A peronismo muerto, peronismo puesto
Entremeses de Lope de Vega. Cartel francés para los Kirchner, Solá, De Narváez, Macri, Carrió, Cobos, Reutemann, Binner, Duhalde, Scioli.
Consultora Oxímoron
escribe Osiris Alonso D’Amomio
sobre informe de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital
La hegemonía del peronismo de los Kirchner rápidamente se disuelve. Se desvanece, entre perceptibles «alteraciones a la paz social». Con escenas rutinarias de violenta inseguridad, en un marco de insustancialidad generalizada.
Mientras tanto, son otros los peronistas que se preparan para suceder a los Kirchner. Con desdén firmemente reclamatorio. Como si no tuvieran que pagar ninguna cuenta política. Ni siquiera ante la historia.
El pragmatismo monárquico, implícito en el refrán clásico «Muera el Rey / viva el Rey», en la Argentina se suplanta por otro slogan tácito:
«Se acaba el peronismo / bienvenido el peronismo».
O con la imagen cínicamente expresiva:
«A peronismo muerto, peronismo puesto».
Entremeses
En vísperas de completarse, en la escenografía del parlamento, el trámite administrativo del adelantamiento electoral, amenaza con despejarse, en lo inmediato, el panorama de algunos protagonistas últimamente principales. Los que animaron los penúltimos entremeses de Lope de Vega. Comedias livianas, ligeramente insustanciales. Anticipatorias del sainete.
Felipe Solá, desde el teatro de los medios, en el entremés retrocede. Parece renunciar a aquello que nunca debió aspirar. Al berretín de erigirse en la cabeza de lista de los diputados peronistas, disidentes de la provincia de Buenos Aires. En contra de Kirchner, el jefe del peronismo institucional. Al mejor estilo ateniense de Alcibíades. Después de haber sido Solá, dos años atrás, cabeza de lista a favor del peronismo oficial de Kirchner. Semejante martingala combinada costaba más ser explicada que entendida. Se inspiraba en la mítica superchería de adherir al axioma que indica que «no hay 2011 sin 2009» (ver miniserie «Keynesianismo electoral», de Oberdán Rocamora).
La sensatez tardía de Solá facilita, saludablemente, el desenlace del entremés.
Para que Francisco De Narváez, el Caudillo Popular que se aferra al aval de Mauricio Macri, despunte como El Elegido. Con el horizonte transitoriamente acotado, por su condición de colombiano. Aunque, en el eterno entremés nacional, si se dispone de cierto poder, cualquier alteración reglamentaria es posible.
De Narváez, El Elegido, mantiene atributos insuficientes, al menos hasta hoy, para aplicarle a Kirchner la inyección de gracia electoral. Con consecuencias, en todo caso, precipitadamente sombrías. Para la hegemonía incierta del kirchnerismo, que grotescamente, en el entremés de Lope, se destartala.
Ya se les anima, a los Kirchner, cualquier frágil. Castigarlos dejó de ser un acto admirable de arrojo. Se transformó, incluso, en un lugar común. Es otro entremés que aburre.
Federales, republicanos
Con la tutela fastidiosamente moral de Duhalde (quien aún no se resigna al entremés aventurero de capturar tiburones), y con los sublimes envoltorios de «Luisito» Barrionuevo, De Narváez, El Elegido, representa el emblema del «peronismo disidente».
Entiéndase, disidente, en exclusiva, del jefe peronista, Kirchner.
Trátase de una categoría conceptual que otros tres experimentados caudillos provinciales, que profesan la misma superstición, prefieren denominar «peronismo federal». Al que se le agrega, acaso para enriquecerlo, el aditivo de «republicano».
La base inicial del «peronismo federal y republicano» la componen, según nuestras fuentes, Juan Carlos Romero, de Salta, Ramón Puerta, de Misiones, y Alberto Rodríguez Saa, del Estado Libre Asociado de San Luis.
Aliados, los tres, a De Narváez. Y por carácter transitivo, aliados de Macri. Es el paraperonista que despunta, desde el plantel, como el más favorecido, para la estrategia de una sucesión.
