Magnetto, Francisco y Milani
La selectiva lógica del poder cristinista.
Consultora Oxímoron
sobre informe de Consultora Oximoron
Redacción final de Carolina Mantegari
especial para JorgeAsisDigital
Introducción
Penúltima recuperación
En «Pelota a Paleta» (cliquear) se alude al juego de La Doctora contra el frontón (que es la realidad).
Para Consultora Oximoron, La Doctora juega políticamente sola. Sin contrarios a la vista.
Confronta con la tendencia hacia la autodestrucción (de la que suele recuperarse). Y confronta con la indignación permanente de la sociedad que oposita. Es un sentimiento racional, democráticamente vacante, que no canaliza ningún exponente de la oposición.
La sociedad que oposita no encuentra el opositor que la represente.
Entre 1930 y 1976, el hartazgo equivalente pudo haber sido aprovechado por algún General.
Ante la complacencia de la sociedad, Uriburu, Onganía o Videla tomaron el poder. Para generar -de facto- los respectivos fracasos cíclicos. Posteriormente condenados por la misma sociedad (siempre inocente).
La capacidad de recuperación, que sucede a las declinaciones, es un atributo principal del cristinismo.
Son caídas que admitieron la falsa evaluación del «boleto picado». La certeza de toparse ante la crisis final, de la que -invariablemente- el cristinismo resurgía. Caídas que fueron tan innumerables como las recuperaciones.
Tal vez se asiste, en la actualidad, a la última recuperación. Pero por prudencia corresponde escribir la «penúltima».
Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron
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Los ejemplos de Héctor Magnetto, El Beto, de Jorge Bergoglio, San Borocotó, y del general César Milani, El Seductor de Sexagenarias, sirven para interpretar la lógica selectiva del poder cristinista.
En Guerra de Convalecientes (cliquear) se reflejaron aquí los tensos tramos del litigio recíprocamente devastador entre Kirchner-Cristina y Magnetto-Clarín.
Un divorcio contencioso que se arrastra hasta el cierre del informe. Entre 2003 y 2007 fue una relación pasional de conveniencia mutua.
Se mantuvo inalterable el apasionamiento similar de la pelea. Agravada por el epílogo de la llamada «crisis del campo». Cuando perdieron Los Kirchner. Hasta quedar, en el declive, casi debajo de la lona.
Pero la respuesta de El Furia fue letal. Recurrió a la lealtad cautiva del parlamento para impulsar la Ley de Medios. Instrumento que en 2009 nació viejo, especialmente obsoleto y sobre todo vano.
De todos modos, cinco años después, La Ley de Medios sirve para que La Doctora no se dé por vencida y lo vuelva a acosar, a través de Sabbatella, El Psicobolche II, al enemigo heredado.
Al contrario de El Furia, La Doctora nunca pudo disfrutar de los beneficios de la complacencia informativa de Clarín. De la armonía registrada en los tiempos de la amistad con Magnetto.
Acontecía que El Beto, para El Furia, estaba adentro. Y de los aliados sólo esperaba incondicionalidad absoluta. Sin las menores sutilezas que presenta el fenómeno de la comunicación.
«O están conmigo o no», era la consigna.
Al tomar distancia crítica, por cuestiones profesionales o comerciales, Magnetto se transformaba en el enemigo total.
Para el kirchner-cristinismo la construcción del enemigo siempre fue básica, casi esencial. Meros leños para la hoguera de la causa épica. Y de ningún modo era porque aplicaran las teorías esotéricas de Laclau, al contrario. Los buscapinas que teorizaban era para explicar la acción, siempre previa.
Sea contra el jugoso neoliberalismo de los 90, la papelera de los uruguayos, la inagotable prensa concentrada de Clarín. O los buitres de Griesa.
Reciedumbre del olvido
En menor medida, cualquier desdichado que haya estado adentro, y se haya distanciado, padece su irremediable condena. Se hace acreedor a la reciedumbre del olvido. Y si sobrevive y eleva la cabeza, el sujeto tiene un destino asegurado de desprecio. Objeto marcado de aniquilación.
Sea Alberto Fernández, El Poeta Impopular, arrastrado en la tormenta anti-Clarín.
O sea Sergio Massa, El Renovador de la Permanencia. Es el peor. El que osó vencer imperdonablemente a La Doctora. Hoy es el declarado máximo enemigo del cristinismo. Para colmo es un objeto de desconfianza, aparte, por Magnetto. Por estar Massa condecorado con la amistad de la dupla Vila-Manzano. Y sobre todo por Alberto Pierri, El Muñeco de Echenagucía.
