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El envío 1000

Almuerzo íntimo en Place Dauphine. Autocelebración del JorgeAsísDigital.

Jorge Asis - 5 de julio 2012

Editorial

El envío 1000(desgrabación a cargo de Carolina Mantegari)

París

Jorge Asís.- Los convoqué, amigos, para festejar, en la intimidad, el envío número 1000. Y para mantener la conversación pendiente. La que tanto cuesta tener en Buenos Aires. Donde cada uno está lógicamente en la suya y nos absorbe, implacable, la esponja de la coyuntura.
Saben, o lo sospechan, que planifico quebrar la virtual alternancia entre Buenos Aires y París. Para instalarme, por un tiempo, acaso definitivo, en París, y continuar, de ser posible, desde aquí, con el Portal. En versión, también, francesa. Y con la ambición de continuar con los mismos colaboradores. Ustedes.
Osiris para la Política Internacional y la Consultora Oximoron. Carolina para el área inagotablemente cultural. Serenella como corresponsal itinerante, sin cambios. Y Oberdán, por supuesto, para la remada general. Los ramos generales, como suele llamarlos. Y a Medea, nuestra valorada especialista en Conocimiento Alternativo, que se trasladó directamente desde Antibes sólo para este almuerzo, podríamos aprovecharla más que en la Argentina. Donde todos nos reclaman que se les cuente de astrología y de esoterismo pero, en cuanto nos ocupamos del tema, nos adjudican escasa seriedad. Suerte que no nos importe mucho. Pero jode.

Aunque también debo contarles que el desplazamiento se posterga, mis amigos, por cuestiones personales. Con los problemas parroquiales que no quiero abrumarlos. Ocurre que van a editarse diez libros míos. Tres de ellos son inéditos, y los otros siete pueden ser incluso tan novedosos como los nuevos. Por razones que me reservo. El primero que sale es el inédito «Hombre de Gris». Pero viene acompañado por el «Diario de la Argentina», la novela que me va a sobrevivir, editada hace 28 años. Por lo que significa, por la magnitud de la Guerra-Divorcio entre el cristinismo y el Grupo Clarín, prefiero estar, cuando aparezca, en Buenos Aires. Donde, les confieso, me interesa conciliar más mi insoportable perfil alto con mi oficio de escritor, que de político. Lo aclaro para asegurarles que no los voy a sorprender con ninguna otra aventura electoral. No me prendo.
Pero si los convoqué fue para festejar los mil envíos. Las mil producciones del Portal, durante la patología del kirchnerismo. Para felicitarlos por los logros. Para agradecerles por haberme soportado. Para escucharlos.

Osiris Alonso D’Amomio.- Francamente, Asís, yo puedo serle mucho más útil aquí en París que en Buenos Aires, donde la política internacional, o la geopolítica, sólo interesa en círculos pequeños, casi restringidos. Conste que no le paso ninguna factura por no publicarme más textos de los que le propongo. Sé que cuando el Portal trata la política exterior mantiene un 45 por ciento menos de encendido que cuando trata la política doméstica. En Argentina interesa más Horacio Rodríguez Larreta que Barack Obama. O Héctor Timerman que Ángela Merkel. Llevo dos días en París y créame que no me perdono por haberme abstenido de escribir, sin ir más lejos, sobre Viktor Orban, el Kirchner de derecha de Hungría. Como Internet facilita el abordaje informativo yo podía haber tratado hasta la reivindicación de Horthy. Es el dictador antisemita menos conocido. Y desde mi computadora de Barracas.
O podía haberle escrito sobre las impresionantes barbaridades que transcurren en Mali. De la destrucción de los templos de Timbuctú. Ciudad anclada en la memoria que está un poco más debajo de Algeria. Es decir, hay barbarie pre medieval a dos horas y media de vuelo de París. Aquí también, se me ocurre, tendrá más campo de acción la Consultora Oximoron.
En definitiva, cuénteme siempre como su colaborador. Pero debo aclararle que también estoy obturado por algunos problemas personales que prefiero no tratar. Es decir, quilombos de mujeres, hijos cruzados, responsabilidades.
Pero conste que prometo explicarle estratégicamente el mundo, desde Barracas.

