Dos millones de dólares por hora
Desplazamiento de la atención. De la Política hacia los negocios.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
El resultado de las elecciones puede condicionar, relativamente, la intensidad del principal conflicto. Entre un debilitado Kirchner y el Grupo Clarín.
Previsible desplazamiento del centro de interés. La contabilidad de las alianzas coyunturales, cede el lugar de la atención. En adelante, vuelven las pujas político-empresariales.
Al litigio Kirchner-Clarín, se le debe sumar, en adelante, Techint.
Clarín, de Héctor Magnetto, el Tenedor de Libros. Y Techint, de Paolo Rocca, El Cientista.
A través de la comunicación y la industria ambos disciplinan el encuadramiento de AEA.
Trátase de la Asociación Empresaria Argentina. Pomposidad que administra, también, históricas institucionalidades. Donde talla, también, Pagani, El Caramelero. De Arcor.
Como consecuencia de las influencias irreparables de Techint, merece también atenciones la repentinamente efervescente Unión Industrial Argentina.
Presidida, en la versión contestataria, por Héctor Méndez, quien supo comandar la organización también en los tiempos del romance con Kirchner. Cuando todos ganaban glucolines en abundancia, y Kirchner mantenía, además, el temporario idilio con El Cientista. Y el apasionado embrujo con El Tenedor de Libros. Porque Magnetto resultó sustancial para que Kirchner conquistara la hegemonía. A golpes de crecimiento y de complacencia. De los que ni siquiera se arrepienten.
Clarín -a Kirchner- lo hizo.
Aparte del renovado Méndez, en la UIA se siente la influencia dolorosamente intelectual del eminente De Mendiguren. Es el destacado pesificador que dejó su huella indeleble en la historia contemporánea.
A la AEA y la UIA se le deben sumar, en adelante, las organizaciones agropecuarias. En conjunto y sin Comisión de Enlace que valga.
El cotillón empresarial que se prepara merece una columna dominical de Verbitsky, en la Secretaría de Estado de Página 12. Y otra de Jorge Giles, en el melancólico Miradas al Sur.
Desinversión
La kermesse del empresariado, en estado de asamblea, se brinda en un marco de magistral achicamiento de la economía. Abreviaturas que, desde la política, parecen no interesar. Emergen en un proceso, justamente acelerado, de desinversión. Constatación, en definitiva, que en la Argentina nadie pone un mango, aunque La Elegida inaugure fábricas de galletitas en Santiago, y una calle en San Martín.
De todos modos, el fantasma de la desinversión espanta menos que la generosa salida, del circuito, de dos mil millones de dólares mensuales. Fuga de glucolines. Superior a los dos millones de dólares por hora.
El penoso registro, para ser mejor ilustrado, reclamaría conferencias severamente magistrales de De Pablo, Monteverde y Cachanovsky. Con aportaciones semiológicas de Carolina Mantegari, porque mantiene, a los argentinos, habituados a un infortunio exactamente peor. El achicamiento espiritual. La autodevaluación de la identidad. El provincianismo cultural que produce la cotidianeidad del aislamiento. La certeza de resignarnos a saber que la colectiva ineptitud no despierta, siquiera, asombro. Menos aún perplejidad. O lástima.
En adelante, pasada la contabilidad del sufragio, es el turno de la pugna por los despojos. Disputa de mesa de saldos en liquidación. Es lo que hay.
Radiodifusión y Telecom
Para entrometerse en el conflicto entre Kirchner y Clarín, habría que despejar, en principio, la humareda que provoca el proyecto de Ley de Radiodifusión.
Diez días atrás, los astutos abogados de Clarín supieron aprovechar un claro. Entre los anexos de las normas. Para ser exactos el 5, V en números romanos, del Decreto 1172/03. Ideal para correr al gobierno por izquierda. Al mejor estilo Solanas, el gran «pinificador».
En nombre de ARPA, Asociación de Radiodifusoras Privadas de Argentina, solicitaron la «convocatoria de un procedimiento de Elaboración Participativa de Normas». Es decir, la profundización de los debates multisectoriales. Cuestión de dilatar, en no menos de cuatro o cinco meses, el proceso de gestación de la Ley de Radiodifusión que a Kirchner le sirve, ante todo, para presionar. Y al titular del COMFER, Gabriel Mariotto, para destacarse.
