El poder está en otra parte
Más unánime que el PCUS y el PRI. El PJ y el clamor por la reelección de Cristina.
Editorial
Ni en las convenciones del PCUS soviético, en las décadas purificadoras del Pepe Stalin. Ni en los encuentros viriles del PRI de México (hoy tierra de Barones) Nunca se registró, en un gran partido, tanta elaborada unanimidad. En tiempo record, se consiguió un consenso mundialmente envidiable. Como en la reunión del Consejo Nacional Justicialista.
Sólo comparable a los acuerdos del Partido Colorado, del Paraguay, en la dorada época de Alfredo Stroessner. La uniformidad del coloradismo stronista, es casi similar, en definitiva, a la uniformidad del justicialismo actual.
Ensalada de Partido, Gobierno y Estado
Como presidente de la Argentina, al extinto Néstor Kirchner, El Furia, se lo puede discutir. Incluso, hasta rescatar.
Pero como presidente del Partido Justicialista debe aceptarse que Kirchner fue, invariablemente, una calamidad. Un desastre. Pero supo armar una estructura inofensivamente eficaz.
En sus primeros meses de desocupación, y con la colaboración inestimable del «compañero» Mazón, El Chueco inventariado, El Furia se dedicó a reorganizar el judicialmente intervenido instrumento partidario.
Hasta entonces se lo entretenía desde un juzgado. Con magistral pericia, por la doctora Servini de Cubría. Aunque la esforzada jueza, con competencia electoral, debía ocuparse de atender, además, otros trescientos partiditos. Pero Servini se destacó como la conductora más solvente del peronismo. «Servini-Conducción».
El Furia diseñaba el instrumento partidario de acuerdo a su voluntad. Desde las oficinas de Puerto Madero. Inspirado en los principios inexistentes de la transparencia. Derivaron en la extraordinaria confusión institucional, generada por el peronismo banalizado de la actualidad.
Una confusión sustancial de competencias. Entre Partido, el Gobierno y el Estado.
Como Partido de Gobierno, el PJ concentra, indisolublemente, el manejo del Estado. La repartija es tétricamente centralizada. Deriva en la auténtica mezcolanza institucional. Ideal para reflejar el país del «vale todo». Despunta como una ensalada tristemente discepoliana.
En la «vidriera irrespetuosa de los cambalaches».
El Furia diagramó el Consejo Nacional del Partido con los mismos hombres que manejan las esferas del Gobierno. Lo cual produce, en principio, una elemental inutilización del Partido, tomado en adelante como mero instrumento electoral. Objetivo cumplido. La democracia queda «hecha percha».
Mientras tanto, se mantiene la conducción centralizada, que permite redistribuir los recursos del Estado.
Sin embargo, lo revolucionario de la actualidad consiste en la gran tergiversación. El Partido del Gobierno tiene muy poco que ver con la toma de decisiones, que deciden la suerte del Estado. Su orientación.
El Poder, en realidad, se concentra en otra parte. En el aislamiento de Olivos. Donde reside la conductora solitaria, que casi si los toma en cuenta a los aburridos miembros del Consejo. Y menos aún, al Consejo en su totalidad. Ocurre que la señora Cristina, inmersa en las exaltaciones del «frepasismo tardío», les lleva el apunte a muy pocos privilegiados. Los cuales, en general, tienen un pepino que ver con los manipulados ejecutivos del Partido. Los consejeros que suplican febrilmente, anotados en el operativo clamor, para que ella los conduzca, mientras naufragan sin estrategia, sin conducción. Sin influencias. Sin siquiera atenciones. Siempre un pepino.
Preludios del Salón Francés
De todos modos, el menjunje interprovincial se reunió en La Plata. Salón Francés. Con la presidencia del gobernador Daniel Scioli, líder de la Línea Aire y Sol. Y de los gobernadores de aplauso fácil, y aceptación inmediata. Compañeros Gioja, Insfrán, Corpacchi, Uribarri, Capitanich (gran escriba del documento que inspiró Zanini). Con Urtubey cerquita del arisco niño Hugo Moyano, el alumno malo del Consejo, que sería levemente amonestado por su comportamiento irracional.
Es -Moyano- el pesado enternecedor. El que utiliza el encanto de la negritud. Un valor -la negritud- que sirve para completar la buena mesa del peronismo.
Según I.Z. -pensador positivista- el peronismo es un conjunto de gobernadores en ejercicio que apoyan generalmente a quién facilite el triunfo en sus provincias.
