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Clara incertidumbre

Carrió y Stolbizer desplazan, en la meseta, a De Narváez. Para amesetarse.

Jorge Asis - 17 de junio 2009

Cartas al Tío Plinio

Clara incertidumbreTío Plinio querido,

Ejemplo de oximoron, la figura que ahora le gusta utilizar a tía Edelma.
Es la contradicción en sí misma, enclaustrada en una frase. «Tinieblas de la luz».
Por la incertidumbre que marcan las encuestas, nadie, hoy, está seguro, tío Plinio querido, de nada.
Lo más claro, en esta elección aleccionadora, es la confusión.

Tal vez, lo positivamente ideal sería que Kirchner ganara. Por muy poco.
La teoría alude a la conveniencia del triunfo ajustado. Garantizaría el trayecto, más o menos normal, de la transición.
«Desde el kirchnerismo hegemónico hacia el kirchnerismo de acotación». Tema tratado en «El Furioso». Reléalo.
El kirchnerismo de acotación, reducido a la capacidad negociadora del sujeto. Que es nula.  Deriva en la administración práctica del ocaso.
El periodo admite el desprendimiento de las otras figuras. Las que se encuentran en el pelotón de la reserva. En el interior del disperso peronismo. Con su dinámica perversa, que arrastra a la sociedad que no puede -ni quiere- superarlo.

Por lo tanto, para la racionalidad del momento histórico, lo convenientemente razonable sería que Kirchner, en la provincia de Buenos Aires, se sienta aprobado. Pero con un 4.
Que Kirchner se imponga, sobre De Narváez, a lo sumo, por dos puntos. Nunca más de tres.
La Argentina, tan soja-dependiente, económicamente estancada, no se encuentra, tío Plinio querido, en condiciones estructurales de entregarse a las distintas interpretaciones de la ley de acefalía. Consecuencia de la disolución, en burbujas, del poder.
Menos se encuentra, aún, para el albur incierto de las elecciones anticipadas.
El estancamiento pasaría, en adelante, a ser parálisis. Durante otro año más.

Deseo imaginario

Si Kirchner nos pasa, de nuevo, por encima, se asiste a un riesgo equiparable.
Si gana, supongamos, por diez puntos. Como algunos temerosamente vaticinan.
Con diez puntos de ventaja, Kirchner puede reconstituir la legitimidad de la prepotencia.
Como el Febo de la marcha de San Lorenzo, en tal caso, el peor kirchnerismo asoma. En versión grotesca.

Sin embargo, el «deseo imaginario» es que Kirchner pierda.
Deseo que se expande entre los gravitantes sectores medios. O los mayoritariamente altos. Incluso, algunos bajos.
Es el deseo paradójicamente transversal.
Que Kirchner bese, sin apasionamiento, la lona.
Es la aspiración de máxima -si se lo pregunta-, de La Otilia.
Ella es peronista pero -por eso mismo- lo desprecia. Y a La Elegida, aún más.
Los Kirchner lograron, tío Plinio querido, la hazaña inimaginable. Convertir, en gorilas, hasta a los peronistas.

Desplazamiento en la meseta

Debe advertirse, por otra parte, sobre la persistencia del litigio.
Remite al posible contraste entre el lenguaje de los medios, críticamente tardíos, que ahora reflejan el sentimiento descripto. Con la realidad numerológica que nos anticipan los territorios.
Gracias a los usuales errores de Kirchner, De Narváez pudo despegar.
Abandonar lo que se conoce, técnicamente, como «amesetamiento».
El vulgar retroceso. La meseta, con el formato de la detención.
Estado de desgaste del que Kirchner, inconcientemente, a De Narváez, lo rescató.
Al explotar, personalmente, la fragilidad de las denuncias espectaculares. Las que Kirchner, más algún ministro, y hasta algún influyente columnista dominical, aún toman, según nuestras fuentes, demasiado en serio. Como si se creyeran, en el fondo, las bases argumentales del propio cuento. Al extremo de retroalimentarse, entre ellos. «Darse máquina», en porteño básico. Hasta fundirse en la paranoia con sentido de cruzada.
Como si De Narváez, para ellos, aspirara a blanquearse de los ocultos pecados. A través de la pintura, a la cal, del poder político.

Ejemplo López Murphy

La señora Carrió es la víctima principal del cuadro.
A su manera, también se asoció a Kirchner. Al pedirle, a De Narváez, clarificaciones sobre la situación efedrinesca.
En lugar de desplazar a De Narváez, del segundo puesto, lo que logró Carrió fue suplantarlo. Para situar a la señora Stolbizer, la aliada incómoda. En la incomodidad de la meseta.
La que De Narváez, gracias a Kirchner, pudo abandonar.
Transferencia de amesetados.
En cierto modo, tal como se previó oportunamente en el Portal, Stolbizer y Carrió repiten, en la versión farsesca del 2009, y en la misma provincia, la desdichada experiencia estratégica de López Murphy, en el 2005.
De cuando López Murphy fue víctima de la misma dinámica de polarización. En su momento, entre la señora Cristina de Kirchner, antes de ser La Elegida, y la señora Hilda de Duhalde.
Del modo similar en que es víctima, hoy, la pobre Stolbizer. Por culpa de Carrió. Por la misma dinámica perversa con que suele envolver, a los adversarios, el peronismo. Como a estos radicales eternos, que no aprenden. Y vuelven a quedarse en el medio. Entre Kirchner y De Narváez.

Dígale a tía Edelma que a Kirchner hay que debilitarlo antes que irrumpa el año del Tigre.

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