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Traficantes de juventud

A los sexagenarios suele fastidiarles la irrupción de treintones que los desplazan.

Osiris Alonso DAmomio - 4 de abril 2012

Consultora Oxímoron

Traficantes de juventud

A modo de prólogo

Cristina Fernández, Serpiente de Agua, 59; Mauricio Macri, Chancho de Tierra, 53; y Daniel Scioli, Mono de Fuego, 55.
Tres figuras, unánimemente reconocidas, como las más gravitantes de la política argentina actual.
Los tres, cronológicamente, atraviesan el fronterizo cincuentenario personal.

Después -o detrás- de «Cristina, Mauricio y Daniel» (cliquear) proliferan una serie de cuarentones respetablemente experimentados. Aún merecen relativa consideración.
Son también los «sujetos y objetos del estudio» de Consultora Oximoron, que dirige Osiris Alonso D’Amomio
. Estudio preparado, en exclusiva, para JorgeAsísDigital (periodismo artesanal). Con la invalorable colaboración de Medea Lobotrico-Powell, licenciada en diversas disciplinas del Pensamiento Alternativo.

Abanico de los cuarentones

Traficantes de juventudEl abanico, arbitrariamente, en el peronismo, se extiende desde Julián Domínguez, 48, hoy tercero en la línea de sucesión (Gato de Agua como el súbitamente desperdiciado vicepresidente Amado Boudou), hasta el ascendente -e instrumental- vicegobernador Gabriel Mariotto, 47, Dragón de Madera, como el hostigado ministro Florencio Randazzo.
O se extiende desde Gustavo Posse, el mini-gobernador radical de San Isidro, 49 (Tigre de Agua como Sergio Berni, Interventor en el Ministerio de Seguridad), al peronista-sciolista Alberto Pérez, 45, Caballo de Fuego como Cristian Ritondo, peronista-macricaputista
.

Traficantes de juventudEl abanico de los cuarentones al acecho contiene, también, a la nutrida camada de Serpientes de Madera del PRO. En el siguiente orden. Gabriela Michetti, Jorge Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Emilio Monzó y Paula Bertol. Cinco macri-caputistas de 46 años.
En esta fila puede incluirse también al «Colorado» Santilli, otro caputista del macrismo, 44, Cabra de Fuego. Como así también al Juan Manuel Abal Medina, El Abalito, cristinista frepasista, 43, Mono de Tierra
.

Urtubey, Massa y Mestre

Sin embargo, los que verdaderamente trafican, con superior convicción, el cuento promisorio de la juventud, son -según Consultora Oximoron- tres.
Dos peronistas y un radical. En el siguiente orden.
Juan Manuel Urtubey, 42, Gallo de Tierra, reelecto gobernador de Salta; Sergio Massa, mini-gobernador de Tigre. Y el radical Ramón Mestre, jefe de gobierno de Córdoba capital. Massa y Mestre tienen 39 años. Ratas de Agua.

Los tres -Urtubey, Massa y Mestre-, cuadros capitalizados por incuestionables atributos, cargan hoy con la pesada mochila de representar la expectativa del futuro. Saben que nada resulta más patético que el ocaso del joven que fue sobresaliente. Mientras tanto cargan, en la mochila, responsabilidades del presente.

Traficantes de juventudSon (Urtubey, Massa y Mestre) las puntas más altas de una generación que contiene, algo más atrás, una interminable sucesión de prometedores. Dos Chanchos de Metal, de 41, como el cristinista Axel Kicillof, El Gótico, viceministro de Economía, y Adrián Pérez, Belmondo en versión pobre, heredero de Elisa Carrió, 55. Es -Carrió- el Mono de Fuego que, después de intenso protagonismo y exposición, retrocedió casi hasta el desvanecimiento. Pero Carrió, en tanto Mono, registra atendibles posibilidades de recuperación. Y María Eugenia Vidal, 38, macripaputista.
El estudio, finalmente, destaca también a dos sigilosas Serpientes de Fuego. Jóvenes con mayores merecimientos, 34. Marcos Peña, del macricaputismo. Y Victoria Donda, reclamada representación popular de la incertidumbre contestataria, tradicionalmente sindicada como izquierda.

Carolina Mantegari
editora del AsísCultural
Producciones especiales.

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De La Coordinadora a La Cámpora

TRAFICANTES DE JUVENTUD (I): A los sexagenarios suele fastidiarles la irrupción de treintones que los desplazan.

De La Coordinadora a La Camporaescribe Osiris Alonso D’Amomio,
Director General de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital

La Cámpora de los dos mil diez contiene, generacionalmente, mayores puntos de contacto con la Junta Coordinadora Nacional de los ochenta, que con los invocados Montoneros de los setenta.
Y aparte del detalle de la edad, superficial y menor, La Cámpora tampoco registra puntos de equiparación con Los Sushi, vertiente grupal de los dos mil.

