Socialismo y macri-caputismo
SEMINARIO VII - Entre Guerras y Entre Elecciones: Ante la hegemonía de Cristina quedan enteros Binner y Macri.
Consultora Oxímoron
escribe Oberdán Rocamora,
sobre informe de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital
«En esta sociedad se es mandíbula o bocado»
Mario Puzo
A partir del 24 de octubre, se consagra, inapelablemente, la implantación hegemónica del cristinismo.
Es la expresión político-cultural que comienza, en simultáneo, el mismo 24, la cuenta regresiva.
El cenit anticipa la próxima implosión. Entre la puja previsible de los proyectos colgados, abnegadamente, del «Vestidito Negro» (cliquear).
En la prospectiva, frente al dominio escénico de Cristina, despuntan otros dos liderazgos. Son relativamente opositores. Seleccionados, en cierto modo, por la estrategia que se improvisa desde el propio Vestidito.
El Niño Cincuentón y El Hombre Quieto
En el mismo nivel, se sitúa a Mauricio Macri, El Niño Cincuentón, y Hermes Binner, El Hombre Quieto.
Macri luce como el máximo exponente del macri-caputismo. Empresa política en permanente gestación.
Y Hermes Binner, por su parte, desconsuela en su rol de típico socialista de aparato.
A doce días de la próxima paliza, puede confirmarse que Binner se va a quedar con el segundo puesto. Distante, pero segundo al fin.
Binner desplaza a la señora Elisa Carrió. Toma la posición que La Demoledora supo conquistar, en el 2007. Y desperdiciar de manera poco concebible. Carrió representa el trayecto que signa la teoría de Mario Puzo. De mandíbula emblemática pasa a convertirse, en 2011, en bocado.
Binner y Macri concentran poder territorial. Emergen desde la atomizada oposición. Consecuencias de la eficaz construcción política del oficialismo.
La admirable persistencia del socialismo en Santa Fe, se encuentra amenazada, apenas, por la colosal irrupción de Miguel Del Sel. El actor contratado que se fascinó con los logros de su obra. Entonces se prepara para ser mandíbula. Por su propia cuenta. Sin contrato.
La bulliciosa presentación del festivo macri-caputismo, en el Artificio Autónomo de la Capital, se consolida. Asciende. Fenómeno urbano que se propaga.
Además, Binner y Macri tienen en común la valiosa circunstancia de haber relegado, en sus respectivos territorios, al bi-partidismo. La habitualidad que se obstina en no desaparecer.
Con las estructuras anquilosadas, pero aún vigentes, del Partido Justicialista. Con la concatenación desestructurada de las franquicias provinciales. Y la agresivamente acosada Unión Cívica Radical. El Partido que se encuentra en llanta. Según el sociólogo Jorge Giaccobbe, es por la desaparición de la clase media. La tesis es ingeniosa. Luce en televisión, aunque no alcanza para explicar el reacomodamiento de fuerzas.
Para Oximoron, el macri-caputismo se quedó con la mayor parte de los votos, que pertenecieron, en Buenos Aires, a la Unión Cívica Radical. Y en el resto del país, los votos fueron capturados por Cristina. Después de haberlos perdido en Carrió. O prestado en Lavagna.
El desafío de los radicales que persisten, de la magnitud de Mestre y Fayad, de Aguad o Sanz, consiste en recuperarlos.
La Revolución Conservadora
Macri es un solvente conservador. Recostado hacia el centro derecha, que culturalmente no asume.
Pudo olfatear la proximidad de la derrota. Pudo apartarse a tiempo, gracias a la filosofía de Jaime Durán Barbas, El Equeco. Es el contratado principal que pronto, según nuestras fuentes, Cristina puede soplarlo. Quedárselo.
Para conservar. Para salvarse de ser bocado. Sin padecer, en la actualidad, el destino de infortunio de los otros dirigentes. Que marchan hacia el «Desarmadero de Warnes» (cliquear).
Los que supieron ser mandíbula. Y deben resignarse, después del 23, a ser bocados. A los que Macri supo dilatar. Sin grandes soltadas de globos ni pasitos de Gilda.
Conservar, en la Revolución Conservadora, significa mantener la invalorable administración territorial del Artificio Institucional de Buenos Aires. Para algarabía del poder, hasta hoy escasamente perceptible, de Nicolás Caputo. Es el ideólogo, el accionista pragmáticamente fundamental.
