¿Quieren ganarle a Macri o no? (I)
Dilema de Peronistas Perdonables en vísperas del Día del Perdón.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Tres presidentes fueron por la reelección y tuvieron suerte. Los tres pertenecen al conglomerado del peronismo, en sus distintas vertientes. La vertiente fundacional, Juan Domingo Perón. La vertiente que alude a la transformación relativamente neoliberal, Carlos Menem. Y la vertiente de la Revolución Imaginaria, la señora Cristina Fernández. En realidad, es casi imposible vencer al presidente en ejercicio cuando se dispone a quedarse. Primero porque, si decide ir por la reelección, es porque cuenta con la seguridad de ganar. Pero sobre todo porque los actos banales de gobierno se convierten en meros pretextos para la campaña electoral permanente, financiada por el gorro frigio del Estado.
Es jugar, en la práctica, en una cancha inclinada a favor del que pretende reelegirse.
Sin ser peronista -aunque supo prepararse para ser presidente en un frente con el peronismo-, Mauricio Macri alcanzó la presidencia después del viraje. En acertada alianza con la Unión Cívica Radical.
Aquí Macri permitió que los radicales vencieran al peronismo, por tercera vez. Es el fundamento de la concepción del Tercer Gobierno Radical (que los banales toman por feliz chicana).
Entonces Macri es el primer presidente “no peronista” que no solo concluye con aire su gestión. Se dispone, aparte, a prolongarla.
Aunque su gobierno sea efectivamente malo, vencerlo será una proeza. Contiene el control profesional de los resortes claves del Estado.
Pero se siente fortalecido también por otros atributos. El apoyo frontal de Clarín y Nación, poderosos medios transformados en instrumentos de pulverización del adversario.
Y cuenta (Macri) también con la predica sistemática de los contadores del Fondo Monetario Internacional, que hoy ofrece la autoría del único programa económico del TGR.
Enmarcados en la campaña, los contadores del Fondo de Madame Lagarde advierten, a los gritos, sobre los riesgos que puede ocasionar un cambio. Que con tantos fierros a su favor, Macri pierda las elecciones y regrese «el populismo».
Ocurre que en la Argentina trabada impera la política tóxica.
El gobierno desastroso que fracasa pretende perpetuarse con la extorsión a la sociedad que lo legitima. Porque clava la persistencia de la otra alternativa peor. La que lleva, en la compulsiva extorsión, a repetir el ejemplo de Venezuela.
Pero el macrismo se agota en Macri. Carece de perspectivas de continuidad.
Por lo tanto Macri no tiene otra alternativa que ser él, exclusiva garantía de conservación del poder. Aunque Sor Vidal lo supere, con amplitud.
Ocurre que Sor Vidal, Larreta o la artificialmente ascendente señora Bullrich, distan de representar lo mismo que representa Macri para el antiperonismo institucionalmente organizado.
Y «Cambiemos» es el macrismo sumado a los Buscapinas bien orientados en mojar la medialuna de los cargos.
Todo está como era entonces
Tiempo congelado. Se reiteran los valores de 2015. Nada cambia, en el fondo, en la monotonía del escenario.
En 2019 pueden perfectamente utilizar la receta aplicada en 2015 y 2017, con excelentes resultados.
Indicación básica: confrontar con La Doctora. Instalar la cruzada contra la corrupción de la jefa de la asociación ilícita, la Revolución Imaginaria del kirchnerismo.
En primera línea, otra vez, se encuentran Macri y Sor María Eugenia Vidal. El primero es el gran adicto al reposo. La segunda contiene la extraña adicción al sacrificio.
Sor María Eugenia fue enviada al matadero del sacrificio en 2015 y salió peligrosamente airosa como gobernadora de la inviable Buenos Aires. Como es enviada al matadero en 2019, aunque se encuentre más fuerte en imagen, credibilidad y fortaleza, que el fervoroso Domador de Reposeras. Doma hasta las reposeras más salvajes.
Enfrente, en la misma primera línea, La Doctora suple a Scioli.
Consta que la teoría elevada, que alude al triunfo de los oficialismos, es irrebatible solo cuando el Conductor es el que va por la reelección.
Con Scioli y La Doctora pasó algo similar a lo que ocurrió con Menem y Duhalde.
Supo expandirse la sospecha de que el Conductor, como sucesor, prefirió más al adversario que al continuador escogido del mismo bando. Maquiavelismos de barrio.
Duhalde le facilitó a Menem el acceso conveniente de De la Rúa, para después intentar volver.
Perfectamente Scioli, a través del mismo enfoque, pudo facilitar el acceso al poder de Macri. Para que La Doctora, en otro intento, volviera triunfal.
“Siempre es difícil volver a casa”, tituló su novela Antonio Dal Massetto.
Hoy Macri y La Doctora emergen como los adversarios recíprocamente elegidos.
Sin embargo, como en 2015 se les vuelve a entrometer el mismo tercero. Es Sergio Massa.
Se las ingenia Massa nuevamente para ingresar en la discordia. Asociado hoy a Juan Manuel Urtubey.
Aunque los socios, Urtubey y Massa, tal vez no se hayan dado cuenta de la sociedad natural que formaron. Va más allá de una fotografía.
El resto es paisaje. Llanura. Fotos. Declaraciones. Asados.
Alucinaciones de septuagenarios melancólicos. De los peores. Los que tienen iniciativas. Para mojar las medialunas eternas que enarbolan.
Día del Perdón
De repente, sólo si los peronistas se diploman, en conjunto, de tontos, puede aceptarse que el Tercer Gobierno Radical, pese a la aceptada ineptitud, logre perpetuarse. Prolongarse otros cuatro años.
Aliciente que estimula a los peronistas más rencorosos.
Los que apuestan a que, en los próximos cuatro años, la influencia de La Doctora va a desvanecerse para siempre.
Dilema que atraviesan distintos referentes del Peronismo Perdonable. Situación límite, ingrato momento de decisión.
Acuerdan con La Doctora o siguen enojados con ella. Para facilitar la alegría espiritual del antiperonismo, hoy consolidado en Macri.
Cabe la pregunta del título:
¿Los peronistas quieren a ganarle a Macri o no?
Al cierre del despacho, sólo dos peronistas con posibilidades manifiestan con convicción el deseo de vencerlo.
Uno es Sergio Massa, el profesional que armó el Frente Renovador, para elevarse, desgastarse, caerse y admirablemente resurgir.
La otra es La Doctora, que desde la centralidad en adversidad armó la Unidad Ciudadana, para brindar consuelo a su “frepasito tardío”.
Consta que los peronistas culturales hacen malabarismos para ocultar que son peronistas culposos. Inventan sellos, acaso, para encubrirse.
Si en el peronismo se instaura el Día del Perdón, y se disponen al pragmatismo de convivir, el Tercer Gobierno Radical, que se muestra imbatible, puede disolverse en un desordenado conjunto de trolls sin conducción. Ante el decepcionado tormento de Madame Lagarde, y la toma de conciencia de la propia inutilidad de quienes controlan los grandes medios, y deberán tratar el abrupto cambio de modelos en la pasarela de Comodoro Py.
Si se instaura el Día del Perdón, en el peronismo fracturado, y se acuerda, La Doctora debería desistir de ir para la presidencia.
No puede someterse, a todo un movimiento, en la defensa frontal del sistema recaudatorio que terminó para el demonio.
O para jugarse la vida por las imperfecciones de la hotelería equivocada. O por desleales secretarios.
Sería el error que Macri espera. Y que necesita con desesperada urgencia.
Continuará
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