Sexagenarios y treintones

A los sexagenarios de la política les cuesta, en general, asimilar la irrupción de los treintones ambiciosos que los desplazan de los cargos.
Aquí se combina la mezquindad explícita de la negación, con el desencanto que produce la pérdida de vigencia.
Especialmente cuando los treintones no emergen desde la condición de discípulos. O de meros continuadores apalancados por parentesco. Al contrario, cuando se apoderan del escenario con el propósito de borrarlos. Transformarlos en carne melancólica de pasado. Que se recrea nocivamente entre similares que se obstinan en la auto-referencia. En el deseo de evocar la instancia en que se creyeron protagonistas. Importantes. Decisorios. Antes de ser barridos por las nuevas vertientes. Que supieron llegar, respectivamente, bajo el ala de Raúl Alfonsín, a través de La Coordinadora, o de Fernando De la Rúa, a través de Los Sushi, o con Néstor Kirchner, el inventor de La Cámpora.

Con Menem brotaron también los valores juveniles, pero individualmente. Es el caso, sin ir más lejos, de Martín Redrado, de Gustavo Béliz o, en el ámbito empresario, de Daniel Hadad. Los tres ya tienen 50 años. Y cíclicamente pueden desconfiar ya de los treintones que vienen indirectamente a desalojarlos.

Décadas

La Coordinadora, que se expandió explosivamente con Alfonsín, ocupó los espacios, en el segundo lustro de los ochenta, con una impetuosidad inferior a La Cámpora de los dos mil diez.
Aparte, la Coordinadora, a través de sus baluartes, se las ingenió también para producir una colonización cultural, en la denominada Renovación Peronista.
De La Coordinadora a La CamporaAquellos baluartes de los ochenta despertaban cíclicamente la desconfianza de los radicales y peronistas sexagenarios, a los que se llevaban puestos. Hoy rondan los sesenta. Y tienen licencia para desconfiar y devaluar a los que repiten su ejemplo. Coti Nosiglia, por ejemplo, va por los 62. Marcelo Stubrin y Federico Storani calzan 61, y Leopoldo Moreau, el Marciano, 66.
Aún acompañan, aunque con suerte bastante relativa, las peripecias de la Unión Cívica Radical.
Es -la UCR- el Partido dilatadamente centenario que, pese a los porrazos siderales de los noventa, volvió a acariciar, en los dos mil, el poder.
Y hoy, pese al porrazo en caída libre de la Alianza, y a la hegemonía kirchnerista que se registró desde el segundo lustro de los dos mil, se mantiene como la principal oposición. Al menos numérica.
Justo cuando despunta vorazmente La Cámpora. La otra versión aumentada de La Coordinadora pero que crece, exclusivamente, desde el Estado. Con la potencia de una consagrada Agencia de Colocaciones que siempre inclina el escenario a su favor, aunque quede sujeta, argumentalmente indefensa, a las interpretaciones más banales.
La Cámpora despierta, entre los sexagenarios de hoy, las desconfianzas y prevenciones similares que generaban aquellos coordinadores, en los ochenta.

La colonización

Al amparo de la legitimidad de Raúl Alfonsín, emergieron, desde el peronismo, los «renovadores» que más se le parecían a los radicales. Prosperaban a través de la diferenciación de los modos del peronismo tradicional, que presentaba, como emblema, el espectro de Herminio Iglesias. Y contenía, detrás, otros caudillos del interior.
De La Coordinadora a La CamporaLas figuras más representativas de los renovadores fueron también tres. Se «renovaban» a través del escudo de Antonio Cafiero. Fue la polea de transmisión entre los jóvenes turcos y el peronismo tradicional.
Los tres fueron: Carlos Grosso, 68, con inteligencia y armado; José Luis Manzano, 56, con perspicacia y recursos. Y José Manuel De la Sota, 62, con la practicidad territorial de quien iba a los bifes del poder.
De los tres, el que persiste, aún con perspectivas, es De la Sota. Que vuelve a gobernar Córdoba y busca, con insistencia, su espacio en la historia. Manzano es un empresario que comparte y compite, otro Hadad. En cambio, Grosso es un desperdicio.

Final con Sushi

De La Coordinadora a La CamporaLos Sushi, por su parte, emergieron con la Alianza interrumpida. Pretendieron expandirse también desde el poder, como el antecedente inmediato de La Cámpora. Pero no tuvieron tiempo.
La epopeya se les agotó, a Los Sushi, con un amor internacional, para diluirse hoy entre el ámbito empresario (Lopérfido) y profesional (García Batallán). Los que perduraron, con mayor ventura, fueron los aliados, desde las distintas adaptaciones libertinas del progresismo. Ellos casi no tuvieron inconvenientes en mantener los empleos con los Kirchner, tanto el marido como la mujer. Con los que conformaron, sin pudor ni perplejidad, el frepasismo tardío. Con un máximo exponente que es Nilda Garré, aunque proliferan en todos los sectores de la administración. Hoy los progres se encuadran, con pragmática regularidad, ante los vientos huracanados de La Cámpora. Sea El Wado, Ottavis, Larroque o, incluso, Máximo.

Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron
para JorgeAsisDigital.com

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