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La transparencia es la peste

La aquí anunciada peste de transparencia destruye el sistema político y económico.

Oberdan Rocamora - 5 de agosto 2018

Miniseries

La transparencia es la pesteescribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

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La peste y la mafia

Cronológicamente antes el portal trató la debacle recaudatoria y moral del kirchnerismo. Es infortunadamente público.
Pero un lustro antes, el portal supo anticipar, además, la irrupción de la “peste de transparencia” (cliquear).
Bajaba desde el norte, para envolver, con la pureza de su malignidad, lo que aún persistía de la Argentina (después de haberse llevado puesto el producto bruto de Brasil).
Con el predominio cultural de La Mafia del Bien (cliquear), y con la perfecta sincronización del periodismo con la política y la justicia, el portal (que se equivoca y a veces acierta) hoy se atreve a confirmar que la transparencia es, en efecto, la peste.
Que llegó para destruir, y no para purificar, las bases del pestilente sistema político, económico y jurídico.
Otra mala idea fue deslizada aquí. Aún se sostiene. Indica que «la marginalidad está peor que en 2001», cliquear.
Es de desear que pronto no haya que comprobarlo.

Carolina Mantegari

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“Todo aquel tiempo fue como un largo sueño”
Albert Camus

Tardíamente, Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, presidente del Tercer Gobierno Radical, comienza a incomodarse con la catastrófica investigación que no pudo, por indolencia conceptual, evitar.
Y que acaso creyó, en el precipitado principio, que hasta lo beneficiaba. Arrinconaba a la histórica adversaria recíprocamente preferida, La transparencia es la pestecon la divulgación penal de las fotocopias escaneadas del remisero desleal.
Un fisgón meticuloso del traslado torpemente artesanal de fortunas clandestinas.
Por arrinconar al adversario, aquí se profundiza el aislamiento radial del TGR. A la torpeza de sus innumerables confrontaciones, debe sumar la crisis con los empresarios. A los que el Ángel creía conocer. Y con quienes nunca pudo entenderse. Porque no lo aceptaban como par. Tampoco lo respetaban. Apenas lo trataban como al hijo de un par.
Suponía que los empresarios iban a encuadrarse también económicamente. Sin brindarle la pena del apoyo retórico. Pero sin ponerla.
En su enternecedora ingenuidad, el Ángel construyo al inversor ilusorio, interno y externo, románticamente altruista. Un bobo figurado que iba a ponerle, a ciegas, su capital. Como si no conociera el estado de los valores. Y sin tomar en cuenta, acaso, que la presidencia del Ángel produjo, hasta aquí, la formidable decepción que profundiza la decadencia del país que paulatinamente desciende.
Después de la divulgación judicial de los primeros apresamientos, cabe preguntarse quienes sostienen hoy al TGR. Aparte del sector predominante del campo, o de las melosas autoridades de la Bolsa de Comercio, le quedan tramos altamente fanatizados de las afectadas capas medias. Seres movilizados por el rencor, complementado por el temor al regreso del mal. El peronismo.
Fenómeno maldito de la política que difícilmente sea arrastrado, hasta en sus vertientes perdonables, La transparencia es la pestepor las fotocopias del relato desgarrador del chofer extorsivo. Un desleal enredado en conmovedores dramones sentimentales con la dama vengativa. A la que abandona sin calcular la magnitud del folletín que iba a generar con el despecho ajeno. Para coronar una historia donde todos son corruptos. Los que ponían para tener las obras y los veloces que se la llevaban con el pretexto de hacer política. Y donde los delatores, que instrumentaron el delirio, son también piadosos extorsionadores que pugnan, lícitamente, por salvarse.