Pero Kirchner, en la materia, quiere apretar. Aunque siempre hasta por ahí nomás. En realidad el conflicto Kirchner-Clarín presenta estrategias de recíproco desgaste. Tanto en lo que atañe a la Ley como al dossier más gravitante de Telecom.
Con fundamentos específicos, Clarín demora lo que puede. Con la perversidad del que sabe que el adversario se estrella.
Si no se estrella el 28, en un par de semanas más.
Pero Kirchner, mientras les grita, también dilata. Hasta hoy, la estrategia de desgaste (basada en la erosión física de la enfermedad de Magnetto) fracasó.
La humareda de la Ley de Radiodifusión sirve para internarse entre las claves de otra dilatación interminable. Aunque abunden los optimistas que anuncien esclarecimientos para julio.
Trátase del abultado dossier Telecom. En juego, tres mil quinientos millones de glucolines verdes, por año. La complejidad comercial se impone como uno de los tantos temas que signan el estado de irresolución permanente que afecta a Kirchner. Quien parece desconocer, en el fondo, cuál es el objetivo que persigue.
El tema Telecom enlaza operaciones comerciales intereuropeas. Pueden impugnarlas los cercados culturalmente por el estigma del aislamiento. Una vulgar inmersión de la telefónica de España, entre el cablerío de la telefónica de Italia, socia de Los Werthein desde que se rajaron los telefónicos de Francia.
¿Se entiende? En el litigio del seleccionado europeo debe entrometerse, desde Argentina, la Comisión de Defensa de la Competencia. Un organismo que, después del despido de Sbatella, pasó a ser dirigido por el señor Napolitani. Sbatella siguió el magnífico ejemplo de Julio Bárbaro, y del poeta Alberto Fernández, para pasar, desde la función pública, hacia el estrellato televisivo del cable.
Napolitani, un oriundo de Río Gallegos, responde, en cambio, a las artesanías, ideológicamente febriles, que se le ocurren a Moreno. Es -Moreno- el militante idolatrado por sus compañeros. Un pesado que cumple, con significativa obediencia, las instrucciones emanadas de Kirchner, El Jefe.
Kirchner entonces lleva la «negociación política». Una manera de llamar a las alteridades y altibajos que incluyen empresarios domésticos.
En primer lugar los primitos Werthein, Gerardo y Adrián, el hijo de Noel y sobrino de Julito. Gozan, en el litigio, del plano principalmente protagónico, porque les compraron a los franceses antes que dispararan.
Kirchner también se luce en tratativas con los empresarios providencialmente estelares. El dúo que conforman Eduardo Eurnekian -primera voz- y Ernesto Gutiérrez. Aunque, por los mentideros, atribuyen que en el negocio se encuentra sólo Ernesto. Acaso porque Ernesto es el empresario más consultado por Kirchner. Mientras se enreda -Kirchner- entre los lazos de su propia incapacidad de resolución.
Por la otra parte, en soledad, Clarín. Decidido a espantar los deseos de entrometerse en el negocio del paisano Slim. Con la inestimable colaboración duhaldista del Beto Pierri, el Tenedor de Libros, Magnetto, quiere alcanzar la gloria del «triple play». El servicio simultáneo de televisión, telefonía e internet. Para que el país entero, en todo caso, permanezca a merced del poder de la cornetita.
En condiciones simbólicas de suplantar, con la cornetita, el gorro frigio del escudo nacional.
Sostiene Pagni, el lúcido columnista de La Nación, que los cables de Telecom representan «la operación económica que más interés despierta en Néstor Kirchner».
Le hubiera gustado «verla concluida antes de las elecciones del 28». No tuvo suerte, o habilidad para el remate. Ahora un consultor privilegiado asegura que la operación se termina en julio. «O gana Clarín, o ganan los Werthein con Gutiérrez», confirma.
Para el Portal: es otro deseo imaginario.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital
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