Epílogo
Té de Trabajo en el Caesar Park, con indeseable aroma de final.
Consultora Oxímoron
En ausencia del director del Portal, don Jorge Asís, que se encuentra en Tucumán, la editora del «Asís Cultural», Carolina Mantegari, nos convocó a un té de trabajo, en el Hotel Caesar Park.
Ante la incertidumbre nacional, movilizada por la unánime preocupación colectiva, Mantegari manifestó el compartido interés por conocer los escenarios probables que emergen. A partir de la irrupción, irreparablemente anticipada, del post-kirchnerismo.
El «té de trabajo» transcurrió durante la tarde del lunes 16 de junio. Después que el señor D’Elía, vocero emblemático de la estética kirchnerista, denunciara el golpe, en proceso de instrumentación. Y antes que se asistiera, en la ciudad, al bullicio globalizador de los cacerolazos, los que intensifican el sabor indemostrable del epílogo. El ambiente denso de las vísperas del final.
Con la aprobación de Kirchner, denuncia D’Elía la demencial conspiración que encabeza Eduardo Duhalde. El Piloto de Tormentas que, según el Portal, necesita las rodilleras reforzadas, a los efectos de trasladarse de rodillas hacia la Basílica de Luján, para hacerse disculpar del máximo, e irredimible, pecado. El golpe que imagina D’Elía es comandado también, de manera conjunta, por el «Grupo Clarín», en bloque, al que debe sumarse la complicidad perceptible del cuarteto de dirigentes agropecuarios.
Mientras tanto, atinadamente, la señora Carrió llamaba a producir oraciones pacíficas. Y el conglomerado abrumador de los dirigentes peronistas, con menores tendencias hacia la oración, se consultaban entre sí. Aludían a la existencia, o no, de un Plan B. De un Plan de Lluvia, como prefiere denominarlos la señora Zaldívar.
Más allá del Caesar Park, en la atmósfera urbana, podían percibirse los efectos temiblemente sociales del desabastecimiento de la paciencia. Y la inquietud proverbial, acerca del porvenir inmediato que se le presenta a una nación desconcertada. Pero que contiene, felizmente, un atributo sustancial. La sociedad atraviesa una instancia de madurez superior. Infinitamente superior a la madurez de la clase política, que la misma sociedad, paradójicamente, supo generar.
He aquí la primera parte de la desgrabación del encuentro. Se sube a la web con la convicción que la segunda parte podrá pronto editarse. Antes que periodísticamente envejezca, y ya sea demasiado tarde.
Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron
para JorgeAsísDigital
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Carolina Mantegari.- Confieso, amigos, que me encuentro más intrigada que asustada. Perpleja, es la palabra. Mi experiencia en calamidades institucionales se reduce a los deplorables episodios del 2001. Para mí, fue bastante. Suficiente para marcar, de manera definitoria, mi posterior formación profesional. Conste que, en el fatídico 1976 con que me abruman, aún no había nacido. Significa que mi memoria, sobre los golpes de estado, es exclusivamente literaria. Pero ocurre escucho hablar, de nuevo, de golpes. Se me legitima, menos que el temor, la intriga. La trampa de la perplejidad.
Osiris Alonso D’Amomio.- Como dijo Aldo Rico sobre la duda, las comparaciones históricas suelen ser «jactancias para intelectuales». Sin espacio para el rigor, en el «vale todo» se puede comparar a Kirchner con Stalin. Con Hitler, a través del «youtube», o con Ceasescu, por el imaginario del final. O tildarlo de fascista, de loco, de satánico. O compararlo, como Alberto Rodríguez Saa, con López Rega. A mi criterio, la situación del gobierno peronista de Cristina apenas puede compararse, Carolina, y de modo bastante forzado, con la situación del gobierno peronista de Isabel. Sobre todo porque Isabel tenía el marido muerto, y conste que era, nada menos, que Perón. Al contrario, el problema principal del gobierno de Cristina consiste en que tiene, la pobre, al marido demasiado vivo.
Claro que Cristina llega a la presidencia por decisión equivocada de El. Pero Ella no puede ejercitar la presidencia porque el jefe político es El. Tiene una ostensible presencia que la diluye, hasta transformarla en imperceptible ausencia.
Es incomparable, aparte, Carolina, porque en 1976 aún existían las fuerzas armadas. Podían exhibirse como alternativa ejemplar para conducir una sociedad menos madura que la actual. Para hacerse del poder y acabar con la guerrilla que declinaba. Pero de la manera insostenible. Hasta el extremo de congelar definitivamente la historia. La que Menem, en su voluntarismo irrescatable, creyó encontrarse en condiciones de sacarla del freezer. Pero Kirchner la volvió a poner, en el congelador. A la historia.
Kirchner embajador
Oberdán Rocamora.- De haber existido Internet. De haber tenido el Portal en 1976, no dudo que Asís, al que creo conocer más que nadie, hubiera pugnado también por salvar, desde la limitación del periodismo responsable, el gobierno constitucional de Isabel. Para brindarle una jerarquía jurídica a la represión que se tornaba inevitable. E impulsar un collar de protección democrática. Junto a los radicales, que también existían. No era sólo Balbín. Con el intransigente Alende. Con el invalorable peronista Luder, con el sindicalismo de Lorenzo Miguel. Es decir, con lo que había. Para llamar de inmediato a las elecciones anticipadas.
Como jactancia de Rico, diría Osiris, vale. Queda planteado el debate.
En cambio, para salvar hoy el gobierno de Cristina, o la institucionalidad formal, la única solución posible consiste -y aquí sí estoy de acuerdo con Asís- en suministrarle, a Kirchner, un compulsivo Valium 70.