Y por si no bastara Massa se encuentra mantenido a la distancia también por el venerable Francisco. El Papa que se derrite de tanto amor que desparrama ante el universo, aunque mantiene inalterable el rencor por mezquindades terrenales.
Sea también, acaso, Juan Carlos Fábrega, El Sensato Marginal, que inteligentemente opta por alejarse. Para aspirar a los atributos del olvido. Como si estuviera en falta imaginaria por algo.
En su lógica del poder, el cristinismo nunca redime al que estuvo adentro y prefiere tomar distancia. Menos puede permitir que, aquel que se vaya, parta con algún atisbo de prestigio. Como Fábrega.
O los humille con un triunfo ofensivo. Como Massa.
La captación del enemigo
En cambio Jorge Bergoglio, El Cardenal, nunca fue amigo. Ni tampoco estuvo adentro. Como estuvieron Magnetto o Massa.
El Cardenal se diplomó de enemigo cuando desmoronó la estrategia de permanencia que Kirchner había diseñado. Fue en 2006, cuando autorizó al Obispo Piña a confrontar con Carlos Rovira, en aquel plebiscito de Misiones. Y El Cardenal le ganó, justamente cuando El Furia tenía el país rendido. Arrodillado ante su bragueta.
En adelante Bergoglio pasó a ser diabolizado como el enemigo principal. Con fundamentos. Porque detrás del planteo de reelección de Rovira se ocultaba el proyecto de santacrucificación total. La reelección indefinida, como en Santa Cruz. Proyecto pulverizado con la imagen del San Miguel Arcángel.
La respuesta no se hizo esperar: El Furia decidió humillarlo a Bergoglio a través del parlamento cautivo. Pegó donde más le dolía. Lo castigó con La Ley de Matrimonio Igualitario. Pero le otorgó a la década la pátina progresista que brindaba, hacia el mundo, la máxima imagen de la tolerancia.
Para Oximoron, el manejo absoluto del parlamento resulta indispensable para aplicar el rigor del cristinismo explícito. Para valorar la admirable capacidad para la readaptación.
Teoría que se comprueba cuando el enemigo, el Cardenal, es designado Papa. Para convertirse en el Francisco emotivo y racional, distribuidor de la esperanza.
Es cuando La Doctora se somete al poder de Francisco. La supera. Espiritualmente la da vuelta. La doblega pero la contiene.
Entonces La Doctora se somete ante el que fue enemigo, pero para captarlo. Y hacerlo amigo. Lo grave es que lo capta.
Hoy La Doctora y San Borocotó se llevan como Hansel y Gretel. Pasean de la mano por el prado del anti-capitalismo, y cautivan juntos a Vladimir Putin, para quien el manejo del poder es natural como el té de la mañana. Putin es un zar de Rusia como lo fue Stalin, pero sostenido por el PC superador de la Iglesia Ortodoxa, que legitima la persecución medieval hacia los homosexuales rusos, de La Siberia o de San Petersburgo. Lo cual no impide que Putin y La Doctora mantengan el diálogo más enternecedor, y justamente en materia de comunicación. Es la conmovedora alianza entre quien persigue a los gays, como si fueran delincuentes, y quien se jacta de tener el Matrimonio Igualitario para todos y todas.
Final con Brinzoni y Milani
El general Brinzoni, ex jefe del Estado Mayor del Ejército, no entendió la lógica del poder que estaba por instalarse en 2003.
Antes de asumir la presidencia, y por teléfono, El Furia le preguntó:
«General, ¿usted está conmigo o no?».
«El Ejército no hace política», le respondió Brinzoni.
«Lo sé, pero lo que quiero saber si usted está conmigo o no».
Brinzoni no captó la dinámica del lenguaje que después percibió perfectamente el general Milani.
Situado en el balcón de la historia, Milani no vaciló en asegurarle a La Doctora que el Ejército estaba identificado con el modelo de inclusión.
Un modelo progresista bastante extraño que merece un informe especial de Oximoron. Es defendido por la inteligencia carísima y sofisticada del Ejército. Y que cuenta, para colmo, con el apoyo sustancial del máximo nivel del purpurado.
Carolina Mantegari
Consultora Oximoron/Redacción final
para JorgeAsisDigital.com
permitida la reproducción sin citar la fuente.
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