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Karaokes opositores

El kirchnerismo extinguido prefiere, para confrontar, a Macri.

Oberdan Rocamora - 1 de diciembre 2010

Artículos Nacionales

Karaokes opositoresescribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

«Macri es el candidato que el post kirchnerismo elige. Para confrontar». Lo confirma la Garganta Top. Del primer tipo.
El tema, con sigilosa rapidez, se instala. Algunos lo insinúan con el propósito de destruir. A menos menoscabar, a Mauricio Macri. El Cantante Frustrado.
Reflotar la idea perversa del rival a la carta. Macri le brinda, al kirchnerismo extinguido, la ilusión programada de competir con «la derecha» (posicionamiento que Macri, en vano, se resiste a asumir).
Los consolida, a los kirchneristas residuales, en el imaginario alucinante. Suponerse vinculados a la izquierda.
La versión, consistente o no, se expande entre las laceraciones del PRO. Es el partidito urbano que suele identificarse con el atractivo unipersonal de Macri. Al regreso de la instancia de plenitud amorosa, el desafortunado epígono de Freddy Mercury tiene que inclinarse por alguna de las dos exploraciones políticas que sus partidarios habilitados ponen en marcha. O por las dos.
Una es archiconocida. Especulada hasta el desgaste. Alude a los peronistas pirandellianos que estimulan la fragilizada esperanza de salvarse con Eduardo Duhalde. Es el Piloto de Tormentas (generadas). Animador del Club demacrado de Gobernadores del Peronismo Federal. Quien le pone a Macri alguna bolilla negra es -sin haber sido ni gobernador- Roberto Lavagna. Es la esfinge que tristemente se desperdició por aquel paseo prematuro por los jardines equivocados de Olivos. De la manito de El Furia.
Son varios los impulsores principales del acercamiento estratégico entre Mauricio, el rockero, y el Piloto de las Tormentas. Desde el peronismo alternativo se destaca Ramón Puerta, el armador, junto al Adolfo y Juan Carlos Romero, del PF. Hoy Puerta padece la sistemática impugnación de Mario Das Neves, el Tenor Portugués, y, sobre todo, de Francisco De Narváez, El Roiter.
Desde el PRO, el promotor más notorio del frente con Duhalde es el internacionalista Diego Guelar, quien desgasta su activa inspiración literaria en la serie «Construyendo el Partido». Es donde Guelar propone discusiones internas que casi nadie, más allá del diputado golpeado Federico Pinedo, se encuentra dispuesto a darle. O a hacerle caso.
No obstante, crece también, en la sequedad del macrismo, el proyecto de exploración de otra alianza eventual. Lo signa el entendimiento con los radicales. Los de Cleto Cobos, a través, sin ir más lejos, del intendente Mario Meani, de Junín. O directamente con los radicales del vivificado Ernesto Sanz, que en realidad son los mismos radicales, pero fotocopiados.
La nueva ilusión, según otra Garganta, es fomentada por Esteban Bullrich. Es el ministro de Educación que debió heredar las causas desastrosamente perdidas de Mariano Narodowsky.
Bullrich avanza, según nuestras fuentes, en las conversaciones auspiciosamente tangenciales con Meani. Pero las amenidades confidenciales fueron trasladadas al vicepresidente Cobos. Como también al ensayista equilibrado, don Jaime Durán Barba, al que a sus espaldas apodan El Equeco. Y también fueron blanqueadas hasta al mismo Mauricio. Fue antes del festejo selectivamente programado en el campo de Tandil. Donde Mauricio fuera víctima, acaso, según otra vertiente, de un espeluznante trabajo de «magia dark».
Fue cuando el Ídolo del Karaoke estuvo a punto de asfixiarse como consecuencia de la travesura adolescente del bigote artificial. Del que fue oportunamente liberado hacia sus intestinos, merced, según nuestras fuentes, al desempeño providencial de Lemus, el ministro de Salud, que muñido de una cucharita se ganó el derecho a la persistencia.
El Equeco, Macri y Cobos, reaccionaron a las consultas de Bullrich y Meani con las expresiones típicas que fueran consagradas por el menemismo explícito. «Vayan para adelante, avancen, después vemos».

