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Maremoto en el florero (II)

Kirchner hace política. El Resto comenta.

Oberdan Rocamora - 5 de febrero 2008

Artículos Nacionales

Maremoto en el florero (II)Sólo Kirchner, el Presidente Real, se encuentra habilitado para hacer política.
El «Resto del Mundo», apenas, puede comentar.

Plancha gestionaria

Los referentes sustanciales, de peso institucionalmente relativo, por disposición de Kirchner, deben entregarse al abatimiento de la Plancha Gestionaria.
En esta fila puede verse, en primer lugar, a Macri.
Emerge agobiado, el pobre, por la problemática municipal.
Le pesa el rol desperdiciado de principal opositor. El que le asignó, equívocamente, la sociedad.
Macri prefiere ser punto. Y ceder el sabó, para que sea banca, al cuadro solitariamente más viril. La señora Carrió.

Vejado frecuente

Más allá de Macri se distingue, en el segundo lugar, entre los abatidos, la sonrisa de Scioli. «Naturalmente forzada», para intentar un oximoron.
El titular de la línea Aire y Sol, Scioli, mantiene el rostro, artificialmente distraído, del perro al que le hacen, compulsivamente, el amor.
El líder del peronismo motonáutico es un vejado frecuente.
Sin embargo, las sucesivas vejaciones le otorgaron la legitimidad que usufructúa. Le sirvieron para llegar a ser gobernador. Y también para acotarlo.
No obstante, Scioli exhibe el saludable vigor de la digestión blindada. A prueba de los sapos vivos que se traga para el desayuno. Como el de Lavagna. Junto a la pastafrola proverbial.

Reivindicación moral del Brigadier

Asoma, en el tercer lugar, la Presidente Delegada.
A la señora Cristina hay que compadecerla. Se encuentra relegada, con crueldad básicamente conyugal, al plano protocolar. Tristemente lateralizada. Como primera voz del coro estable. Pero con pocos solos. No puede lucir entre tanta opacidad.
En materia de protagonismo, la Presidente Delegada despierta, incluso, severos deseos de reclamar por ella. «¡Aparición con vida!». Y rescatarla de la estrategia del «culpable».
En cierto modo, Cristina y Scioli presentan, si no vidas paralelas, escenografías parcialmente equiparables.
Porque Kirchner, el Presidente Real, le supo brindar, a la Presidente Delegada, idéntica legitimidad para llegar. Y la simultánea acotación que la inmoviliza, hasta extraviarse, la pobre, en el cuadro.
Si alguna vez decide diferenciarse, si aspira a gobernar según su criterio, la Presidente Delegada no tendrá otra alternativa que imitar aquel ejemplo liminar del inmanente antecesor, Menem. Y convocar al providencial Brigadier Antonietti. Para que brinde, otra vez, el máximo servicio. La actuación que supo patrióticamente ofrendar, en medio del apasionado ridículo, a Menem. La sociedad, en bloque, debiera entonces suplicarle al Brigadier Antonietti:
«¡Otra! ¡Otra!»
Binner, con su nostalgia infinita de santafesino lánguido, completa la fila de los gestores, prolijamente destacados. Seguido por el irremediable amontonamiento de la clamorosa etcétera. Das Neves, Alperovich, Gioja.

Kirchnerdependencia

El Resto del Mundo debe conformarse con la pasividad del comentario.
Se asiste a un oficialismo de vocacionales aduladores. Transversales, concertados, ahora cautivados por el súbito «pejotismo».
Y se asiste a una oposición conformada por analistas. Profesionales del presupuesto, que parecen más preparados, en realidad, para competir con el profesor Grondona, que para atreverse a disputar el poder.

Una de dos: en la Argentina se está a favor de Kirchner, o en contra de Kirchner.
Hablar de política, en la Argentina, significa hablar, exclusivamente, de Kirchner.
Para analizar los movimientos que la Kirchnerdependencia dispone.
Desde las oficinas estratégicas de Puerto Grosso. Sede, en definitiva, del poder real.
O desde la residencia bipresidencial de Olivos. Donde el Presidente Real convive con la otra dependiente, la Presidente Delegada. Su «Camporita» conyugal. Convertida, en la práctica, en la colérica Tía secundaria. Hasta que pueda juntar fuerzas espiritualmente suficientes como para recurrir a los servicios morales, próximamente indispensables, del Brigadier Antonietti.

Segundo maremoto

Precisamente fue en los jardines de Olivos, y no en Puerto Grosso, donde Kirchner sorprendió con la última vejación mediática. Estruendosa, pero estructuralmente inofensiva.
Sin embargo la vejación mantiene, en tensionado vilo, a la conjunción multitudinaria de competidores de Grondona y Silvestre.
Cuando Lavagna, después de ser despedido como una doméstica, por Kirchner, decidió postularse como candidato presidencial. Para desatar el primer «maremoto en un florero».
Fueron palabras del Portal. Alabadas, Señor.
Ahora Lavagna vuelve a desatar un segundo maremoto, aunque en un florero escatológicamente desvencijado. Fue después de la previsible derrota, como mascarón de proa de los radicales, frecuentemente desairables, con la estrategia a la deriva.
Por consiguiente Lavagna decide, con pragmática inteligencia e indiferente recato, desairar a los correligionarios y entregarse, emblemáticamente, a Kirchner. Con la utilitaria máscara de la identidad peronista.
Es piadosamente comprensible la fastuosa capitulación.
Después de todo Lavagna, como la clase obrera, en versión Marx, nada tenía para perder. Ni siquiera su fuerza de trabajo.
En realidad Lavagna se encontraba, como se decía en Villa Ortuzar, en condiciones de «sacar la silla a la vereda». Para sentarse «al fresco». Y comentar, junto a otros desplazados, lo que sale en el «Clarín».
En cambio, con el valiente movimiento claudicatorio, Lavagna reaparece, de pronto, en la portada de Clarín. Otra vez el maremoto. Lavagna en la plenitud del primer plano. Logró desplazar, del centro de la atención, el atropello trágico del Gaby Álvarez.
La cuestión que Lavagna está, de nuevo, en la proximidad de las decisiones. Con el aval, poderosamente intrascendente, de Duhalde.
El Piloto de Tormentas conserva, en el fondo, menos juego propio que Lavagna. A pesar de la rutina seca de los amagues del retorno. En los que ya no cree ni Verdi, ni Toledo. Menos aún, por supuesto, la señora Chiche.

Desaire

Un cigarrillo, y la continuidad de un nuevo desaire, nunca debe negársele a ningún radical.
La credibilidad de Lavagna, paulatinamente, se desmorona. Hasta alcanzar los escombros del prestigio.
Sin embargo el olvido suele ser pausadamente sabio. Atenúa, con su polvareda, cualquier adversidad. Lo importante es que, a través del segundo maremoto, Lavagna logró introducirse en el bolillero. En adelante, su bolilla, en cualquier momento puede salir. Con el cuento inútil de la reorganización del PJ, puede esperarse una recomposición del gobierno. Según nuestras fuentes, en marzo.
Palabra del Portal. Alabadas, en el Blog.

Oberdán Rocamora
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