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Celebración del fracaso

EFEMÉRIDES: a 30 años del triunfo, en Francia, de Francois Mitterrand.

Jorge Asis - 10 de mayo 2011

Artículos Internacionales

Celebración del fracasoEspesa melancolía de la izquierda francesa. 10 de mayo. Se cumplen 30 años del triunfo del socialista Francois Mitterrand, de 1981. Sobre Giscard D’Estaing, el refinado presidente que iba por su reelección.
13 años después de aquellos cascotes románticos de mayo de 1968, el socialismo reconquistaba los cargos. «La fuerza tranquila».

La prensa francesa evoca el acontecimiento con sobrecarga de videos. En especial, en Le Figaro, el diario que representa -digamos-, a la derecha. La que retiene el poder, desde 1995, el año que signa el final de la «era Miterrand».
Puede encontrarse, en los videos, a «los elefantes». Aún juveniles, Lyonel Jospin y Laurent Fabius, el frustrado delfín de Mitterrand (Jospin y Fabius eran adversarios internos). También puede verse a Jack Lang, ameno entretenedor, que fuera aquel emblemático ministro de Cultura. Al viejo Francois, al que llamaban Dios, Lang lo divertía. Pero sin tomarlo -nunca- muy en serio. Puede constatarse en «Le president», la excelente biografía de Franz Olivier Giesbert.

Jospín respondía, más bien, como Jean Pierre Chevenement, a la línea de Michel Rocard. Era el principal -si no el único- adversario interno de Mitterrand, quien supo obturar su proyección. Aunque Rocard tenía gran peso en el Partido Socialista y llegó a ser su Primer Ministro. Para Mitterrand fue acaso más difícil compartir el escenario del poder con el socialista Rocard que -en uno de sus retrocesos electorales- con el gaullista Charles Chirac, en 1986. Con Chirac llegó a entenderse. Como también con George Balladur, otro Primer Ministro de derecha, con quien Mitterrand, en otra instancia de debilidad, logró cohabitar. En las postrimerías del ocaso, 1993.
Celebración del fracasoComplejidades previsibles de los sistemas parlamentarios, donde impera la democracia de la numerología.
Imposible, en Argentina, imaginar una cohabitación de Néstor, o Cristina, como Presidente, con un Primer Ministro como Narváez, o Macri. Habilitados por la Constitución para designar los ministros. «Formar gobierno». Cohabitar.

La manipulación

Pero Mitterrand políticamente se bancó que Chirac y Balladour le «formaran gobiernos». Lo cual no evitó que los socialistas mantuvieran el poder (de algunos cargos). Y fundamental control de las regiones. Y sobre todo que se lanzara hacia la maquiavélica manipulación, que le permitió gobernar, con una minoría escasamente prestigiada, que rebosaba de escándalos. Al dividirlos. Al impedir la unificación de las tres ramas disociables (por obra de Miterrand) de la derecha. La del RPR (Reagrupamiento por la República), que representaba Chirac; la Unión por la Democracia Francesa, UDF, del declinante Giscard (al que siempre se le recordaban desde los medios los diamantes obsequiados por el dictador Bokassa); y la de Jean Marie Le Pen, el nacionalista autoritario que tenía la prensa más terrible. Con su Frente Nacional, Le Pen siempre se quedaba con el 10 o 12 por ciento del electorado. Suficiente para recortarlos.
Sin embargo, Le Pen se las ingeniaba para instalar brutalmente los temas de la agenda. En especial, la manera más próxima a la xenofobia para tratar al inmigrante. Sobre todo al arábigo del norte de África, tierra de ex colonizados. Y del África más desgraciada y negra (nunca al libanés).
Mientras recortaba a la derecha, en simultáneo, Mitterrand impulsaba las políticas de integración social. Transformaban el tejido social de Francia. Oscurecía al francés.

Celebración del fracasoMiterrand, junto con el alemán Helmut Kohl, fueron, a nuestro criterio, los dos últimos grandes estadistas europeos. Los que decidieron estratégicamente acabar con los siglos de enemistad, que dejaron los campos sembrados de cadáveres. Las ciudades con escombros. El estado de guerra incluyó, en el primer lustro de los 40, la humillante ocupación alemana en Francia. Es la problemática inagotable para la superproducción de literatura.
Juntos, Mitterrand y Kohl terminaron de construir las bases de una integración europea que necesitaba oponer un polo de identidad al Asia, que con Japón, la incipiente China y «los dragones», ya emergía en estado de amenaza, de invasión comercial. Y a los Estados Unidos, que mantenía el olimpismo casi ofensivo. Y pasaba permanentemente la lícita factura, sobre todo a Francia, por haberla salvado. Y a Alemania, por haber creado «la monstruosidad», La unificación se logró con la potencia de decenas de miles. De indescifrables muertos.

Rue Solferino

30 años después, entre las previsibles emociones de la rue Solferino -sede del Partido Socialista- puede verse, en el video de «Le nouvel obsservateur» a Fabius, Jospin y Lang. Dignamente avejentados. Los «elefantes» del socialismo en retroceso explícito. Puede participarse, incluso, de las declaraciones de la líder, la señora Martine Aubry.
Admiten la triste sensación de constatar que el genio de Francois Mitterrand no dejó ningún esbozo de continuador. Ni siquiera sombras de herederos. Sólo nostálgicos evocadores.
Queda, además, otra constatación. Las consecuencias de las genialidades de Mitterrand concluyeron en severos fracasos.

Hoy, la inviabilidad comunitaria de la moneda única, registra catástrofes económicas y culturales. Grecia en quiebra. Portugal en cesación de pagos. Irlanda siempre socorrida, España sostenida a fuerza de tergiversaciones y  voluntad. Agotamiento del «espacio Schengen», zona de libre circulación que quedó virtualmente quebrada. Con los inmigrantes desesperados que no pueden salir de Ventimiglia, ciudad fronteriza de Italia, próxima a Francia, y con los tunecinos que el pintoresco Berlusconi ya no sabe qué hacer. Sobre todo cuando no existe el menor sentido de solidaridad hacia los negros que brotan de todas partes con admirables iniciativas. Como la iniciativa de huir de sus padecimientos, de la mediocridad asegurada, en barcazas a la deriva que se rechazan desde las islas.

Celebración del fracasoEl estallido de aquellas políticas de integración social, que fueron consideradas innovadoras, casi revolucionarias, hoy logra que algunas banlieus (suburbios) se tornen imposibles. Para colmo, puede exhibirse otro dato que haría retorcerse al pobre Mitterrand, en su Purgatorio. Quien encabeza los sondeos es la señora Marine Le Pen. La hija más inteligente de aquel viejo adversario que le resultó siempre funcional. Que sirvió, específicamente, para impedir el avance de la derecha. Que desde que se fue Mitterrand prosigue en el poder. Ayer con Chirac, hoy con Nicolás Sarkozy, pero con posibilidades de irse mañana más hacia la derecha todavía.
De todos modos la izquierda festeja por los 30 años. Y está bien. Es la manera lícitamente honorable de celebrar el fracaso.

Videos Election presidentielle 1981:

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