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Mal de Araujo

ENIGMAS Y MISTERIOS (Narváez, Reutemann, Menem) -I-: Como Navarro Montoya, Narváez “Quiere pero no puede”.

Oberdan Rocamora - 19 de abril 2010

Consultora Oxímoron

Mal de Araujoescribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, sobre informe de
Consulltora Oximoron, especial
para JorgeAsísDigital

«Si Navarro Montoya, por haber nacido en Colombia, en su mejor momento de Boca, no pudo ser el arquero de la selección argentina de fútbol, Narváez, que es otro colombiano, no puede ser el presidente argentino». La reflexión categórica de la Garganta es ingeniosamente rebatible. Alude -para Consultora Oximoron- a situaciones perfectamente incomparables.
«Es más importante, en un mundial, ser el arquero de la selección que presidente del país», continúa.
«Quiere pero no puede». Trátase de la frustración técnicamente conocida, en adelante, como el Mal de Araujo (en homenaje a Marcelo Araujo, el pensador positivista de Villa Crespo).
El «querer y no poder» signa el proyecto presidencial de Francisco de Narváez, El Roiter, quien protagoniza el enigma que hoy distrae, apenas parcialmente, la monotonía política.
Trátase, además, de la construcción de una ambición imaginaria.
Mientras tanto, los febriles medialuneros de la Alta Comisión Política (Elizondo, el Scioli chico, Dieguito Valenzuela, el fundacional Ferrari) elaboran conmovedoras carpetas. Para discutir antes y después de los almuerzos, en la sede internacional del «roiterismo», de la calle Báez, plenitud de Las Cañitas.
Como si la candidatura imaginaria mantuviera, aún, atisbos de realidad.
«Es la práctica activa del alpedismo filosófico», confía otra Garganta. Algo más cruel.

La Corte

Trasciende, aparte, que los solemnes dignatarios de la Corte Suprema deben cumplir el rol de ingratos.
Son los encargados de quebrar próximamente la gastronómica ficción.
«La Corte, Rocamora, de ningún modo puede expedirse sobre un problema que no se presenta».
Lo confirma uno de los asediados ministros decanos.
Pudo rastrearse, en conversaciones informales, que el proyecto «Roiter Presidente» mantiene un destino absoluto de canasta. De luz roja. De bolilla negra.
No habrá otra alternativa que frenarlo.
Como Navarro Montoya, Narváez mantiene fronteras, tal vez injustas, de acotación. Distan de ser discriminatorias, al menos para los venerables ministros decanos.

«Es imposible que la Corte avale la alegada inconstitucionalidad de la constitución que debe defender».
«Los argumentos que aluden a los tratados internacionales, o al caso Hooft, no alcanzan».
«Conste que fue un punto especialmente discutido entre los constituyentes del 94».
Game over.

La provincia descartable

Entonces Narváez, un portador sano, aunque afectado por el Mal de Araujo, al «querer y no poder» debiera -para Consultora Oximoron- despejar el enigma. Para replantear la estrategia política. Sin hacerle perder más el tiempo a los seguidores anexados. Los predispuestos para mojar la medialuna del protagonismo nacional.
Para pensar, tal vez, en retomar la candidatura para la provincia descartable. La gobernación de Buenos Aires.
Trátase de la provincia frontalmente desairada. De la que Narváez trataba de huir. Con un poco más de elegancia -hay que admitirlo- que la utilizada, en su momento, para disparar, por Carlitos Ruckauf. El Gardelito de la sonrisa seductora que supo rajarse, en cuanto pudo, hacia la Cancillería, a los efectos de encarar una gestión desastrosamente olvidable, durante el 2002. Y permitir el inicio de la cadena de méritos de Felipe Solá, quien debió quedarse, en La Plata, para «lavar los platos» (al decir del poeta Rubén Reches) del festín.

Según informe privado de Consultora Oximoron, la imagen de Narváez desciende, pero como consecuencia de la reticente actitud, en la provincia humillada que considera descartable. Por la manera ruckaufiana de brindar la espalda, a la provincia que le deparó -a El Roiter- su único triunfo electoral, ya rigurosamente desperdiciado. Sobre un Kirchner que se encontraba debajo de la lona. En un intercambio fuertemente erótico con el piso. Con la moral destruida.

Trasciende, además, que algún colaborador sustancial, que perfectamente pudo ser Emilio Monzó, se le plantó, según nuestras fuentes, a Narváez. Para pedirle que se definiera. A los efectos de no hacerle perder más el tiempo a los punteros valiosos del conurbano y del interior. Y a los indispensables Buscapinas contactados. Los cuales comienzan a mirar, con simultáneo entusiasmo, a Sergio Massa, probablemente el preferido de Duhalde.
O -si no aparece otra opción-, otra alternativa, a Felipe Solá. Al que también cuesta bajarlo.

Menemismo explícito

Tampoco es verdad que el doctor Zaffaroni, según nuestras fuentes, le haya garantizado, a Narváez, la luz verde de la aprobación. Para el optimismo del proyecto alucinante.
La Garganta asegura que Zaffaroni, inesperadamente, sólo cometió menemismo explícito. Con el tristemente afectado por el Mal de Araujo.

Porque Zaffaroni le dijo, al Roiter, que, si le parecía, le diera «para adelante».
Era exactamente la respuesta que daba Menem, para salir del paso. Cuando los espontáneos inflamados iban a consultarle sobre el delirio de cualquier alucinada ambición personal.  «Vos dale para adelante y después vemos», les respondía Menem, para confortarlos. Con la certeza perversa de saber que el interlocutor, afectado por el Mal de Araujo, iba, al «querer y no poder», a estrellarse. Contra los paredones implacables de la realidad.

Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital

Consultora Oximoron, permitida la reproducción.

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