La empresa política regional del macri-caputismo planifica expandirse en diversas sucursales. Para exportar las franquicias, y generar una fuerza nacional. Es la responsabilidad asignada a Emilio Monzó, el nuevo accionista que no llega, hacia las costas urbanas del macri-caputismo, con la vocación habitual del empleado.
Irrumpe Monzó, en la sociedad PRO, para que Mauricio no tenga, necesariamente, que sentarse a esperar que los peronistas se dispongan ilusoriamente a buscarlo. Porque es blanco, baila lindo, es popular, tolerablemente bostero, mide considerablemente y maneja los cubiertos con distinción (y aparte, ahora, de nuevo padre. Felicitaciones).
La Revolución Conservadora le llega a Macri para la conservación, por último, de sí mismo.
Basta apenas con aferrarse a la artesanía del silencio.
Para no pronunciarse, hasta después del 23, y más allá, ni sobre el color de la lluvia.
Ni siquiera por Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). Que hoy se entrega, valientemente, al escarnio. Como uno de los grandes bocados.
En sus tiempos de mandíbula, Duhalde asomaba como el aliado natural de Macri. Sin embargo se va a quedar al costado del camino. Como si fuera, en definitiva, un Narváez cualquiera, también otro bocado. Como los bocados ya ampliamente digeridos. Blumberg, López Murphy.
Consta que tampoco Macri va a pronunciarse por Alberto Rodríguez Saa. El promisorio Artista Plástico, del Estado Libre Asociado de San Luís. Alberto también aspiró a recibir los favores de Macri.
Se lo pidieron, en su momento, según nuestras fuentes, al luminoso Durán Barbas. Fue arrinconado por cierta dama de marca, que le dijo:
«Tenés que conseguir que Mauricio lo apoye a Alberto».
De todos modos, en la teoría de Puzo, Alberto zafa.
Puede evitar los riesgos de transformarse en bocado. Aunque tampoco emerge, a esta altura, como una gran mandíbula nacional.
Alberto queda -para Consultora Oximoron- indemne.
Aunque no es necesario aclararlo, Macri tampoco se pronuncia por Cristina.
Ella es, para Mauricio, la preferida. Pero es inconfesable.
Sin colgarse ostensiblemente del Vestidito Negro.
Se puntualizó en el Portal. Mauricio no tiene el menor interés de ser el contrincante de Cristina. Aspira, apenas, a sucederla.
Los Colgados
Con la oficialización de la hegemonía cristinista, es el turno del inexorable desmantelamiento interno. De la atomización oficial, sólo disimulada por el mantenimiento de las cajas y resortes del poder.
Fenómeno previsible que se despliega, según nuestras fuentes, a través de la alucinante ofensiva, minuciosamente planificada, sobre Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol.
Es -Scioli- el cuerpo extraño que asoma como el heredero.
Es precisamente lo que Cristina prefiere impedir.
Entre los que cuelgan del «Vestidito Negro», y para la evaluación, Scioli es el más aventajado. Es su punto más vulnerable.
Por la perseverancia vitalista del airesolismo. Por la incomprensible lealtad. Antigualla relativamente insuficiente, sobre todo para la ferocidad de los maltratos, que se van a agudizar. La insistencia en los desaires cede pronto su lugar para la conspiración concreta.
En la generación de los noventa -años celebratoriamente fatídicos- solía discutirse quién era el padre del modelo.
Si Carlos Menem, el presidente, o Domingo Cavallo, el ministro de Economía.
En los dos mil diez, ya ni puede discutirse quién es la dueña de los votos.
Es Cristina. Sólo son de Cristina.
Significa que los gobernadores, con Scioli a la cabeza, tienen, transitoriamente, que conformarse con ser meros canales.
Aguas que desembocan en el mar popular del cristinismo.
Meros complementos de la protagonista única y excluyente.
La eterna «Cristina. Y el resto es paisaje» (cliquear). Aguante morocha. Fuerza. Ampliaremos.
Hay martingalas en estudio, que aluden al reeleccionismo parlamentario. Las impulsaría el doctor Zaffaroni. De la minoría prostibularia de la corte cristinista.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.Com
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