Progresismo en su tinta
El Derecho Penal del Enemigo.
Consultora Oxímoron
escribe Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, especial
para JorgeAsísDigital
El fallo, de la Cámara de Casación, sorprendió, por izquierda y por derecha. Los referentes máximos dormían la siesta de los justos. La alucinación del progresismo cae, en cierto modo, encerrada en la trampa de su red.
Conste que la noche anterior, en cierta comida de sobremesa demorada, el doctor Righi, el máximo procurador, ni siquiera se refirió, remotamente, a las cercanías del asunto. Aunque pasaron, con inspirados colegas, revista minuciosa a la sistemática totalidad de los temas de coyuntura.
Y el doctor Lorenzetti, sobrio presidente de la honorable Corte Suprema de Helsinki, departió amigablemente, con el doctor Anzorregui y el director del Portal, con su destreza diplomática habitual, en la fiesta de la Radio 10. Sin tener la menor idea de la revolución jurídica que se avecinaba.
Cocina vasca
Como los calamares de la cocina vasca, los progresistas se cuecen, también, en su tinta.
A los efectos de justificar la programada persecución penal, sin sujetarse a los plazos de prescripción, en la imprevisible Argentina se invocaron, hasta traspasar las fronteras del hartazgo, los tratados internacionales de derechos humanos. Euforias reconfortantes que ayer, las inflamadas organizaciones humanitarias, junto a La Elegida, merecidamente celebraban.
Conjuntamente con los convenios que venían en el combo. El Pacto de San José de Costa Rica. Dignas exaltaciones que fueron incorporadas en la reforma constitucional de 1994, que nos dejó el dislate del Tercer Senador, el coleccionable disparate del Consejo de la Magistratura. Ilusiones que fueron aplaudidas de pié, en aquella casa histórica de Entre Ríos, como aplauden los empresarios y aduladores que suelen disfrutar, en persona, de los anuncios periodísticamente espectaculares de La Elegida, rápidamente transformados en «diarios de anteayer».
Churumbeles
Sin embargo, ensimismados en su fantasía, los garantistas que hoy se indignan, los que idolatraban religiosamente al doctor Zaffaroni, no advirtieron que, precisamente el «garantismo» implícito en las normas internacionales, prevén la sabia imposibilidad de que una persona, así sea Acosta, Mantegari, D’Amomio o Astiz, pueda estar detenida, sin condena firme, por mas de dos años. Con opción de yapa. De caja de empleados. A tres años. Más allá del plazo, debe disponerse, según los juristas consultados por Oximoron, la libertad inmediata del sujeto.
Vale decir que el ordenamiento jurídico, que permite la pontificación de perseguir, es el mismo que establece que, por el mero principio de inocencia, se los deba liberar. Que no puedan estar detenidos durante más de tres años, sin una sentencia definitiva.
Por lo tanto, la Cámara de Casación aplica mecánicamente el cómputo matemático de los días. Es decir, dicta una resolución revolucionaria de estructura «cronológica».
Cuenta, con sus churumbeles, los días de la detención, y advierten, con la ayuda de la aritmética, que no existe un fallo definitivo. Entonces Casación decide, apelablemente, la liberación. Para incomodidad laboral del doctor Plee. Ante la sorpresa de los altísimos dignatarios judiciales que apolillaban la siesta de los calmos. Como aquel Righi del memorable discurso. El ameno Lorenzetti de Helsinki. O, sin ir más lejos, el ministro Aníbal Fernández.
Pasillos
A pesar de la magnitud de las presentables vergüenzas, los Kirchner deberían pensar en la necesidad de copiar al menemismo con mayor convicción. Y contar con los especialistas que sepan deslizarse entre los pasillos judiciales. Resulta insuficiente, al menos para evitar las futuras prisiones casi aseguradas, con los delirios estratégicos del doctor Zannini.
O con la atención, centralizada siempre en las catástrofes de los negocios, en los que se concentra la eficiente doctora Minichelli de De Vido.
Aparte, con Duhalde, el severo anzorreguista de izquierda, sólo puede contarse determinadas horas del día.
Desde la impertinencia del Portal, con espíritu de colaboración, se les aconseja, otra vez, la conveniencia de contar con la jerarquía intelectual, y sobre todo con la astucia jurídica, de un Barra. Sin ir más lejos, de Dromi. Del propio Anzorregui, del inspirado Maiorano. Una lástima que no pueda contarse con el auxilio del Flaco Cavagna.
Fallo de Lesa
Especialistas consultados por Oximoron aluden a la explícita inoportunidad del fallo. Pero los fallos suelen ser generalmente inoportunos. Y los camaristas distan de sentenciar movilizados por el oportunismo jurídico. Liberar a los simbólicos Astiz y Acosta, justamente en el día que se celebra el fasto anual de los derechos humanos, de acuerdo a esta línea de interpretación, sería una suerte de mensaje macabro.
Por la anunciada presencia de la Presidente en la Esma. La edificación aún más simbólica. Convertida en el congelamiento de un Museo.
Abundan, razonablemente, quienes participan de la misma reacción emocional de la Presidente. Junto a La Elegida y El Elegidor, se incorporan a la noción unánime de la vergüenza. Como si liberar, por preceptos legales, a los acusados de crímenes de «lesa humanidad», derivara, de por sí, en un fallo de Lesa.
Curiosamente, en materia de oportunidad, nadie alude a la coincidencia, del fallo de la Cámara de Casación, con la ley orgiástica del Blanqueo. La que emana desde el otro Poder. El Legislativo, que sintoniza, en general, perfectamente con las proposiciones ordenadas por el Ejecutivo.
El Blanqueo admite la pasión por la amnistía económica. Disociada, necesariamente, de cualquier perspectiva de amnistía política.
De una vez por todas: se es respetuoso de las instituciones o no.
Del mismo modo que se es demócrata o no.
No puede adherirse a una arquitectura jurídica selectiva. A los efectos de construir un derecho penal del enemigo. Y otra penalidad para los amigos.
La Justicia, por último, no puede ser simplemente buena o mala. Evaluada positivamente sólo cuando los fallos convengan a los intereses sectoriales. Ideológicos y/o políticos del poder de turno. O a la modalidad culturalmente ambiental de turno. Más allá de los estupores lícitos de los dormilones de siestas. De los oportunismos plácidos de las efemérides. De las vergüenzas, así sean colectivas, o respetablemente presidenciales.
Osiris Alonso D’Amomio
para JorgeAsísDigital
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