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Entre Boudou y Blaquier

ASIS CULTURAL: Los rostros múltiples de la Argentina visible de Eduardo Mallea.

Carolina Mantegari - 21 de mayo 2012

Editorial

Entre Boudou y Blaquierescribe Carolina Mantegari
Editora del Asís-Cultural,
especial para JorgeAsísDigital

La Argentina se encuentra frontalmente disociada a través de los medios de comunicación.
«Dime qué lees, o qué miras, y te diré cómo eres, y qué te interesa».

Los adictos a los multiplicados medios que sostienen radicalmente el modelo, se emocionan con la idea de verlo preso al empresario Carlos Blaquier. Esposado, en las portadas.
Deleita el espectáculo de la humillación. De la llamada, antiguamente, «clase dominante».
Este consumidor, sin ir más lejos, se emociona cotidianamente también con la ofensiva implacable sobre Mauricio Macri. La figura opositora para degradar. Con la perspectiva de máxima de obligarlo a apartarse. Y que pida licencia. Como si Macri aquí fuera utilizado para equiparar el dilema de Amado Boudou.

Los adictos a la patológica prensa de la resistencia (Clarín, La Nación, en menor medida Perfil) parecen esperar que se expanda el escándalo de Boudou y Los Descuidistas. Hasta forzar, por ejemplo, su renuncia. O que en la plenitud del descenso institucional se opte, por lo menos, también por la licencia.
El Descuidista simboliza el rostro descaradamente venal del cristinismo. Representa el lado ostensiblemente vulnerable. Es el grave portador de la imagen del error, de quien debiera ser infalible.
En cierto modo, este consumidor de la prensa masiva (extrañamente en la resistencia) también aguarda que se ascienda en la cadena de responsabilidad del Escándalo Schoklender. Hasta que ruede la cabeza de algún funcionario, no más abajo de una Secretaría de Estado. O termine de derrumbarse el imperio ético de la señora Hebe de Bonafini.

Entre Boudou y BlaquierDerivaciones involuntarias de la Guerra que es, originariamente, un Divorcio. Encarada, sin explicaciones convincentes, por el Gobierno, en contra del Grupo Clarín (y de yapa contra La Nación).
En esta Guerra-Divorcio suele reiterarse la dinámica del combate que se registró 36 años atrás.
Sobre todo cuando Clarín, en el hostigamiento defensivo, cae en actos de guerrilla periodística. Mientras el Gobierno, con el propósito de aplastar al enemigo, se desliza en el terrorismo de Estado (ampliaremos).

Historia de una pasión argentina

Eduardo Mallea, en «Historia de una pasión argentina» (1937), describió la existencia de dos Argentinas relativamente antagónicas.
La real, visible y materialista. Y la Argentina supuestamente sepultada, invisible.
«Donde yacen sumergidos los valores esenciales que en el presente se han perdido».

Instancia admirable de las categóricas simplezas.
Desde el «Florida o Boedo», por los grupos literarios que signaron el debate falsamente ideológico.
Hasta «Civilización o Barbarie». Concepción divisoria que aún permite lucimientos, para impresionar en las sobremesas.

Entre Boudou y BlaquierCon su optimismo maniqueo, Mallea adhería a la vigencia rescatable de cierta espiritualidad.
Y el mediador, el vaso comunicante, entre las Argentinas disociadas, debía ser siempre la figura del intelectual. El encargado de rescatar poéticamente los atributos del país invisible. Y de denunciar los males del país visible.
La impunidad de la distancia admite la compasión hacia las excelentes intenciones de Mallea. Después de todo es un sentimiento benigno. Bastante menos cruel que la faena diaria de olvidarlo.

Ya sin el menor atisbo de esperanza espiritual, se reconfirma la persistencia de los rostros multiplicados de la Argentina.
Se ofrecen a la vista. En vitrina. Abundan las Argentinas a la carta. Se ignoran directamente entre sí. Cuando no se combaten.
Es para quedarse con el modelo de país que el paladar voluntariamente desee. Sin que asome, en el horizonte, ningún sintetizador. Un intelectual que aspire a juntarlas.
Compatibilizar los retazos antagónicos, de las diversas Argentina que se contraponen, es otra causa perdida.

Entonces:
«Si me tirás con Boudou te tiro con Macri».
«Si me tirás con Bonafini te tiro con Blaquier».

Se carece de espacio para que se luzca ningún vaso comunicante. Es la lucha política. Se debe optar y no hay intelectualidad -ni neutralidad- que valga.
Entre la Argentina que pugna por la caída de Boudou (o por el contrario de Macri), y la Argentina que pugna por la humillación de Blaquier (o por el contrario de Bonafini), se extiende el hilo cultural del desencuentro. O del fracaso.

El género literario de los ’70

El Gobierno -insólitamente vice presidido por Amado Boudou- impulsa el esclarecimiento arbitrario de los «años setenta».
Los excesos de la represión son complementados por los excesos de la reparación.

Los años 70, según un calificado editor, representan otro «género literario». Deparó miles de muertos históricamente inútiles.
Muertos mayoritariamente sin cuerpo, situados en el período en que aún no se había descubierto la gloria del fax. Ni la fugacidad del e-mail, ni del mensaje de texto.
Persistía la Unión Soviética y felizmente aún no se había registrado el triunfo de las víctimas.

«Menos mal que no triunfamos», dijo Jorge Ricardo Massetti. El hijo.

Entre Boudou y BlaquierSin embargo los pobres muertos se topan con el triunfo póstumo. En un mundo que justamente les hubiera costado entender.

Pero movilizan, redituablemente, «los días previos». Como los llamó el poeta Francisco Urondo, en su novela endeble.
Y ahora se buscan, en el fondo de la olla, los últimos réditos de «los días posteriores». Al error del 24 de marzo de 1976.
Ya apresados los militares, que paulatinamente se mueren o se olvidan, el gobierno vice presidido por Boudou impulsa la persecución de «los civiles colaboracionistas».

De los empresarios que pedían el delivery de la represión. Hartos, en algunos casos, de la extorsión mensual de quienes les reclamaban la virulencia del Impuesto Revolucionario. De cuando había que poner, para que no los secuestraran. Contagio del consagratorio estilo ETA.

Los colaboracionistas, hoy, son simbolizados en Carlos Pedro Blaquier. El poderoso octogenario de las dulzuras de Ledesma, que contiene, incluso, algunas ínfulas de pensador.
Entre Boudou y BlaquierArrancar por Blaquier, desde Jujuy. Por «La noche del apagón», memorable punto de partida. Para alcanzar la Estación Terminal. A la que les cuesta, ansiosamente, llegar. Estación «Héctor Magnetto».

Aunque en 1976, a los 32 años, según nuestras fuentes, Magnetto era apenas un contador algo agrandado. Leal, por entonces, a un tal Rogelio Frigerio. Y exclusivamente se encargaba de llevarle el portafolio, con los papeles, a don Bernardo, el doctor. Y si Magnetto no le atendía el celular a don Bernardo era porque, en definitiva, aún no se había inventado.

Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.com

Permitida la reproducción sin citación de fuente.

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