Contra/ataque
Kirchner apela a la memoria. Para tergiversarla.
Consultora Oxímoron
escribe Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, especial
para JorgeAsísDigital
En el contra/ataque, Kirchner apela a la memoria. Para tergiversarla.
En principio, Cobos nada tiene que explicar. Es relativamente desleal, pero tiene razón.
De haber votado positivamente, junto al desgobierno, se incendiaba la república.
El que quiso que la Elegida se fuera fue, para ser exactos, El Elegidor.
Es Kirchner quien tendría, eventualmente, que ofrecer las explicaciones. Las que le reclama, en su audacia ilimitada, a Cobos.
El Elegidor quiso irse porque estaba noqueado.
«La sociedad argentina no merecía la revolución que planteaban».
Quiso rajarse junto a su máximo rehén. La Elegida. A la que le estropeaba, imperdonablemente, el (des)gobierno. Hasta desperdiciarlo.
Trátase, apenas, de una de las innumerables contradicciones que signan la furtiva reinstalación de Kirchner. Por prepotencia gestual, ante la indolencia del vacío, El Elegidor se sitúa otra vez en el centro del escenario político. Para distribuir, a los agravios limpios, el juego.
Es su manera original de plantear, antes del derrumbe final, el inicio de la contraofensiva.
2009
En el Teatro Argentino de La Plata transcurrió la ceremonia del contra/ataque. El lanzamiento optimista de la campaña electoral del 2009. Para la batalla, obsesivamente única, por la provincia de Buenos Aires. Junto a los otros rehenes. Los gobernadores que pronto tendrán que ofrecer resignadas explicaciones. Recitar francas palinodias.
Desde Scioli, ninguneado hasta como vicepresidente en la enumeración, hasta el alternativo Gioja. Hasta el conciente Balestrini. O el entregado Pampuro (instrumentador efectivo de la plausible campaña de Ruckauf. Según P. E. un traficante de información calificada, Ruckauf se dispondría a cumplir el misericordioso rol del quintacolumnista. En la magnitud del ocaso. Para fragmentar, aún más, el balcanizado ámbito opositor). Continuaremos.
La Concertación, aparte de un fracaso, representó el pretexto para lanzar la campaña provincial de Kirchner. La presencia, indispensablemente decorativa, de los Radicales Kash que persisten, es un reflejo de la debilidad por la que atraviesa el oficialismo.
El protagonista primordial del «latrocinio santiagueño», el gobernador Zamora. Y el gobernador Saiz, del Río Negro. A propósito, Saiz, por el voto negativo del senador Verani, fue tan responsable como Cobos, el condenado prioritario. Por aquella derrota de la resolución 125, una delirancia que laceró la improvisación del proyecto que Kirchner trata, en la oralidad del esfuerzo, de vigorizar. Con fuerza, con fe, a lo Scioli, el titular de la Línea Aire y Sol. Pero sin la menor convicción.
Sin embargo, un tercer gobernador se sumó al ikebana de la Concertación. El nuevo adorno, un aplique colgante, es Jorge, una versión de los Sapag, del Neuquén. Rehén voluntario que aplaudió, junto a los restantes gobernadores peronistas. Como si fuera el desperdicio de Capitanich. O el propio Scioli, que dejó girones. Igual que tantos aplaudidores que harán la respectiva cola para purificarse. Con sus enternecedoras aprobaciones, convalidaron, incluso, hasta la condena de la omisión. Hacia el jefe anterior de la mayoría de los peronistas presentes. Pero hoy Menem, para Kirchner, ni siquiera merece la honra de una mención. Menem es, tal aspecto, el proscripto perseguido del silencio. Antecedente riesgoso, virtualmente inexorable, del destino de Kirchner.
Desbandada
Las reacciones de los agraviados, menos que una consecuencia, representan el objetivo. Turbulencias necesarias para sostenerse, en el artificio posicional del centro. Con el control hegemónico de la iniciativa. Exclusivo lugar de privilegio, desde donde Kirchner puede, en plenitud, funcionar.
En su precaria hilaridad, Kirchner provoca. Moja la oreja, en bloque, a la desconcentrada oposición. Ridiculiza, acaso saludablemente, a las corporaciones. Rinde culto a su fórmula pragmática de reinterpretar el ejercicio diversificado de la prensa. Litigio, a propósito, que merece un párrafo. Reflexión informativa, reservada para el final.
