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Matrioskas

SEMINARIO: La complejidad cultural del antikirchnerismo (VI) - Renacimiento de la Civilización Duhaldista.

Osiris Alonso DAmomio - 22 de diciembre 2009

Consultora Oxímoron

Matrioskasescribe Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, especial
para JorgeAsísDigital

La Civilización Duhaldista se creyó extinguida. Pero hoy asiste a su Renacimiento.
Desde el suburbio bonaerense, aspira, otra vez, a expandirse, hacia el resto secundario del país. Pero con suerte bastante relativa.
Los persistentes desplazamientos de Duhalde admiten, en la nueva versión, una ducha de geopolítica. Resulta sustancial para la conformación del estadista. En general, con la guía Michelin, Duhalde peregrina hacia las universidades claves de la centralidad cultural, (norte)americanas o europeas. En excursiones epopéyicas, que se presentan como superadoras de aquellas reclusiones en los spa.
Permiten la ilusión de conquistar, sobre todo de si mismo, otra imagen superior. Para transmitirla.
Las repercusiones internas, al menos hasta hoy, resultan módicas. Insuficientes. Como si a los argentinos que pueblan las encuestas les costara tomar, la imagen del Duhalde estadista, en serio.

De todos modos, Eduardo Duhalde emerge como el estandarte máximo del propagado antikirchnerismo, que se extiende como un abanico global.
Aunque «mida menos», en el rubro «oposición», Duhalde se presenta como alguien más temible -para los Kirchner-, que Francisco de Narváez.
Es De Narváez aquel que lo venció, a Kirchner. Y quien lo trata con desdeñosa superioridad a Duhalde. En ascenso irresistible, supone, hacia la presidencia. Tema de otra sesión.

Más preocupante, aún, es Duhalde -para los Kirchner-, que el conjunto de insignes voluntaristas del Peronismo Federal. Especialistas en el sublime armado de fotografías. Con un claro destino final: los medios de comunicación.

Por los antecedentes. Por todo aquello que los suyos esperan de él, Duhalde merece, en el seminario, casi tanta atención como Cobos, el beneficiario directo de la problemática de referencia (el antikirchnerismo). Sobre todo por la inquietante probabilidad que ambos converjan. Duhalde y Cobos, precisamente. En la Moncloa que amenaza con ser demasiado racional. Y que se torna, en el peronismo, un dato negativo. Ampliaremos más abajo.

Matrioskas

Los ciclos históricos, en la Argentina, suelen presentarse con el mecanismo de las «matrioskas». Las muñecas rusas. Coloridas por afuera y huecas en el interior.
Las «matrioskas» se acomodan, enroscadas, una adentro de la otra.
Al desenroscarse el muñeco estampado Menem, aparece, algo más pequeño, el muñeco estampado Duhalde.
Al desenroscarse el muñeco Duhalde, emerge el muñeco estampado Kirchner.
Pero al desenroscarse el muñeco Kirchner, de pronto aparece, justamente estampado, el muñeco radical. Es Cobos (Sólo de yapa, como mero intermedio entre Kirchner y Cobos, puede incorporarse el muñeco estampado de La Elegida).

La dinámica confrontacional de las matrioskas del peronismo confluye, necesariamente, en la entrega del poder. Al radical.
A través de La Moncloa, se aguarda que esta vez no sea, en todo caso, para voltearlo.

Obstáculos

Para el Renacimiento de la Civilización Duhaldista, el principal referente y adalid, Eduardo Duhalde, tiene que superar la patética conjunción de lugares comunes que lo acosan.
Siguen inalterablemente vigentes. Despuntan como datos negativos. Lo atrasan.
El primero, de tan común, es el peor. Ni hace falta mencionarlo. Tiene que ver con las tesis sospechosas. Impuestas, literariamente, por el exiliado periodista Hernán López Echagüe.
Tesis que fueron dilatadamente utilizadas por la señora Carrió (hasta que debió arrugar, explicablemente, en el tribunal, cuando Duhalde sólo tenía el mayor interés en reclutarla para «la unidad nacional»).
Fueron frontalmente utilizadas, las tesis, y con superior desenfado, por Luis D’Elía. Quien no vaciló en triplicarle la apuesta, amparado en su inimputabilidad.
Ocurre que D’Elía surge como la máxima representación intelectual – y sobre todo estética-, del fenómeno kirchnerista. Del fenómeno de poder que los oportunistas, en caravana, se comienzan a despegar.

El segundo dato negativo alude al imaginario conspirador.
Con frecuencia, es Fernando De la Rúa quien insinúa la simplificación. El presidente que fue derrocado en la agonía del 2001.
La simplificación, que circula por los barrios, no espanta. Lo más grave es que ni siquiera, incluso, ya interesa.
Como consecuencia de aquel equívoco fatal del 2001, Duhalde supo construir otra simplificación superior. La que lo sostiene. Es el reconocimiento como Piloto de Tormentas (generadas).

El tercer obstáculo, o dato negativo que Duhalde debería sortear, para el Renacimiento, alude a la reconstrucción del peronismo para la derrota.
A la creencia disipada, pero políticamente expansiva.
Indica que Duhalde trabaja -en el fondo-, para consolidar la presidencia de Cobos. A los efectos de diplomarse como el opositor racional (insinuado más arriba).
Lugar común que también se extiende. Y que en el peronismo, en general, juega furiosamente en contra. Es el mecanismo que nunca funciona. Convocar a los peronistas, y entusiasmarlos para perder. Movilizarlos con el destino final, la derrota.

Para que el seminario no sea interminable, habrá que detenerse en el cuarto dato negativo que Duhalde debería revertir. La sensación generalizada que al duhaldismo le interesa, en exclusiva, la provincia de Buenos Aires. Y que el resto del país debe conformarse, desde el segundo plano.
La provincia inviable -Buenos Aires- atraviesa, justamente, un calvario estructural. Consecuencia, en gran parte, de la seguidilla de las gobernaciones peronistas que no proporcionaron el menor atisbo de solución, a ningún problema real.

El dato positivo

Sin embargo, se registra el enfoque positivo que atempera el rigor cuestionable de los datos negativos anteriores. Los desmantela. Radica en la sistemática evolución de Duhalde. Debe demostrarla. Es la apuesta final.
La cultura atorrante del suburbio suele facilitar el esmero en el aprendizaje rápido. En el curso acelerado.
Puede asegurarse que Duhalde, en la actualidad, se encuentra en condiciones intelectuales infinitamente superiores a las que mantenía cuando alcanzó, con Menem, la vicepresidencia. 1989. O la gobernación (también por Menem), 1991. O la presidencia, de manera irregular, de la república, en el 2001.
Reconocer la evolución es una forma de aceptar la patología institucional.
Muestra que, en la Argentina, puede alcanzarse la vicepresidencia, o la presidencia, sin siquiera conocer las claves elementales de funcionamiento del mundo. Duhalde, tardíamente, las aprendió. Lo suficiente como para situarlo como el político que resulta más confiable para el sector mayoritario del empresariado.
Es decir, confiable no sólo para el «Beto» Magnetto. O sea para Clarín, la empresa que, gracias a Duhalde, pudo salvarse de la bancarrota que la mala gestión producía.
La relación de Duhalde con el «Beto» Magnetto, a través de la intermediación del otro «Beto», o sea Pierri, nos brinda abundante material. Para ocuparnos en otra sesión exclusiva del seminario.

Osiris Alonso D’Amomio
para JorgeAsísDigital

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