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Alfredo y Cobos

Generadores de acontecimientos encuestológicos.

Carolina Mantegari - 30 de julio 2008

Consultora Oxímoron

Alfredo y CobosInforme de Consultora Oximoron
Redacción final a cargo de
Carolina Mantegari, especial
para JorgeAsísDigital

Cinco meses del aún irresuelto conflicto agropecuario depararon dos revoluciones encuestológicas. Las protagonizan el vicepresidente Julio Cleto Cobos, y el entrerriano Alfredo de Angelis, de la Federación Agraria.
Emergen como los incuestionables vencedores numerológicos de la dilatada contienda.
Téngase en cuenta que, antes que el fugaz ministro Lousteau elevara aquella fatídica Resolución Administrativa, ninguno de ellos dos registraba el peso menos insignificativo en ninguna balanza.

Strapontin

La explicación racional, al analizar el «caso Alfredo», debiera inspirarse en los perceptibles atributos naturales del Sujeto para deslizarse en la mediología. Con astucia provinciana, con la potencia del discurso precariamente efectivo, Alfredo supo generar la propia legitimidad de representación que lo sostiene. Hasta penetrar la arquitectura establecida de la estructuralmente inteligente Comisión de Enlace. A los efectos de ganarse, por jerarquía de presencia protagónica en la protesta, el derecho a colocar una quinta silla, en la mesa de los presidentes de las cuatro entidades. Colocó aquello que los franceses teatrales llaman el «strapontin». La butaca que se agrega a la platea colmada.
En adelante, para la construcción artesanal del personaje popular, Alfredo debería elaborar sigilosamente los imprevistos de su espontaneidad. Para no cometer el riesgo del exceso ansiolítico de protagonismo, que por acumulación insistente podría rápidamente aniquilarlo.
Por lo tanto, Oximoron evalúa que Alfredo debería evitar las tentaciones de la exposición abusiva. En especial cuando el Sujeto se encuentra energéticamente agotado. Cuando ostensiblemente se esfuerza al cumplir con los compromisos pautados sin el menor rigor metodológico. La eficacia del mensaje no se encuentra necesariamente vinculada al amontonamiento acumulativo de los medios. Un proceso de selectividad razonable podría resguardarlo, a los efectos de no deslizarse en el equívoco del discurso mecánicamente memorizado. Similar a los que emanan de cualquier político sin imaginación.
Otro aspecto sustancial, que Alfredo debe sortear, consiste en el facilismo comparativo que induce a equipararlo con la épica desgastante del Caso Blumberg.
Conste que Blumberg, a pesar de las diferencias de conflicto, también fue precipitadamente elevado en materia de prestigio. De sensible representación social que conmovía, aunque como producto fue consumido con una voracidad estremecedora. Hasta ser, previsiblemente, vituperado hasta la anulación, a partir de la trascendencia de una impostura innecesaria que no supo explicar.
De todos modos, como balance de conflicto, Alfredo introdujo, en la primera fila de la platea, el «strapontin». Y capturó una envidiable imagen positiva que supera la barrera de los 50 puntos. Para ser exactos, según el estudio de Oximoron alcanza los 52 puntos. Aunque el superior estudio del colega Jorge Giaccobe lo mantiene en la proximidad de los 60. Posición más que atractiva para cualquier agrupación que aspire a colar su propia gente, por debajo del imán de su figura. Así sea de la Izquierda Unida, de cualquier invención de Solanas, al que Alfredo votó en el 2007, o del legendario Partido Comunista Revolucionario, la «fracción» que comandaba Rosendo Irusta, alias Otto Vargas.

El presidenciable conjetural

El crecimiento desmesurado de Cobos, en cambio, puede describirse como una saludablemente auténtica revolución comunicacional. O como un dibujo perfecto, producto de una magnífica operación política.
Para el optimismo numerológico de la agencia colega Poliarquía, Cobos alcanza la temeraria cifra de 72 puntos de imagen positiva. Y el citado Giaccobe lo presenta con un 68. Lo cual lo convierte a Cobos, acaso a pesar de él, en un presidenciable conjetural. Debiera entonces prepararse para la convivencia dificultosa con un Kirchner aplacado en sus desbordes, pero que dista de caracterizarse por la predisposición diplomática a mantener las sutilezas de una extensa relación conflictiva. Indudablemente, en la primera de cambio, Kirchner, a Cobos, va a tratar de exterminarlo.
Entre las nostalgias del radicalismo, Cobos genera la sintomatología anhelada de la resurrección. Aunque se lo haya oportunamente desairado con el resentimiento de una expulsión, originada en el explicable pecado de anexarse a la subasta desprolija de La Concertación Plural. Es el artificio impulsado por la estrategia de la improvisación de Kirchner. Concertación que Cobos, finalmente, con su «voto no positivo», ayudó a desmoronar.
Según el informe de Oximoron, Cobos mantiene once puntos menos de los que acusa el sondeo generoso de Poliarquía. Para ser exactos, emerge con 61 puntos. Por lo tanto Cobos se coloca a la vanguardia de la tabla imaginaria de los políticos. Solamente perseguido por los 53 puntos en los que parece haberse estancado Mauricio Macri. Uno más, apenas, que Alfredo.

