Consagración cultural del Club Swinger
Al plantarle La Doctora la ficha de Alberto, un operador, el Ángel replica con Pichetto, un “operador y medio”.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
“¿Qué
hago mal para que los burgueses me aplaudan?”.
Sin rigor, se le
atribuye la reflexión al poeta Paul Eluard, cuando lo celebraban sus
enemigos.
Planteaba el dilema del elogio del adversario. Que
enaltece, desorienta, confirma. Pero altera.
A través del elogio,
el adversario distorsiona la identidad del beneficiado.
Es el
otro, el ajeno, quien legitima las virtudes. Los atributos que al
propio le cuesta reconocer. O se los niega por conocerlo demasiado.
Unánime mezquindad.
Es Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, quien supo descubrir, en el senador Miguel Pichetto, Lepenito, su opositor, la génesis conceptual del «estadista».
Para
“los compañeros del peronismo”, Pichetto representaba una cierta
garantía de eficacia y de lealtad.
Acompañó a Carlos Menem, sin
ir más lejos, hasta en el demencial intento de la re-reelección.
Artimaña que el viejo jefe mantenía vigente para conservar el poder
hasta el último día. Sin que se le diluyera entre la codicia de los
cretinos.
Con la medialuna enarbolada, Miguel lo acompañó a
Menem. Hasta el epílogo.
Como acompañaría, después, a Eduardo
Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas) . Y en especial, desde el
senado, a Néstor Kirchner, El Furia. Y con mayor tensión también a
La Doctora.
Sin embargo, quien estaba habilitado con luz verde
para dirigirse a los Kirchner, cuando lo considerara conveniente, era
Nicolás Fernández, El Rápido, senador por Santa Cruz.
Hombre
fuerte, un Fernández casi olvidado. Creía mantener asegurada en el
bolsillo su extensión como venerable. Y casi lo celebraba en Piégari
con su esposa, cuando se enteró que La Doctora, en el último
minuto, había decidido bajarlo.
De la lealtad de Pichetto, hacia
los Kirchner, abundan las pruebas. Como el testimonio gráfico de la
madrugada en que el vicepresidente Cobos, El Cleto, con su voto “no
positivo”, iba a pulverizar aquellas apasionadas
retenciones.
Cuando el kirchnerismo confundía a De Ángelis,
Dientecito, con la oligarquía.
Aquel rostro de Pichetto mereció
con amplitud el apodo inicial. Humphrey Bogart. El duro de “Horas
desesperadas”.
El postergado
“Su
presencia no se notaba pero su ausencia sí”. Asís.
Funcional,
perfil bajo, excelente persona, dispuesto y cordial, pero Pichetto se
sentía extrañamente postergado en el kirchnerismo.
Por el brutal
pragmatismo imperante, debía aceptar que al Furia, en la práctica,
le resultaba más útil el radical Saiz como gobernador de Río
Negro.
Un emblemático Radical Kash, cliquear. Saiz era preferible a Pichetto. Y tenía mas votos entonces que el invalorable Gringo Soria, El Espía, rival interno en el peronismo de la provincia compleja. Con fragmentos y distancias.
En 2011 Soria iba a conquistar la hazaña de gobernar la radical Río Negro desde el peronismo. Pero lo perseguía el atavismo marcado de la tragedia.
El crimen permitió que un progresista sin votos, Weretilnek, un complemento del casi inexistente Frente Grande, recibiera, como herencia, el bagaje envuelto de la gobernación.
Y por su competencia El Progresista fue reelecto en 2015. Cuando Pichetto creyó que le correspondía.
“A llorar al parque”.
La plenitud
Ya sin
ningún Kirchner arriba, desde la Planta Permanente del Senado,
Pichetto experimentó sus mejores momentos en el poder.
Adquiría
fuerza útil en su posición sustancial de engranaje. Intermediario
de los gobernadores, que le debían favores y se le reportaban.
Hasta
diplomarse como un “hombre de poder”, de consulta permanente,
invitado en las mesas más ambiciosas mientras comenzaba a lucirse.
A
inmolarse con sus bajadas de línea, en entrevistas donde culpaba, en
exceso, a los inmigrantes de países vecinos.
Importación que se
percibía, a su criterio, en el ejercicio de la delincuencia. Fueron
imposturas que le motivaron el nuevo apodo de Lepenito.
En la
plenitud, tenía la cotidiana convivencia del plazo fijo que le era
difícil de renovar.
El 9 de diciembre de este año debía dejar
la senaduría. Cada día que pasaba Lepenito valía menos.
Pudo
entusiasmarse con la re reelección de Weretilnek. Con la sospechosa
ayuda del oficialismo macrista, que le debía una lista de
favores.
Pero por la Suprema Corte ese proyecto de permanencia no
pasó. Pese al extendido enfado de Lepenito, que se mostraba como un
estadista calentón.
Pero el doctor Ricardo Lorenzetti, Cardenal
Richelieu, tenía razón:
“Hay que ser serio, si se votó en
contra de Santiago del Estero, lo mismo no podía aprobarse en Río
Negro”.
Los polarizados
Menem se engalanó con la lealtad eterna de Lepenito. Fue el primero en decirle que debía ser el “próximo presidente”.
Tal vez Pichetto tomó con exagerada seriedad la sugerencia. Tenía menos territorio que una maceta. Sin capital de respaldo. Pero salió a decir nomás que quería ser presidente.
Y acompañado por empleados del senado, amigos fieles y buscapinas de medialuna enarbolada, abrió un local propio.
Fue, incluso, uno de los cuatro miembros fundacionales de la fotografía de Seita. Derivó en la Alternativa Federal del Peronismo Perdonable.
Cuadros categóricos que se proponían perforar la polarización entre Macri y La Doctora. Pero pobres: terminaron polarizados.
Sergio Massa, El Desconcertante Conductor, con La Doctora. Lepenito con el Ángel.
Mientras tanto Juan Schiaretti, El Aleph, y Juan Manuel Urtubey, El Bello Otero, siguen asediados por Macri. Hasta el acoso.
Son seducidos, también, en simultáneo, por los radicales de la Red Link. Filosóficos continuadores de la receta política de Emilio Monzó, El Diseñador. Motivó la decisión de Marcos Peña, El Pibe de Oro. O sea por Macri. Congelarlo.
La idea de “ampliar la base de sustentación política” del Tercer Gobierno Radical. Con la incorporación de los Peronistas Perdonables de colección.
Frutos del Bosque
Debe aceptarse que el Ángel movió con acierto una ficha.
Al incorporar a Lepenito muestra que aún conserva reflejos.
Devuelve la sorpresa generada por la Doctora, que lo había dormido con la designación de Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Al plantarle La Doctora la ficha de Alberto, un operador, el Ángel replica con Miguel, “operador y medio”.
Para concluir, Pichetto representa un magnífico aporte de solidez para la reconocida insustancialidad del “mejor equipo”.
Es también la consagración cultural del Club Swinger.
El entrecruzamiento político que mantiene esquemas de mestizaje. Menjunje que derive, probablemente, en una nueva identidad. «Frutos del bosque».
Pero se confirma que no hay lugar conceptual, ni siquiera como “elogio”, para la palabra “traición”.
Aunque posibilite justificaciones descaradas, como la del Marqués de Talleyrand, cuando aclaró:
“Traicioné, sí, pero fue para beneficio de Francia”.
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