Opositores reconocidos
Son tres. La señora Carrió, Lavagna y López Murphy. Quieren incorporarse Rodríguez Saa y Sobisch.
Consultora Oxímoron
escribe Carolina Mantegari,
Depto. Semiología, Consultora Oximoron
especial para JorgeAsísDigital
Con Macri fuera de competición, los líderes opositores, oficialmente admitidos, son tres.
La señora Carrió, con sus muestrarios de referencias morales, principios de colección.
Lavagna, con su esfinge de mármol. Y con la minuciosidad de los planes presentados, para los primeros 100 días de su gobierno, aunque casi nadie los consulta.
Y López Murphy, con su fuerte solvencia intelectual, con su contextura estragada por la sucesión de oscilaciones y desaciertos.
Estos tres opositores representan los modelos impuestos por el caudaloso sistema mediático. Conste que los medios ofrecen el exclusivo escenario para la batalla. Sea en la tradicionalidad gráfica, en la turbulencia radial, o en la laboriosidad del recursivo cable televisivo.
Los tres opositores reconocidos se deslizan a través del juego que propone el poder. Y desde el Poder, que intenta perpetuarse, aunque en versión conyugal.
Los medios otorgan, a pesar de sus precariedades, el diploma del conocimiento popular. Por lo tanto, por archiconocidos, los tres opositores oficiales mantienen la pólvora mojada. Utilización de Argumentos demasiado usados. Brotan dificultades para sorprender a la sociedad que les asignó, acotadamente, sus valores.
Los tres opositores estancados dependen, en definitiva, para crecer, de los errores que cometan los actuales inquilinos del poder. Les hace falta algún dramón equivalente al de la valija. El estallido de otros Skanskas. Más bolsitas con billetes en la proximidad de los bidets.
El agravio como privilegio
Dueño del juego, con estricto control de la iniciativa. Desde la altivez del atril, con el infantilismo inteligente del brulote, el Presidente decide privilegiar, como polo confrontacional, a López Murphy.
De los tres, el recrearista es el líder menos condecorado por el acertijo de los encuestadores.
Para Kirchner, de los tres, López Murphy es, electoralmente, el adversario más consistente, pero también más débil. Gracias a la crítica presidencial, el criticado tiene la suerte de despertarse con una reacción que garantiza protagonismo.
Para desencanto de los desplazados Carrió y Lavagna. Ellos preferirían ser, indudablemente, los cuestionados.
Con las sistemáticas barbaridades que la señora Carrió suele cotidianamente emitir respecto del Presidente, merecería ser la replicada. Cuesta entonces admitir que, pese a tantos méritos, Kirchner no le acuse recibo.
Por si acaso, ambos, Carrió y Lavagna, mantienen, con seguridad, la batería de respuestas preparadas. En espera de la selección presidencial, que no se produce.
Sin embargo, deben aceptar que ninguno de los dos -ni Carrió ni Lavagna- exhibe el flanco excesivamente vulnerable que López Murphy ofrece. En bandeja gratuita.
La usanza de la doble postulación. A presidente y, en simultáneo, a diputado.
Trátase de una contradicción implícita que denuncia, en principio, la básica carencia de confianza para alcanzar el objetivo de máxima. Y que reduce el objetivo de mínima, a mera solución de problema laboral. Porque la primer postulación es literalmente deslegitimada por la segunda.
Líderes de combos
En cambio, como flanco vulnerable, Lavagna y Carrió pueden ofrecer las respectivas dificultades para ejercer el liderazgo de sus combos. Consecuencia lógica de la programada fragmentación, que genera líderes de cabotaje. Referentes de clase b. Que se instalan, en medio de la carencia, protagónicamente en el escenario. O sea, entre los medios. Ellos son los que verdaderamente le disputan, a Kirchner, el poder. Para compartirlo.
Lavagna decide enredarse, para sobrevivir, con uno de los pedazos del radicalismo descuartizado. Y que lo acota en su proyección. Es el alfonsinismo inmortal que eventualmente encarna su vicepresidente, Morales.
Por su parte Carrió se unifica, oportunamente, con los socialistas en alza, que representa Giustiniani. Como si Giustiniani fuera Binner.