«Estado larval»

La bifurcación, en materia de alianzas, conduce, sin escalas, a las ensoñaciones moncloístas que aluden a la coincidencia de las «políticas de estado». Las que fueran lanzadas, en peñas que deberían renovarse, por el ideólogo Ricardo Romano, desde el peronismo solitario. Y que hoy separadamente moviliza, según nuestras fuentes, otro ensayista pero del radicalismo. Condecorado por la magia blanca de la suerte. Es Rodolfo Terragno. Aquel intelectual que supo desembocar como sorpresivo ministro de Raúl Alfonsín, por haberlo cautivado como consecuencia del recitado anticipatorio de tecnologías informatizadas. Las que hoy trafica, incluso, hasta Alberto Rodríguez Saa, gobernador del Estado Libre Asociado de San Luis, la Cataluña argentina que tiene Wi-fi hasta en los mingitorios de las rutas iluminadas de la provincia separatista.
En «estado larval» -al decir de la socióloga Laura Etcharren- aquí se aspira a alcanzar el acercamiento de las tres partes. Peronistas Federales, Radicales Inflamados, y PRO-hombres.
Infortunadamente el contubernio romántico nunca podrá ser aceptado por los elementos viscerales que militan en las tres congregaciones. Como Das Neves, quien, en su alianza con Felipe Solá, el máximo exponente del felipismo (también en estado larval), revoluciona las expectativas de la Primera y Tercera. Las secciones electorales donde los militantes peronistas hacen una extraña cola. Para ignorarlos.

Narváez, el personaje de Cambaceres

Deben esmerarse, entre los rockeros compulsivos del PRO, para no quedarse prisioneros de la desorientación. Y evitar la caída en la banda espiritual que enternece la pavorosa actualidad de Francisco De Narváez, El Roiter. Es el Caudillo Popular que se reduce. Evoca al personaje olvidado de «Sin rumbo», la novela del casi olvidado Eugenio Cambaceres.
Después del abandono de Emilio Monzó, y del desplazamiento del Scioli «Muletto», alias Ay Pepito, a Narváez le queda el ludismo de banca del mutante Daniel Amoroso. Y la moderada fidelidad de Nicolás Ducoté, muy firme en la brecha, en el deseo de ocupar los espacios que nunca pudo explotar el diputado Ferrari. Sistemáticamente agobiado, el pobre, por las contradicciones de su jefe político. El personaje de Cambaceres.

Antes de tentarse con la contagiosa desorientación de Francisco, a Mauricio le queda, en el karaoke de la política, la salida, aún, previsiblemente sensata. Consiste en quedarse. La continuidad en el Artificio Institucional de Buenos Aires, por otros cuatro años. Para volver a ganarle, sin el menor inconveniente, al «pichi» de Daniel Filmus. Ya que Fernando Solanas, el inquietante dirigente universitario, aún delira con el escenario nacional. Ante el espejo. Con antiguallas retóricamente engoladas, pero formalmente reconfortantes.
Sería, aparte, que Macri se quedara, una obra de bien. Porque volvería a postergar, en el karaoke porteño, no sólo a la señora Gabriela Michetti, tan habituada a los desplazamientos y dilaciones. Atenuaría las ínfulas protagónicas de Rodríguez Larreta. Es la carismática reserva popular del PRO, que se eleva entre los bajos fondos de Liniers. En Soldatti y en Boedo. Pero sobre todo en Flores Sur, en las proximidades de la Casa de Castanón.

Mariano, Ciro, El Fino

«Si los post kirchneristas lo prefieren a Macri para confrontar -continúa la Garganta Top- va a atemperarse el dilema de la Comisión Investigadora».
A dilatarse, incluso, hasta la divulgación de la entrevista periodística concertada con Ciro James. Es -James- el espía contratado que puede perfectamente estar preso, pero sin que los medios indaguen acerca de su identidad real. Aquel Ciro alcanzó a asistir al sustancial Mariano Narodowsky, en determinadas reuniones del ministerio. Es prisionero -Mariano- hoy, de sus errores. Aunque, inteligentemente, aún no le soltaron la mano. Al contrario. Porque Marianito cobra, en mano, mensualmente, según nuestras fuentes, el dinero equivalente a más de cuatro o cinco sueldos oficiales de su antigua categoría. En el karaoke del Artificio Institucional. El que hoy se encuentra virtualmente congelado por los asedios inútiles al Jefe de Gobierno. Entre discusiones que legitiman el apresamiento, y ya para alcanzar ribetes demenciales, del comisario Jorge Palacios, El Fino.
Tenerlo en cana al comisario Palacios por chupar teléfonos es particularmente insólito. En el universo obsceno, en materia de intimidad, donde suele deslizarse el narrador Manuel Vázquez y la ventosa de WikiLeaks. Y donde hasta los edulcorados diplomáticos de carrera, para dirigirse al director del Portal, deben recurrir al amparo colectivo del locutorio. Porque los funcionarios están seguros que tienen, por los misteriosos de siempre, intervenidos hasta sus celulares.
Es un exceso mantenerlo al Fino Palacios junto a los otros inquilinos. En el duro karaoke de Marcos Paz.
Por las ceremonias, cotidianamente degradantes, de las revelaciones que aluden a corruptelas escabrosas, brota, en Marcos Paz, paulatinamente, la extravagancia del optimismo.
Alguien, en su delirio lícito, incluso supone que, en la primera de cambio, saldrán. Pero no precisamente en andas. Como aquellos presos rescatados de Villa Devoto. En aquel 1973. Década que no está definitivamente aclarada. Menos, aún, resuelta.

Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital

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