Macri, Scioli, Carrio

En tercer lugar, aparece Alfredo. Junto a Macri, Alfredo es el único que consigue superar la línea de flotación de los 50 puntos. Tiene 52.
Quien se sitúa por debajo de la frontera divisoria de los 40 puntos es el gobernador Scioli. El líder de la Línea Aire y Sol, que impuso la ideología del vitalismo, perdió alrededor de 20 puntos de aceptación por haberse incorporado a la carnicería confrontacional de los Kirchner. De todos modos, a partir del desempate desentumecedor de Cobos, parece Scioli haber detenido su irresistible pendiente hacia el subsuelo. Al cierre del presente estudio, el 29 de julio, Scioli registra nada despreciables 38 puntos.

El enigma Carrió se torna numerológicamente indescifrable. El Director del Portal supo definirla como «una empresa de demolición que no sabe comerciar con los escombros que produce».
Sin embargo, aunque haya sido una precursora en la faena valiente de demoler al kirchnerismo, Carrió tampoco puede traspasar la frontera de los 40 puntos. Para situarse, aún, por debajo de Scioli, con 36 puntos, pero con el mantenimiento, pasablemente alto, de la imagen negativa.

La Elegida y El Elegidor

Infortunadamente, como ya se anticipó en La Caída (cliquear), La Elegida es la máxima castigada por la encuestología. Apenas supera los 20 puntos, proyectados en la totalidad del país. La carnicería que forzó su marido, El Elegidor, le hizo derramar 35 puntos de aceptación en cinco meses.
Por su parte, El Elegidor pugna por traspasar la raya de los 30 puntos, aunque al cierre del estudio puede sorprenderse con 29. Se lo puede percibir sumergido en la posibilidad fáctica de la disminución, por el descascaramiento atroz de su figura. Tres puntos más, aparece Hermes Binner, que debería fijarse una estrategia para superar el desestimulante índice de desconocimiento que lo acompaña.
Anótese, para finalizar el Informe, que los diversos dirigentes del espectro peronista aún no alcanzan a cargar lo suficiente el dínamo, al menos para merecer la figuración en un sitial expectante.

De la Sota, Puerta o Rodríguez Saa, y especialmente Duhalde que se desliza por la totalidad de los frentes, debieran prodigarse en la generación de acontecimientos visibles, si es que aspiran a conquistar el reconocimiento de sectores de la sociedad que sólo responden con indiferencia. Debieran producir acciones que excedan el marco, acotadamente folklórico, del circuito cerrado del antikirchnerismo. De esta nutrida fila de meritorios actores del elenco estable, quien aún brinda posibilidades recuperatorias es el misterioso Reutemann. Podría evolucionar Reutemann, si es que logra que la sociedad vuelva a tomarlo, por última vez, en serio.

Redacción final de Carolina Mantegari, según informe previo de Consultora Oximoron, en un estudio confeccionado especialmente para JorgeAsísDigital.

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Lineamientos

Los baja Kirchner a Massa.

Kirchner se comunicó, telefónicamente, el lunes, con Sergio Massa.
El propósito del llamado consistió, según nuestras fuentes, en «levantarlo en peso».
A los efectos de comunicarle, en principio, su disgusto por las tonterías que Massa proclamara, acerca de la necesidad de recuperar los márgenes de credibilidad del INDEC.
Versiones irreprochables, que emergen de la Jefatura de Gabinete, indican que Massa le había respondido, a Kirchner, que esas declaraciones, que tanto lo molestaban, las había acordado, previamente, con la Presidente, la señora Cristina. A lo que Kirchner, con categórica brusquedad próxima al desborde exaltado de la furia, agregó que «Cristina será todo lo Presidente que quiera, pero aquí, los lineamientos del gobierno, los bajo yo. Entendelo».
Hubo otros reproches de Kirchner, elevados al Primer Ministro Massa. Por las expresiones «del menemista de tu suegro».
En apariencias, a Kirchner le disgustó, en exceso, que el apreciable dirigente Fernando Galmarini, suegro del Primer Ministro, se haya esmerado en esgrimir, en pleno Salón Blanco, su profesión de fe duhaldista.
Por lo que trascendió, Massa, razonablemente, le respondió a Kirchner que perfectamente podía responsabilizarse por sus propias acciones. Pero, de ningún modo, podía responder por el comportamiento político de su suegro. Y próximo a la impertinencia, acaso amparado en la arbitrariedad de la juventud, a Massa se le escuchó, en voz algo alta, decir: «Eso dígaselo a El. Son grandes».

O.R.

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