O despacharlo, como recurso elegante, con una conveniente embajada. Kirchner podría partir como embajador en Venezuela. Aunque se lo tome como una fuga. Un intento, también anticipatorio, del exilio. Y hacer, aquí si, un verdadero llamamiento patriótico. En nombre, incluso, de la superstición del peronismo. Para aportarle, a Cristina, un collar cívico de protección, a los efectos de producir un cambio en la onda del país, en 72 horas. No hay grupos guerrilleros al acecho, y los militares no quieren hoy golpear ni una nuez. A partir del desplazamiento indispensable de Kirchner, en simultáneo, pueden plantearse un par de incorporaciones trascendentales. Pienso, por ejemplo, en Lavagna. No podrá resistirse a la idea de asumir otro rol providencial. De salvador. Pienso en Felipe Solá, acompañado de Susana Merlo. Juntos pueden resolver el conflicto acongojante del campo en menos 48 horas. Pienso, para el gabinete, en un gestor de experiencia como Fellner. Conste que no les digo de incorporar a Romero. Cito sólo a los que pudieron convivir con las imposturas del kirchnerismo. Pero se parte de la base de creer que esta opción, la políticamente más legalista y factible, es utópica. Porque me aseguran que no puede conseguirse el estratégico propósito de alejarlo a Kirchner. Es decir, que no hay espacio para suministrarle el Valium compulsivo. O para despacharlo con la Embajada hacia Caracas. Entonces, a esta altura no les queda, a los incondicionales, otra alternativa que acompañarlo, en el choque frontal de la calesita. Para estrellarse estúpidamente contra el golpe retencionista. Y concentrarse en los delirios monumentales. Como los que Kirchner le instruye a D’Elía.
Si Kirchner arrastra a Cristina hacia el callejón que conduce al vacío, no habrá más remedio, Carolina, que examinar los sabios instrumentos de la Ley de Acefalía. El Plan B. El Plan de Lluvia que se trata en la totalidad de las mesas de los adictos a la información. Los que responden, con evasivas conjeturas, a los unánimes adictos a la preocupación, seres que aspiran a saber de qué se trata.
Pequeño Paniagua
O.A.D.- Lo que nadie sensatamente cree, Carolina, es que Cobos pueda alcanzar a ponerse la banda. Lo cual me parece más prejuiciosamente discriminatorio que golpista. En el caso, evitable e indeseable, que Cristina decida seguir a su marido por el camino que conduce al precipicio, y que Cobos, por lo que sea, desista, o que sea «desistido», el sabot, en disposición, debiera seguir para el Crédito del Portal. Para el senador José Pampuro, que es Presidente Provisional del Senado. Pampuro mantiene la fuerza vigorosamente arrolladora de su debilidad. Debería Pampuro, en tal caso, convocar a la Asamblea Legislativa. Y de aquí hacia la incertidumbre que evoca a la cercana experiencia de Carolina, en el final del 2001. Donde puede quedarse con el sabot, para llamar a elecciones o cumplimentar el mandato, un gobernador, un senador o un diputado.
El punteo, minuciosamente, ya está hecho. Por la ventaja de la fragilidad, Pampuro podría funcionar como aquel pequeño Paniagua que sirvió para destrabar, en el Perú, en la salida anticipada de Fujimori. Sin embargo, aún pueden evitarse las incomodidades por el estilo, porque nadie quiere desalojarla a Cristina. Basta con volver a los valores impositivos del 10 de marzo. Con olvidarse de las «retenciones móviles». Para alejarlo al embajador Kirchner, según propone Oberdán. A mi criterio, y como decía Oscar Wilde: «Excelente idea, olvídala».
Sólo sirve para ilustrar que Cristina cuenta, acaso a su pesar, con la totalidad de los resortes constitucionales para alejar al marido. El máximo obstáculo para su gobernabilidad.
O.R.- En la misma onda argumental de Osiris. Aunque, indirectamente, me pida que me olvide del Valium compulsivo. Coincido en que es una elemental tontería que Kirchner arrastre, al peronismo, hacia la banalización más absoluta del poder. Que se obstine en desperdiciar el gobierno de Cristina por sostener las «retenciones móviles». En un momento, justamente, donde el kirchnerismo no puede retener, ni siquiera, una eyaculación. Entonces hasta los hijos, Máximo y Florencia, deberían pedirle: «Papá, dejala gobernar de una vez a Mamá».
C.M.- Percibo, con horror, que el edificio kirchnerista pasa, de la anunciada provocación del descascaramiento, que planteó Asís, hacia la instancia del derrumbe. Por implosión. Todo entonces se precipita. Hasta la angustia de quienes tampoco queremos desearle, a Cristina, La Elegida, el final dramáticamente triste. Percibo que se expandió, paulatinamente, el desprecio, hacia la figura de ambos cónyuges. Que crece la sensación de asistir, en este ensayo de novela, al epílogo anticipado. Pero después de testimoniar sobre un prólogo que debió ser apasionante. La soledad política del matrimonio Kirchner agudiza hoy los peores presagios. Porque La Elegida quedó atrapada, entre los piqueteros categóricamente incondicionales, los que la sepultan mientras la defienden. O de los aliados más marginales. A pesar del agnosticismo cultural, creo que el miércoles también voy a dedicarme a la impotencia positiva de la oración. Como lo sugiere la señora Carrió. Con más raciocinio que cuando se aventura en las parábolas con los egipcios.
Continuará
desgrabación de Carolina Mantegari.
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