El Club de Gobernadores, en esta versión, integra aquel diagrama a la carta, gestado por Kirchner en la indolencia de Puerto Madero.
En su mejor momento, en los albores del 2008, cuando El Furia aún conservaba un sexo políticamente endurecido, de catorce metros. Cuando El Furia aún estaba de novio -consentido- con Héctor Magnetto, el Ceo de Clarín. Es el Grupo (Clarín) que tuvo mucho que ver, por la colectiva desinformación, con el crecimiento del miembro hegemónico de Kirchner.
Y fue en las vísperas del conflicto devastador con «el campo» donde los Kirchner indujeron al Justicialismo a la organización de los actos más horripilantes de su historia. Como aquel del día anterior al voto «no positivo» de Cobos, emblema de la equivocación iniciática. La Concertación.
Preludio de la serie de catástrofes que condicionaron el ciclo más atroz del gobierno de Cristina. Cuando la pobre ni podía refugiarse en la consagratoria locuacidad (siempre ante funcionarios emocionados). Ella debió padecer las consecuencias de los desastres seriales proporcionados por su marido, que condujeron al Justicialismo hacia la más humillante de las derrotas. En la legislativa del 2009. Vencidos por Francisco De Narváez, un turista del oficio, que dejaría librado, hacia la magnitud del ridículo, al decadente Justicialismo oficial.
No obstante, gracias a las ostentaciones espectaculares de Fuerza Bruta. A las pedanterías agresivas de la Televisión Pública. Y a la alarmante ineptitud organizativa del conglomerado opositor, El Furia iba a recomponerse. Hasta ofrendar, con la previsible irresponsabilidad de su muerte, el mejor servicio hacia la causa política de su familia.
La gran tergiversación
El Consejo Nacional del PJ, diagramado al antojo de El Furia durante aquel inicio del ocio (que prometió invertir en un Taller Literario), lo integran los consejeros predispuestos -por lo que se ve- a no sacar nunca más los pies del plato. Mientras el Club de Gobernadores pueda, con Cristina, ganar. Y a pesar de las «irracionalidades» del desobediente consejero Moyano, rebelde pero en el fondo un buen chico.
Aunque, acaso en seis meses, estos consejeros tengan que salir, hacia las calles peatonales, cubiertos de pasamontañas. O disfrazados de obispos.
Los consejeros decidieron, por unanimidad, colgarse, ellos también, todos juntos, del «Vestidito Negro» (cliquear). Para dedicarse a recitar la cantilena indispensable que alude a la «búsqueda del nuevo mandato».
La Patria la necesita (a Cristina). Para profundizar el modelo que idean otros. En otra parte.
Un espanto. Menos que una vergüenza. Pero sobre todo una gran tergiversación. O un simulacro. La asunción de la impotencia con el ropaje de la lealtad.
Es el último servicio de excesiva sumisión que propone El Club de Gobernadores. Sin pasamontañas.
Aunque el poder real, en definitiva, esté en otra parte. Y los consejeros dóciles decidan, otra vez, incinerarse ante la historia. A los efectos de anotarse en el coro del clamor. Con las generosas generalidades que impugnan, en general, en privado. Y no sólo el niño de mal comportamiento. El irracional. El tierno Moyano.
Les cuesta reconocer que Cristina, en el fondo, prefiere gobernar sin ellos. Y a pesar de ellos. Que les sirven, apenas, para hacer «el número». Como amontonadores de los votos que legitiman las decisiones que toma, en soledad, Cristina, con otros forasteros. Otros turistas del peronismo. Vividores de los fundamentos pisoteados de su historia.
Como apoderado, el que emerge como vividor principal, Carlos Zanini. El nuevo Lopecito sin magia. Estuvo presente. Comisario Político, en el pleno consenso del Salón Francés.
Final con Kundera
«La vida está en otra parte», tituló Milán Kundera.
En otra parte están, también, las imposturas de la patología kirchnerista. Que el Consejo, tan cotidianamente forreado, hoy respalda. Para apoyar la permanencia del gobierno que los tiene en cuenta a la hora del reparto. Sin que interese un pepino el pensamiento de la mayoría de ellos. De folklore peronista. Y que participan de los despojos del movimiento. Como representantes formales de un pasado definitivamente extinguido. Como suma de males necesarios. Sapos para digerir, desde las sensibilidades del poder real. Donde se profundiza el modelo de la revolución imaginaria.
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