Los «Capriles» nacionales
No hace falta ser Juan Bautista Alberdi para rescatar a la Argentina del precipicio.
Consultora Oxímoron
sobre Informe de Consultora Oximoron
Redacción final Carolina Mantegari
A manera de introducción
La receta voluntaria e ingenua
¿Quién es el Capriles nacional?
En los seminarios privados del Portal la pregunta surge. Invariablemente.
Implica una injusta subvaloración del opositor argentino.
Se le endilga la presunta “incapacidad para unirse”. A los efectos de encuadrarse detrás del candidato común.
Secuelas del fenómeno Capriles. Privativo e intransferible, registrado en Venezuela.
El ciudadano del consenso -Henrique Capriles Radonski- contra la eternidad vulgar de Chávez.
La receta, pese a la voluntariosa ingenuidad, admite el rigor del tratamiento.
Con el riesgo de deslizarse entre los lugares comunes. Los que instalan el temor hacia la radicalización eventual del cristinismo.
Sentimiento (el temor) que se extiende entre los moderados que pagan los impuestos. Entre los desahogados que planifican radicarse, por hartazgo, en Punta del Este.
Sin embargo, vislumbrar para la Argentina de Nuestra César el destino similar al de la Venezuela de Chávez es un error.
Un precipitado desacierto inspirado en la sublime tontería.
Osiris Alonso D’Amomio
Director de Consultora Oximoron
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El peronismo diferenciador
Un análisis elementalmente comparativo, entre el chavismo y el kirchnerismo (aún en su versión cristinista), permite confirmar, en principio, que el chavismo es -para Oximoron- infinitamente más serio.
Aparte de contar con la abundancia natural del petróleo, el estragado Chávez cuenta con la existencia del Ejército. Desde donde controla, arbitra y respalda sus propias imposturas. Aunque se le imponga el apelativo decoroso de Ejército Bolivariano.
En Argentina, el petróleo puede suplirse con la efectividad gloriosamente indispensable de la soja.
Es el commodity que sostiene la relevancia económica del populismo más ineficaz.
Pero aquí el Ejército, una lástima, no puede suplirse con ninguna de las bandas piadosas que preocupan a las señoras sensiblemente respetables. Las que suelen confundir, a determinados cristinistas de gestos feroces, con revolucionarios que proceden de la Sierra Maestra.
Pero son estructuras -apenas- patrióticamente presupuestarias. Para ser atenuadas desde el rigor implacable del presupuesto, que las oxigena.
Estructura como la que encabeza la señora Milagros Sala. Desde el norte, pero con ramificaciones en La Matanza.
O como la Agrupación Evita del señor Pérsico. Es el hombre de la barba que aterra a los agricultores menos orientados.
O como la que se referencia en Luis D’Elía. Es el levantino que se impuso como máxima expresión estética de la cultura cristinista.
En el repaso comparativamente precipitado, entre la Venezuela chavista y la Argentina cristinista, nunca puede desdeñarse la persistencia fundamental del fenómeno que signa la diferencia más notable.
Es la existencia, a pesar de Nuestra César, del peronismo. Objeto de estudio en permanente declinación.
La crisis cíclica sorprende al peronismo cada vez más interesante. Por su constante readaptación, en materia de discurso. Y por su positivismo inmoral (ampliaremos).
La existencia del peronismo hace que sea innecesario, en Argentina, buscar al Capriles autóctono fuera de la fuerza que sostiene al gobierno.
Porque el Capriles nacional se encuentra, sobre todo, dentro.
Predispuesto a encarar las modificaciones que deriven oportunamente en una propuesta antagónica. Llegado el caso, con los mismos hombres.
El Capriles probable reside, para Oximoron, en el interior del peronismo, la fuerza que Nuestra César necesita mantener controlada.
Del peronismo que es, a su pesar, la Jefa. Aunque no sienta serlo, ni sus subordinados tomen, con convicciones, su conducción, que es inexistente (ver “El peronismo sin jefe”, cliquear).
Llega al extremo de dedicarse a gestar, desde el presupuesto, las nuevas estructuras de suplantación.