Esta interpretación edulcorada, socialmente presentable del peronismo, «federal y republicano», planifica su evolución organizativa en abril. A los efectos de complementar una estructura de alcance nacional. Los federales convocan, con un optimismo insólito que los acerca a la utopía, a elecciones internas de la superstición peronista. Para el 17 de octubre del 2010, con el propósito de consagrar el candidato a presidente. Para la normalidad del 2011.
Forasteras
Pero también se despeja, más allá de la superstición del peronismo, el panorama del otro entremés.
Con un recato memorablemente frontal, la señora Michetti, casi única joya del macrismo, decidió arrojar, a la señora Carrió, su amiga, por la ventana.
Hastiada, Michetti, por las operaciones mediáticas de Carrió, la (autodenominada) líder de la oposición. Audazmente programada Carrió para «separarla», a través de monólogos dramáticamente magistrales, a Michetti de Macri. Un entremés sin desperdicios que hubiera fascinado a Lope de Vega.
Lo gravitante es que con una actitud de servicio inusual, Michetti se resigna, según nuestras fuentes, para el sacrificio personal de ir, en el entremés del 28 de junio, por una diputación.
Sin tener en claro, en la sumatoria de proyectos meramente individuales, cuál es su propio beneficio. El que, por otra parte, no existe.
La dinámica de los acontecimientos indica que Michetti, originaria de la provincia de Buenos Aires, tendrá que enfrentarse con Carrió, del Chaco. En el entremés porteño del control de la capital. Donde tienen, los porteños naturales, cada vez menos importancia.
Deben confrontar, las dos forasteras, aunque a ninguna, en el fondo, le convenga. Pero así viene la letra del entremés.
El favorecido, por este conflicto latente de forasteras, es Macri.
Debe aceptarse que Macri atraviesa un periplo condecorado por el estigma de la suerte. Porque dos de sus eventuales competidores le despejan el camino sucesorio. Su aliado Solá, que abrevia el protagonismo, y su adversaria Carrió, despedida desde la ventana.
Si acepta la evidencia que De Narváez le gana en las encuestas, en la provincia de Buenos Aires, al ex gobernador Solá, en adelante, le va a costar que se lo tome, como candidato presidencial, en serio. Como a De la Sota.
Y Michetti, al arrojarla por la ventana, obliga a Carrió, irreparablemente, a asumir la indeseable confrontación. O arrugar y borrarse. Sin embargo ahora ya no es solamente para beneficio de Macri. Es también para alivio de Binner, el que, más que aliado, es una molestia. Recíproca, en todo caso.
En adelante, según evalúa Consultora Oximoron, el paraperonista Macri, con una multitud de peronistas detrás, emerge, hasta aquí, como el más aventajado sucesor.
Sin embargo, Macri aún mantiene varios competidores potenciales, que se postulan para heredar el desastre que dejen los Kirchner.
Persiste el peronista Reutemann, otro afectado por el adelantamiento. Es perfectamente reemplazable, en la competencia, por el socialista Binner, el adversario interno de Santa Fe.
Persiste también Duhalde. Aunque «el que trajo al Loco» ni siquiera figure en las encuestas. Pero aparece Duhalde en la pantalla cuando debe improvisarse, en el entremés de la urgencia, un Piloto de Tormentas. Alguien que actúe con serena celeridad ante el desmoronamiento.
Persiste, por último, Scioli, impermeable líder de amianto, que orienta la Línea Aire y Sol. En representación de las brigadas fantasmales de aquello que supo ser el kirchnerismo. «Con fe y con esperanza, siempre para adelante». Entre las llamas que no lo rozan.
Preguntarán por el enigma Cobos. El turno, para manejar el sabot, ya se le pasó. En el 2008, según el Informe Oximoron, se le agotó la gloria. Tendrá Cobos que esperar otra vuelta más de mate. Otras derivaciones del entremés. Nunca hay que descartarlas.
Osiris Alonso D’Amomio
para JorgeAsísDigital
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