Carolina Mantegari.- Si es por mí, Jefe, ya puedo instalarme en una «chambre de bonne» y olvidarme de San Telmo. Y de aquí no me saca más. Tendrán, en todo caso, que deportarme.
De sólo dar una vuelta por las librerías de Montparnasse ya tengo material para siete crónicas. La intrascendencia de la literatura francesa es paradójicamente complementaria de la presencia intensa de las literaturas del mundo. Y me fascina, como el tenor de los debates, que yo podría emputecerlos aún más.
Me encantaría entrometerme en las discusiones entre los miembros de la comunidad de filósofos presentables y Michel Onfray. Es el autor del «Tratado de Ateología», que le recomiendo. Transcurren en la página central de «Liberation», o remiten al semanario «Le Point» y tratan de la existencia o no de Dios. Y qué quiere que le diga, me encanta producir cultura en una sociedad que discute públicamente extravagancias semejantes.
Alcanzaría, aquí, puedo asegurarle, la ataraxia de Epicuro. Como percibo que Oberdán me mira con ironía sobradora le explico que puede entenderse la «ataraxia» como un éxtasis de tranquilidad espiritual. Puede corroborarlo, también, en «El enigma Spinoza», de Yalom.
Sé que me voy por las ramas. O por las «aventuras de la libertad», como las llamaría Bernard Henry-Levy. Pero cuando disponga me tiene como soldada. Me vengo con usted así deba dormir en la «chambre de bonne».

Oberdán Rocamora.- Yo estoy condenado a seguirlo. ¡Si hasta me informatizó en exceso! Con usted ya tengo un joint-venture hasta en Facebook y en Twitter.
Por supuesto que puedo remarle la política local. Tiene color, dramatismo y decadencia -casas más, casas menos- como la de Argentina. Puedo entretenerme durante meses con el fenómeno de las tensiones combinadas con las pasiones amorosas. Es un cóctel magistral. Por ejemplo el triángulo que conforman Francois Hollande, Valerie Trierweiler y Segolene Royal.
O con los enternecedores desbordes de bragueta de Dominique Strauss Khan, que se bajó medio París femenino, para alborotado tormento de Anne Sinclair.
O puedo divertirme también con el canibalismo judicial que se registra sobre Nicolás Sarkozy. La ferocidad nada tiene que envidiarle a la pequeñez de allá. En cuanto se pierde el poder, avanzan invariablemente las causas penales.
Nuestra César y De Vido tienen que mirarse en el espejo de Sarkozy.
Pero si me da a elegir, socio, debo decirle que celebro sus problemas personales. Porque lo obligan a estar en Buenos Aires. Donde, no se enoje, en el plano personal, y aquí yo lo arrastro, me parece que allá hacemos más falta. Los dos.
Le diría más, socio. Quisiera que volviera a invitarnos a París. Pero para celebrar el envío número 2000. Eso sí, junto a Max Galin, sin dejar afuera al webmaster, que trabaja tanto entre sus computadoras de Belgrano que no puede moverse.

Medea Lobotrico-Powell.- Me identifico con Osiris cuando dice que aquí podrían aprovecharlo más. A mí también.
Podría escribir más tranquila para una sociedad abierta, donde se puede comprar, por 18 euros, un potente amuleto contra los «trabajos» de la magia negra. Y no ocultarlo.
Y donde nadie podría espantarse, digamos, si le establezco un paralelo astrológico entre Cristina Kirchner y Segolene Royal. Dos Serpientes de Agua, que justamente estuvieron en pareja con dos poderosos hombres políticos que las encumbraron. Dominique (Caballo de Madera) y Néstor, Tigre de Metal, extinto (justo en el Año del Tigre de Metal).
Todos quisieran que usted publicara textos por el estilo en Buenos Aires. Los consumirían con énfasis, pero en simultáneo, lo sé, lo subestimarían inmediatamente por falta de seriedad. Es mi karma.
Esté usted en París, o en Buenos Aires, para mí, le aseguro, es lo mismo. No registro cambios. Como Serenella. Ella, como corresponsal itinerante, igual se dedicará a viajar. Aunque, en mi caso, no pienso moverme de Antibes. Problemas también parroquiales. Varones.

(El transcripto diálogo de celebración fue registrado en el restaurant «La Caveau du Palais», situado frente a La Plaza Dauphine. El sobrio menú contuvo, como entrada, «Tartare de saumon», como plato de resistencia el «Confit de Canard» (especialidad de la «maison»), y de postre «Creme caramel». Por el calor se bebieron apenas dos botellas de vino rosado, Cote de Provence. Para el emotivo brindis final, «por el envío número mil», se sirvió champagne Taitinger).

Desgrabación a cargo de Carolina Mantegari.

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