Sistema Recaudatorio de Acumulación

“Sin dinero no se puede hacer política”.
Sentencia sabia del extinto Néstor Kirchner, El Furia.
Había que recaudar para no depender de ningún capitalista cretino. Ningún grupo interesado en hacerse dueño del político.
Kirchner fue definido, aquí, como “líder de culto y fenómeno delictivo”.
Una interpretación errónea consistía en tomarlo sólo como un «líder de culto». Pero es injusto aún interpretarlo apenas como un «fenómeno delictivo».
O como “jefe de una banda de asociación ilícita”. Junto a La Doctora, su esposa. Después que El Furia cometiera la severa irresponsabilidad de morirse.
El apasionamiento por recaudar se debía a una visión profesional. El pragmatismo era tan claro y frontal como las reglas del juego que imponía. Y que los empresarios honorables, sin graves reticencias ni resistencias, La transparencia es la pestedebieron aceptar. Sin detenerse en la irrisoria cuestión de la moralidad.
Lo prueban las fotocopias escaneadas del Remisero de la Fortuna que atormentan, al extremo del pánico, a los empresarios que al cierre del despacho no fueron detenidos.
Hasta sus parientes los miran con desconfianza o tristeza. Víctimas venerables que se entregaron al fervor impune de los sobreprecios. Y que hoy confiesan, en privado, con el ropaje del pretexto, lo que no pueden sostener en público. O en la indagatoria, antesala probable del encierro.
O se adaptaban al Sistema Recaudatorio de Acumulación. O debían cerrar las empresas por inactividad, despedir el personal y dedicarse a otro negocio.
Debe entenderse que se robaba, en efecto, con un sentido oculto de solidaridad social.

Buen producto desperdiciado

Pasa el Ángel Exterminador por el peor momento de su gobierno deficiente, pero con ambiciones transformadoras.
Pese a que se trata -como dijimos- de un “excelente producto de exportación”, aunque desperdiciado con frivolidad.
Por la falta de estrategia inteligente, agravada por la carencia del “buen equipo”. Como el que se jacta tener.
Se legitima con los oropeles insuficientes que le brinda el exterior. Con el protagonismo fotográfico y gestual que suele obnubilar al distraído. Pero que admite el equívoco básico de creer que afuera le va mucho mejor que adentro.
En el exterior se permite gozar el ejercicio del poder que en la patria padece. Pero le basta. La transparencia es la pestePara mostrarse entre las alturas del estadista, formalmente valorado por los líderes mundiales.
Mientras que, entre los motochorros de la patria, hacen cola para criticarlo.
El TGR está sostenido entonces por “el afuera”. Y hasta diciembre, por el forzado desfile de las luminarias internacionales, que reproduce el privilegio alfabético de ser la sede del G-20. Organización de países relativamente canónicos. Club al que Argentina accedió por haber aplicado las degradadas medidas de los 90. Las que terminaron -como todo- invariablemente mal.

Final con cáscaras de yeso

Mal, también, con la Iglesia. Simuladamente mal con Estados Unidos. Le picaron el boleto por no hacer los mandados, le cerraron el crédito y lo mandaron al Fondo.
Y mal, por el relato verosímil de las fotocopias escaneadas, ahora con los empresarios.
En materia de oficialismo, al pobre Ángel le queda transitoriamente fuerte el apoyo de Clarín -que es el Pravda-, y del rejuvenecido La Nación, que es el Granma.
Medios asociados a la «peste de transparencia» que se anunciara desde aquí. Medios que mostraron una complacencia profesional durante los primeros seis años del despojo recaudatorio. Debe aceptarse: más el Pravda que el Granma.
La peste de transparencia deriva, paradójicamente, en la transparencia de la peste.
La transparencia es la pesteO peor, la transparencia es exactamente la peste que se apodera ligeramente de la Argentina. Hasta demoler las bases blandas de su sistema de funcionamiento, político y económico.
Se entiende que Macri, al tomar consciencia de la realidad, comience a sentirse incómodo con la orgía de las investigaciones que le pasan cerca. Ya no solo condenan a los forjadores del Sistema Recaudatorio de Acumulación, al kirchnerismo. Por la obstinación de volverse a mostrar los latrocinios que no debieran asombran a nadie. Se conocían con amplios detalles, por libros de colegas superiores. Alconada Mon, Majul, Wiñaski.
Caen ahora, como cáscaras de yeso, por las fotocopias escaneadas, los empresarios que cometieron el inofensivo pecado de sobrefacturar para trabajar en paz. En medio de la inmoralidad estructural, del Cambalache que signa nuestro patriótico estilo de vida. Corrupto, probablemente, pero con mucha honra.

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