La “Fuerza Nacional de Incondicionales” (cliquear) que signe el ocaso anhelado del peronismo, el movimiento paralizado (que la sostiene). Indeseablemente.
Panorama venturoso
Entre el escepticismo imperante, cuesta admitir que la Argentina-a pesar de la gigantesca irresponsabilidad de sus gobernantes- mantenga, por delante, un panorama bastante venturoso.
Si se abandonan, improbablemente, las perniciosas imposturas que degradan al poder actual. Marcado por la cucarda inalterable de la mala praxis.
Se asiste al derroche sistemático del liderazgo que conquistó el 54%. Antesala práctica de la declinación.
Con un mundo tan necesitado de alimentos, al menos para las próximas cinco décadas, a la Argentina le falta, apenas, hacerse del Capriles que logre despojarla de las supersticiones anticapitalistas.
Para lanzarse a conquistar el universo que precisamente necesita de sus alimentos.
Para disponerse a recibir las inversiones. Hasta las procedentes de los capitales locales. Que se encuentran ocultos.
Los billetes parecen encontrarse igualmente aterrados, como sus dueños en banda. En cajas de seguridad. En los colchones.
Abundan los Capriles del peronismo que pueden reincorporar a la Argentina en el contexto de la racionalidad.
Aunque la mención lo enlode, en el barro de las supersticiones, se destaca, en primer lugar, Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol.
Pero emerge, como un próximo Capriles, José Manuel De la Sota, El Cordobés Profesional.
O incluso Sergio Massa, La Rata del Tigre, de las vueltas circulares a la rotonda del Cruce Etcheverry.
Y hasta Juan Manuel Urtubey, El Bello Otero de Salta, que parece haber abandonado la placidez de simularse con el severo rostro de tonto.
Cualquiera de ellos se encuentra en condiciones de producir -para Oximoron- el cambio. Desde arriba hacia abajo. Con las reglas claras del juego básico. Para garantizar el clima de negocios que tanto le espanta a Kicillof, El Gótico.
Aún es posible captar los dinerillos servidos que hoy no tienen hacia dónde dirigirse. Pertenecen a los seres caprichosos que no se disponen a ser desplumados.
Buscan, los obstinados, confiar en algo. En alguien. Como las centenas de miles que protestan con las cacerolas. O sólo con la voz. O el pensamiento.
Son exponentes de una “Sociedad harta que espera”, cliquear.
Final con Alberdi
No hace falta ser Juan Bautista Alberdi para rescatar a la Argentina del precipicio. Al que la lleva, paulatinamente, el cristinismo.
Para que deje de ser el “País paria” (cliquear).
El moto-chorro de la política internacional.
El Informe Oximoron subraya que no hace falta mayor iluminación intelectual para hacerse cargo del desafío.
La tesis induce a denostar, un poco menos, a los opositores que opositan. Aún sin ideas claras. Sin brotes mínimos de originalidad.
Son los que pueden devolver, a la sociedad, el fundamento básico. Para canalizar la necesidad de creer.
Sea también un Capriles que no proceda, necesariamente, del peronismo.
Como el apocado Mauricio Macri, El Niño Cincuentón. O incluso Julio Cobos. Si logra -como el acosado Hermes Binner- superar la superstición que tanto retrasa.
Indica (la superstición) que la Argentina sólo puede ser gobernada desde el peronismo.
O que nunca puede ser gobernada con el peronismo en contra.
De todos modos, cualquier perspectiva de normalidad resulta superior a la jerga despreciable que plantea, para los próximos tres años, la Revolución Imaginaria.
Con la trampera de hacerle creer, a otra generación, que se “combate a la derecha”.
Mientras, imperdonablemente, se sepultan.
Y arrastran, hacia el fondo, al país que tiene -para Consultora Oximoron- todo para ganar. A pesar de las chiquilinadas catastróficas de los irresponsables que lo desgobiernan.
Carolina Mantegari
Redacción final del Informe Oximoron,
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(pero se permite la reproducción sin citar fuentes).
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