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Ring inclinado

Cultura de guerra (II): Palacín contra Righi y "los que rayen".

Osiris Alonso DAmomio - 27 de diciembre 2007

Consultora Oxímoron

Ring inclinadopor Osiris Alonso D’Amomio
de Consultora Oximoron, especial para
JorgeAsisDigital

Aún en la Argentina autófaga, culturalmente estancada en el aspecto de referencia, se asiste, entre los juristas, a posturas controversiales.
Resulta improbable mantener, aquí, la ecuanimidad. Analizar la problemática es, de por sí, intelectualmente incorrecto.

Palacín contra «los que rayen»

En un rincón, conceptualmente arrinconada, se encuentran las categorías, ampliamente minoritarias, del doctor Claudio Palacín. Contra «los que rayen».
Trátase del fiscal general de la Cámara Federal de Rosario.
Con el arrojo, altamente sospechoso, del jurista trasgresor, el doctor Palacín consideró, en su dictamen, el asesinato emblemático del coronel Arturo Larrabure, como un crimen de lesa humanidad.
Por lo tanto, para el fiscal Palacín, aparte de nefasto, aquel crimen es imprescriptible.

El efectismo excepcional de Palacín contrasta con la impostura, razonablemente mayoritaria, situada en el otro rincón.
La sustentan los miembros de la Sala I de la Cámara Federal. Compuesta por los doctores Cavallo, Freiler y Farah.
En su dictamen, la Cámara absuelve, de la impresentable calificación de referencia (lesa humanidad), a un conjunto de Montoneros que tuvieron destinos diversificados.
Oscilan, los destinos, entre la trascendencia, o algo parecido a la gloria. Con la triste frugalidad del olvido. O con la tragedia de la desaparición.
El dictamen trata las derivaciones del atentado contra el Departamento de Policía, transcurrido en el fatídico 1976.

En el medio, quien en otra circunstancia debiera ser árbitro, opta por inclinar el ring. Por su propio criterio, claramente irreprochable, aunque avalado por las invocadas instrucciones presidenciales.
Trátase del doctor Righi, Procurador General de La Nación. Su desempeño armoniza, a la perfección, con las marcadas consecuencias del nuevo escenario político. La instauración del consolidado Cesarismo Conyugal. Que se hace cargo de los dolores generacionales que se suponían, si no totalmente calmados, al menos algo atenuados. Por la legislación movilizada por los predecesores. En especial, Alfonsín, con la Obediencia y el Punto. Y sobre todo Menem, con los indultos.

Rescate de la historia

El doctor Righi es aquel fugaz ministro que ingresara, al rescate de la historia setentista, por los atributos de su locuacidad. A partir de la conmoción legendaria, conseguida por la contundencia del discurso pronunciado en 1973. Fue durante la adolescencia cívica del camporismo. Y en el mismo Departamento de Policía que estallaría. Tres años después. Consecuencia de los caños colocados, presumiblemente, por los montoneros vinculados con los cuadros, antiguos combatientes, que se absuelven.
En la actualidad, con sólidos fundamentos, Righi inclina el cuadrilátero de las incriminaciones.
Lo hace a través de una recomendación que mantiene el estigma, virtualmente militar, de una orden. El destinatario de la orden es el colectivo disciplinado de los Fiscales.
Para que los subordinados consideren, como «crímenes de lesa humanidad», sólo a aquellos que se cometieron desde el Estado.
Es decir, a través del espanto, equívocamente represor, del terrorismo de estado.

Demonios

Por lo tanto en adelante, cualquier impugnación crítica se encuentra condenada de antemano.
Forma parte, irreparablemente, de la adhesión a la teoría más demonizada. Paradójicamente, la «teoría de los dos demonios».
Significa que ninguna ejecución, ningún atentado suscripto por aquellos grupos estancadores como Far, Erp o Montoneros, mantiene la magnitud suficiente para ser calificado como un agravio. O como una ofensa. Que lesione a la humanidad.
El fiscal Palacín, por consiguiente, queda jurídica, concientemente «descolocado».
Como puede quedar descolocado cualquier otro kamikaze que ose disentir.
O hacer simples guantes, entre la extorsión del ring inclinado.
Sólo les queda la alternativa de la estampilla incendiaria. E identificarse, sin ir más lejos, con el bolígrafo, vagamente prepotente, de la señora Pando. O con el maniqueísmo de los postulados de los defensores, ciertamente culposos, de «la Dictadura». Causa extraviada.

Elegancia

Sin embargo, por una cuestión de decoro, de mera elegancia institucional, el «cuadro de situación» debería explicarse mejor. Presentarse, ante la sociedad, con menor presión. Sin imposiciones.
Con mayor solvencia argumental. Y menos facilidades de consignas.
No debiera presentar el aspecto, en pendiente, del ring inclinado.
Según Consultora Oximoron, el 42 por ciento de los consultados, sin acceso voluntario a las sutilezas de la información privilegiada, considera que los delitos de los guerrilleros se mantienen equiparables a los delitos de los militares. Y encuadrarse, en consecuencia, con similares calificaciones.
Es decir, semejantes dictámenes exculpadores no deberían quedar, ante la sociedad, como excesos de la reparación. Como meros actos reivindicativos, de complacencia oficialista, producidos por personeros de la justicia, siempre oportunamente dependiente. En este caso, del paladar interpretativo del presidente (R.E.) Kirchner.

Osiris Alonso D’Amomio

Continuará
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