Ahora Kirchner avanza con la impotencia de la desesperación. Ante la certeza del riesgo del desconcierto en su ejército en desbandada. Sin asumir aún que la clase media, de los centros urbanos, se hartó culturalmente de las imposturas.
En vez de reconocerle méritos, en la sociedad se expande la negatividad nociva del rencor. Producto del hastío ante la falta de gestión que se limita, en medio de la debacle, a la sucesión, fastuosamente interminable, de anuncios. Escenografías sin continuidad.
Cuesta aceptar que la mayoritaria sociedad independiente ya no quiere saber nada con los Kirchner. Ni siquiera pueden escucharlos. Aunque eliminen, seductoramente, las «tablitas de Machinea». O decreten, en la primera de cambio, la obligación de la felicidad colectiva.
Naufragio del progresismo
Para aferrarse a la vaguedad del líder progresista, a la hora del balance, Kirchner tiene muy poco para mostrar. Posiblemente sea suficiente para el amague. Una conjunción de argumentos elementales, malgastados por el abuso.
Resulta admirable que Kirchner pretenda, aún hoy, sacarle jugo al desprolijo cambio registrado, cinco años atrás, en la Corte Suprema.
La sustitución de Nazareno y Moliné, por Zaffaroni o Lorenzetti. O de Vázquez por la señora Argibay. Suplantaciones que simbolizan, en el imaginario kirchnerista, actos grandiosos de reivindicaciones radicalmente revolucionarias.
El otro argumento es, incluso, aún lícitamente explotable. En el menú se impone como el «plato de resistencia». Son los expresivos presos de «lesa». En domicilios de septuagenarios avejentados. En regimientos teatrales que aguardan un Vaccareza. O en el sistemático oprobio de Marcos Paz.
La recurrencia a los efectos de la carnicería del pasado aún sirve para sostener el progresismo que se evapora en el presente. Marca la clave del debate que debiera registrarse entre la desertificación intelectual que ni se asume en la derecha. Pero, sobre todo, entre los arrabales sombríos de la izquierda presupuestaria, ideológicamente esquilmada, resignada a la ceremonia de su intrascendencia.
En su naufragio, los progresistas se aferran a los leños que flotan entre la corrupción estructural del kirchnerismo. Fenómeno complejo, pero estancado. Circunstancia que se enfrenta a las vísperas de su irreparable disolución.
Otro proyecto
Los «contra/ataques a la prensa», por último, distan, para la evaluación de Consultora Oximoron, de ser afrentas honrosamente institucionales. Es una decisión política.
En anteriores despachos del Portal se esgrimió que la relación entre Kirchner con los medios se encuentra regulada, en especial, por los títulos de portada de Clarín.
La vanguardia temática, que marca La Nación, forma parte -en el imaginario desinformado de los Kirchner- de la escudería táctica de Clarín.
Producto del enfrentamiento racional, por intereses escasamente espirituales. Sin posibilidades de resolución consensuada.
Brota, en las cercanías, el riesgo de otro proyecto político que evoluciona a través del conflicto. Podría ser, según fuentes de Oximoron, no solo apoyado por los grandes medios. Más apasionante aún, sería generado por los medios.
Traducido: por la voluntad, nunca casual, del «Beto» Magnetto. O sea, de Clarín.
Como aquí se dijo, Magnetto es el hombre al que Kirchner teme.
Más, incluso, que a Moyano, que es, a esta altura, otro rehén de su estrategia. Como Scioli.
Magnetto le preocupa, a Kirchner, infinitamente más que el resto de los agraviados. Los que se envanecen, previsiblemente, por el elitismo de replicarlo.
Desde Cobos hasta Carrió. O el transitoriamente diluido Macri. O inexplicablemente Cavallo, que supo considerarlo, en los noventa, a Kirchner, su gobernador preferido.
O el perseguido Menem, al que Kirchner ni siquiera nombra.
En este contexto de confrontación es, precisamente, donde se fortalece el otro emergente. Retirado. Ex presidente que espera. Mientras tanto, se entretiene, en los tableros, con otros trebejos menores. Como «Alcibiades» Solá. O el caudillo popular Pancho De Narváez.
Para los medios -o sea para la artesanía de Clarín-, el hombre de Lomas de Zamora resulta más confiable. Es el Piloto de Tormentas (generadas). Eduardo Duhalde. Al que Clarín, por la providencia de aquella Ley Cultural, planifica celebrar con un Monumento, acaso, al Bañero. En «la intersección de Caseros y Piedras».
Osiris Alonso D’Amomio
osiris@jorgeasisdigital.com
para JorgeAsísDigital
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