere serlo.
En realidad, con la Argentina anquilosada, intelectualmente desertificada, paralizada en la impotencia de la autoflagelación interminable, el único gigante respetable, del subcontinente, es Brasil. Potencia considerada «subimperialista», por los cuadros más radicalizados de Bolivia.
Sin gran esfuerzo, y antes de comprarle las principales empresas que resistían, Brasil se las ingenió para desplazar, a la inmoralizada Argentina, del primer plano. Hasta la desalojó, incluso, de la agenda de Bolivia. Que mantenía, a la Argentina, como referente no exclusivamente inmigratorio. Méritos irreconocidos, acaso, del Barón de Río Branco. Trátase del estadista que aprovechó el conflicto irresuelto de Bolivia con Chile. Aunque también aprovechó el extraño virus del Boludol que se había apoderado de gran parte de la desidia nacional. Para facilitarle, a la aislada Bolivia, la salida hacia el Atlántico. Desde el puerto pintoresco de Santos. Interpretación, parcialmente chicanera, de la historia.
Humillaciones
En el límite, el Brasil de Lula debió soportar, que la Bolivia del Evo, lo humillara puntualmente. Con las nacionalizaciones incentivadas, con competitiva perversidad, por la Venezuela de Chávez. Quien mantiene también una respetable estrategia, aunque actualmente surcada por los severos nubarrones que anticipan la declinación.
Aparte de la sustancialidad de la repartija del gas, en este momento se encuentra en juego, en la América Latina, la ficción del liderazgo.
Hay que tenerlo en cuenta para tratar, con algo parecido al rigor, la nueva visita de Lula. Y la cumbre de ambos, con el Evo. Con la señora Cristina como anfitriona. Ella debiera estar, al menos entre el viernes y el sábado, a la altura de las circunstancias que van, a su pesar, a analizarse.
No debiera estar preparada, apenas, para lograr que la banda que la sostiene se ocupe, en exclusiva, de asociarse ventajosamente con Petrobrás. Al tratar los activos nacionales de la liquidación, por abandono, de la Esso.
Mientras se asiste a las vísperas del paulatino retroceso del exabrupto bolivariano de Venezuela, percíbese -y Cristina debería darse cuenta- un ostensible crecimiento de la gravitación específica del Brasil.
A Chávez deja de responderle, hasta biológicamente, la Cuba de Fidel. La verdadera mantenida que supo encontrar, en Venezuela, la suplencia de la Unión Soviética.
Sin embargo, racionalmente Raúl Castro prefiere inclinarse, y hasta con diplomática imprudencia, hacia la hegemonía del Brasil.
Porque es Brasil, aparte, el máximo interlocutor confiable que puede ayudarle a resolver, a la inviable Cuba, el falso dilema con los Estados Unidos.
Si se desvanece pausadamente en el plano interno, y se le diluye hasta la influencia en Cuba, a Chávez le queda, aparte de las vacilaciones de Bolivia, el país de alquiler. La Argentina que institucionalmente, por una conjunción de irresponsabilidades, perceptibles en su máximo nivel, debe encontrarse aferrada a Venezuela. Como consecuencia de una colección humillante de negocios que tienen muy poco que ver con la geopolítica. Que se encuentran más próximos, en realidad, a la ética de la marroquinería.
Ni un metro cúbico
Brasil no está dispuesto a ceder, lo dijimos, al país estratégicamente prioritario, ninguno de los miserables 31 millones de metros cúbicos de gas que recibe, a diario, de Bolivia.
Justamente la Argentina de Kirchner supo desmarcarse, del Brasil de Lula, cuando parecía que Chávez avasallaba con mayor contundencia. Entonces Kirchner arregló, con el Evo, por siete millones de metros cúbicos diarios. Aunque apenas nos llegan tres. Y a un precio doblemente superior al que paga Brasil.
Pero Bolivia, como consecuencia de su política revolucionaria, no puede cumplir con los colosales rehenes. La inseguridad jurídica es tan grave, en el fondo, como la carencia de previsión. La prepotencia revolucionaria disuade a los inversores, y los deja a medio camino. Interesados en llevársela. Nunca en poner.
De los 42 millones de metros cúbicos que supone producir este año, sin ningún imponderable, 38 millones de metros cúbicos se encuentran comprometidos para los dos rehenes principales. 31 y 7. Sin embargo Bolivia necesita seis millones de metros cúbicos para prender las hornallas del consumo interno. Como no los tiene, en el país del gas se asiste a la dificultad de los racionamientos de gas. De los cortes. Ceremonias a las que no quieren, democráticamente, arriesgarse. Ni Lula ni Cristina. A los fraternales que muy poco los conmueven los racionamientos ajenos. En sitios como La Paz, Tarija, Cochabamba y Oruro.
Los cortes le producen al Evo un desgaste irremediable en el plano interno. Pero simultáneamente emergen como el argumento de hierro, para ajustar las necesidades de sus rehenes.
Los números no cierran, el gas no alcanza.
«Me parece que estamos en un problema». Puede fraternalmente decírselo Lula a Cristina. Como se lo dijo Butch Cassidy a Sundance Kid, en aquel final inolvidable del film. Cuando los pistoleros se encontraban rodeados de militares bolivianos que se disponían a matarlos.
Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, Dpto. Geopolítica.
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