El Buenos Aires de Oberdán Rocamora
Lícito autobombo.
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural, especial
para Jorge AsísDigital
En un marco de unánime indiferencia colectiva y cultural, Editorial Sudamericana lanzó en marzo «El Buenos Aires de Oberdán Rocamora».
El libro, según se informa en la contratapa, «reúne una provocativa colección de notas publicadas por el autor en el diario Clarín entre 1976 y 1980».
Significa confirmar que son textos escritos hace 40 años. Mantienen una vaga atmósfera de Roberto Arlt, aunque también tienta a citarse a Fray Mocho. O a Mariano José de Larra. Incluso, a quien esta crítica valora más. Rafael Barret.
Los textos de Rocamora aún merecen leerse, pero no sólo por las cuestiones arqueológicas vinculadas a la melancolía. Conservan cierta frescura, y ayudan a entender el perfil oculto de una época sombría, donde también se amaba, se especulaba, se sufría.
Como por suerte Oberdán Rocamora aún vive, y es un activo Redactor Estrella de JorgeAsísDigital, pudo registrarse el siguiente diálogo ilustrativo, pese a las dificultades de ser compañeros de trabajo. Unificados ambos, entrevistadora y entrevistado, por cierta diferencia generacional.
Carolina Mantegari.- De la primera tanda de 43 aguafuertes, me parece notar que hay dos, o acaso tres, que no fueron publicados oportunamente en Clarín.
Oberdán Rocamora.- Tiene razón, Carolina. No me permitieron publicar «La cédula forma parte del cuerpo», ni «La romana». El primero alude a una requisa de rutina. Trata del pedido policial de documentos en el Café Petit Colón. Y el segundo, «La romana», refiere a mi reencuentro, en Roma, con una amiga que yo creía desaparecida. Conmueve cuando la amiga me dice: «Te equivocaste, a la que mataron fue a mi hermanita».
Me acuerdo que Cytrynblum, el Secretario General de Redacción, con los originales en la mano, se lamentaba por los escritorios. Hacía leer la nota, decía: «Miren lo que me escribió Rocamora y no puedo publicar».
C.M.- A su socio, Jorge Asís, que es nuestro director, se le reprochaba por haber tenido éxito durante la Dictadura Militar. Incluso él cuenta que pensaba hacerse tarjetas provocativas, donde se leyera «Jorge Asís, escritor del Proceso». Pero por lo que veo el Periodista del Proceso fue usted.
O.R.- Le pasa cerca. Yo debía ser «el orificio por donde respiraba el diario». Era la instrucción. Mas clara imposible. Al llegar por primera vez a Clarín, un secretario, hoy muerto, encargado de guiarme, me dijo: «Estamos con el Proceso en el plano político, pero somos muy críticos de la economía». Había que moverse por ese amplio andarivel. Silencio crítico con el tema de los militares, pero sí podía escribirse explícitamente contra la economía de Martínez de Hoz. En el equilibrio, y sin hacerme frigerista, quedaba como un cronista contestatario. Pero porque estaba bancado.
Podía perfectamente escribir sobre la mishiadura, la especulación en la bolsa, la timba financiera, la falta de rumbo. También, para ser justo, debo confesarle que este libro contiene aguafuertes que aún me emocionan. De los mejores textos que escribí, y que me van a superar. Trabajados como si fueran cuentos. Son sólo superados por los textos que hoy produzco para el portal.
C.M.- En la Galería leo que hay más de veinte textos dedicados a «personajes» que no conozco. Ni tengo la menor idea de alguno de ellos. Por ejemplo Jorge Montemurro, el Busca, o Alejandro Vignatti, o el Gordo Fasulo, o ese anticomunista imposible Uriarte Rebaudi.
O.R.- Una carencia suya. Excelente oportunidad para que los conozca. Algunos tipos fabulosos que me marcaron. Como Federico Manuel Peralta Ramos, por ejemplo. O Andrés Selpa, el boxeador, un campeón que después en la caída sacaba fotos. O el Mono Villegas, de las manos de cristal, un músico excepcional. O el gordo Fasulo, el artista patafísico que tenía un local en el Mercado Spinetto. Un texto de los que aún más me emociona es sobre el gran poeta Juan Carlos Lamadrid. Era ciego y fabulaba maravillosamente sobre su biografía. El mejor homenaje fue contar sus fábulas personales, pero como si fueran estrictas verdades. Y hay textos sobre dos de mis mejores amigos vivos. El poeta Eduardo Alvárez Tuñón, El Viento joven, o el inmortal poeta popular Alfredo Carlino.
C.M.- Lo que es desopilante, perdóneme, y casi irreal, es la serie de notas sobre el rally. ¿Corrió de verdad?
O.R.- Habla de la carrera Vuelta a la América del Sur, de 1978. Fue organizada por el Automovil Club Argentino. Otra idea loca de Cytrynblum, que consistió en enviarme en un auto de carrera, cuarenta días. Buenos Aires-Caracas-Ushuaia-Buenos Aires. La corrí como copiloto, o navegante, aunque fui piloto en los monótonos tramos de enlace. Salí en un Citroen Ami preparado por Dietrich, el padre del actual ministro, con el Pippo Issa como piloto, hoy muerto. Como está contado nos quedamos en Ecuador, pero me reenganché en Lima con el Torino de Jarque, muerto también. El rally, en su momento, me dio una popularidad extraordinaria. Lo que es, Carolina, el misterio de las palabras. Al llegar a Buenos Aires salí en la tapa del diario, yo en el medio, entre Fangio y Bordeu. Otros dos muertos.
C.M.- Muy llamativa su historia. Porque 40 años después, en Clarín, casi si lo nombran de vez en cuando. Usted también es mala palabra por la novela que escribió Asís, su socio. Sobre el diario que iba a ser el futuro Grupo. Donde le llevan el apunte, sólo en radio Mitre. Y es público que en TN y en el 13 usted está prohibido. Como balance el suyo es extraño, don Oberdán. Se reeditan 40 años después los textos editados en un diario que lo ignora sin énfasis.
O.R.- Quiere que le diga la verdad, compañera Carolina, lo que profundamente siento… venga, acérquese.
Que se joroben, pobres… Que me ch…
Editó Sudamericana, 375 páginas.
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