Duelo de oficialismos habituados
LA CIUDAD Y LA PERRADA (II): Macri, el Niño Cincuentón, versus Filmus, el Piscobolche Nostálgico (Solanas y La Perrada, abstenerse).
Artículos Nacionales
Culmina, afortunadamente, la campaña electoral del Artificio Autónomo de Buenos Aires.
La monotonía obtuvo el mérito único de la brevedad. Estuvo signada por la opacidad ideológica, el desfile de las obviedades previsibles y -sobre todo- el aburrimiento culturalmente estremecedor.
La fatiga -como la carencia de atención-, es atribuible, acaso, al excesivo conocimiento que se tiene de sus protagonistas.
Cada vez, los postulantes insisten en parecerse más a sí mismos.
«Sin novedad en el frente», diría Erich Remarque.
Con la rutina del discurso aprendido. En sofocantes excursiones por los marginales canales de cable. Produjeron un desafío exclusivo para los apasionados cultores del zapping.
En «La Ciudad y La Perrada» (cliquear), texto subido al portal un mes atrás, se anticipó que Fernando Solanas, el prestigioso dirigente universitario, estaba destinado a ser el fiambre involuntario del sándwich.
La víctima impotente, aunque advertida, de la polarización que irremediablemente lo esperaba. «El sándwich de Pino».
Se asistía al duelo, para nada intenso, de los dos oficialismos habituados. Convenientemente resignados a la certeza cómoda de convivir.
Juntos, los oficialismos conformaron el sándwich donde aplastaron, impiadosamente, al fiambre. Con la expresiva colaboración de La Perrada, protagonistas vocacionales que pusieron el rostro, y las palabras, donde explicablemente pudieron.
El duelo es entre el oficialismo local, representado por Mauricio Macri, el Niño Cincuentón, junto a la señora María Eugenia Vidal, destacable suplantación de la señora Gabriela Michetti.
Con (o contra) el delegado del oficialismo nacional. El senador Daniel Filmus, el Psicobolche Nostálgico, acompañado por el enternecedor ministro Tomada.
En cierto modo, para entretenimiento de la ciudadanía porteña, hubiera sido preferible que, desde el «Monte Olimpo» (cliquear), la señora Cristina se inclinara por la designación de Amado Boudou. Como delegado-candidato, Boudou podía, al menos, haber deparado alguna sorpresa. Y Cristina se hubiera comprometido mucho más.
Circunstancia de Filmus
Por portación de magnífica medianía. Por la densa vibración de su tristeza explícita. Y sin el sostén activo de la señora Cristina. El pobre Filmus no pudo acertar nunca una bocha.
El senador no supo protagonizar ninguna iniciativa que pudiera despertar atisbos de curiosidad. Menos aún que pudiera atenuar la diferencia abrumadora que le lleva Macri.
La goleada, a esta altura, es terminal.
En su descargo, puede aceptarse que el Psicobolche Nostálgico no contó con ningún contexto favorable. Su circunstancia sartreana fue existencialmente patética.
Buenos Aires (Artificio Autónomo) mantiene la sociedad más inquietantemente informada. Si es verdad o no ya importa muy poco. Pero está instalado que Cristina lo subestima a Filmus. Que le dispensa cierta antipatía natural. Si lo designó, desde el Monte Olimpo, fue por la fuerza persuasiva de los sondeos. O porque está habituada. Acomodada a las turbulencias convivenciales con Macri.
Aparte, el Psicobolche Nostálgico mantiene temas vedados. Hacen que su circunstancia (atroz) sea difícilmente superable.
Si enfila por el costado de los derechos humanos, le saltan con la supuración derivada de los inicios del Escándalo Schoklender. Amenazas de llevarse puesta la estantería humanitaria.
Para colmo, Filmus arrastra la vulnerabilidad de ocultar, por el Escándalo Inadi, a la señora María Rachid, la candidata a cuarto concejal.
Es -María Rachid- la dama que, por sus obsesiones estéticas, Federico Fellini hubiera internacionalmente consagrado. Como La Sarracena de «Ocho y medio», pero en versión intachablemente principista.
La única sorpresa que puede deparar, el 10 de julio, es que, en el duelo de oficialismos habituados, Macri se le escape, a Filmus, aún más. Para imponerse directamente en la primera vuelta. Y ahorrarle, al escepticismo del porteño, las turbulencias de la espera, hasta el 31. Veinte días más de Filmus y Macri van a ser exasperantes.
Guarismos
Al cierre del despacho -madrugada del miércoles 6-, y con los números de Consultora Oximoron en el escritorio, puede aseverarse que Macri, el Niño Cincuentón, se encuentra en la antesala de los 50 puntos.
A cuatro miserables puntos de perforar la frontera legal. Tiene un techo de 46.
Pese al empuje del combatiente Frente Encuestológico para la Victoria -y con la saudade sin ritmo a cuestas-, Filmus roza los 30 puntos. Para ser exactos, 31. No está nada mal.
Los guarismos legitiman que Solanas, el fogoso dirigente estudiantil, hoy se encuentre más cerca del pelotón funcional de La Perrada que de discutir, con alguna posibilidad, la entrada ilusoria en la segunda vuelta (que probablemente no exista). Y sigue en la pendiente, ante el oportunismo del «voto útil». Es la frivolidad que se define en las últimas 48 horas.
Desde aquí, hasta el domingo, Solanas ni siquiera tiene perspectivas para equivocarse más. Ni para profundizar su aislamiento en el olimpismo de una rebeldía sectaria. No vaciló en echarle el antiguo flit al acuerdo nacional que mantenía con el socialista Hermes Binner. Para enviar, hacia la hoguera innecesaria de la postulación presidencial, a la inteligente socióloga Alcira Argumedo, la que tanto valoraba el eminentemente olvidado Aníbal Ford.
Tampoco le quedan, a Solanas, más razones para hacerse el gracioso con las frescas estudiantinas. Como la grotesca distribución de los bozales. «Para evitar las mordidas».
Jocosamente explícito, Solanas distribuyó los bozales después de haberse recíprocamente gritado con Filmus. Al que deberá aliarse, o rendirse. De existir -lo más probable- la segunda oportunidad de julio.
Causas perdidas
Si tienen suerte, los integrantes de La Perrada funcional podrían mojar, a lo sumo, algún «diputado de la ciudad», como se denomina a los concejales.
Los innumerables representantes de La Perrada, como Solanas y Filmus, a través de los canales (marginales) de cable, se esmeraron en demolerlo a Macri.
Precisamente las demoliciones fallidas son las que aproximan al sujeto (Macri), hacia el triunfo en la primera vuelta, en el duelo de los oficialismo habituados. Aunque el guarismo aún no le alcance para ser definitivo. Mientras tanto Macri explica de memoria su «gestión», sin mayor convicción y con las secuelas de su rostro cansado. O bicicletea por la ciudad, o baila, como Gilda, entre los «globitos de colores» que resultan ideales para las mofas de Ricardo López Murphy, una de sus primeras víctimas. Y un desperdicio imperdonable. El más noble consumidor de causas (todas) perdidas.
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