Sin embargo ambos opositores, oficialmente reconocidos, Lavagna y Carrió, carecen de predicamento suficiente para disciplinar a las huestes de los combos que representan.
Y no pueden acordar la nimiedad, siquiera, de conciliar una lista de diputados. Es, en las postulaciones, donde suelen desvanecerse las referencias morales. En el momento de mojar la medialuna. Quedarse adentro, por cuatro años.
Enigmático. En tanto crece el desprestigio del Parlamento, y se profundiza la intrascendencia de la esfera legislativa, se asiste, paradójicamente, a la conmovedora desesperación por ingresar y protegerse.
Más atrás
Mientras tanto, ingresan, algo rezagados, otros dos meritorios opositores, Rodríguez Saa, versión Alberto, y Sobisch. Ambos pugnan por registrar peso en la balanza mediática, a los efectos de incorporarse, en principio, al rango elitista de los opositores oficialmente reconocidos.
Para ser cinco, en lugar de los tres.
Ambos baluartes fueron transitorios socios en la estudiantina del potrerismo. Hoy parecen esmerarse en descalificar, con suerte relativa, al Presidente. Con aparentes intenciones de obtener la beneficiosa condecoración de una respuesta.
Sin embargo la réplica presidencial no se produce. Aunque lo tilden de corrupto, o ignorante. Entre su cuantiosa colección de defectos, no se registra, en Kirchner, el de la impericia política.
Carolina Mantegari
Anticristinismo cultural
Uno de los lugares comunes más impuestos, entre los innumerables que emanan del periodismo especializado, indica que «los opositores trabajan para que gane Cristina».
El razonamiento, en el fondo, encierra una manera esquiva de condescendencia oficialista.
Con la descalificación global al opositor, destacados analistas encuentran la fórmula para simular su oficialismo culposo. Con el recurso del reproche, en general, a los opositores. Porque, por sus explotadas incompetencias, los entregan a cuatro años más de conyugalismo.
Proclamarse kirchnerista implica, en determinados círculos, asumir el riesgo de la vergüenza social. Por lo tanto, es aconsejable disponerse a la ceremonia de la resignación. Deben entonces soportarse los desbordes del conyugalismo, por culpa de la intrascendencia de la oposición.
Con su conciencia social de la debacle anunciada, Argentina presenta un cuadro indigno. Ideal para entusiasmar a los cientistas políticos que procedan de los países previsibles.
En efecto, mientras la candidata oficial, la señora Cristina, paulatinamente se desmorona, se instala una suerte de pesimismo atávico.
Por consiguiente, que «Cristina sea nomás electa presidente».
Sin embargo, se destaca un anticipado razonamiento, de formulación casi trotskista. «Que sea Presidente Cristina para llegar más pronto al final, y se caiga todo». Sea en el 2008, a lo sumo en el 2009.
Por lo tanto, que «Cristina triunfe en la primera vuelta». Como lo vaticinan, extorsivamente, los encuestólogos de la primera línea de fuego. Los vanguardistas sociológicos que se ubican en el frente del kirchnerismo.
De últimas, si de entrada no le alcanza, «que Cristina gane en la segunda vuelta».
Porque ninguno de los combos opositores, los tres oficialmente reconocidos y los dos que buscan serlo, pueden, al menos hasta hoy, unificar la creciente cultura anticristinista.
Finales
A propósito, la redactora final de este informe, participó, durante la semana anterior, de una comida de generalizados anticristinistas culturales. 16 comensales, nivel medio/alto. Ningún sufragio destinado, el próximo 28 de octubre, para Cristina.
Sin embargo se planteó un juego para la segunda vuelta. La opción eventual, entre la señora Carrió y la señora Cristina.
Lo gravitante es que, de los 16 hipercríticos, 7 se inclinaron por Cristina.
Jamás la votarían de entrada, pero, ante la alternativa de Carrió, la prefieren.
La misma pregunta se planteó, en otra comida similar, de 12 personas, entre Cristina y Lavagna.
De los 12 anticristinistas culturales, fueron 6, esta vez, los que mudaron de posición.
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