Club Swinger del Macondo tucumano
En 32 años de democracia la política está en deuda.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
«¿Desde cuándo un paquete de comida decidió el voto? Agarren lo que les ofrezcan pero vótenme a mí»
Anónimo
Que La Doctora envolvente envuelva a los opositores envueltos, vaya y pase.
Pero que los envuelva el diputado José Cano, radical de Tucumán, ya roza la patología.
Téngase en cuenta que Tucumán es el Gran Club Swinger. El Macondo de García Márquez es -comparativamente- un cuento naturalista.
Por ejemplo el gobernador José Alperovich, El Jinete de Camellos, caudillo hoy denostado. Es el radical que se hace más que peronista. Más grave aún: se hace políticamente cargo del peronismo. Junto a La Betty, su esposa, la señora senadora Beatriz Rojkes. Ella es también -como don José- de fuerte ascendencia bolchevique.
En cambio, el intendente de San Miguel de Tucumán, Domingo Amaya, El Colorado, es el peronista que se va con los radicales, pero sin hacerse cargo. Se pelea con Alperovich por motivos escasamente ideológicos, que suelen ventilarse en los bares que merodean la Plaza Urquiza.
Conste que en el lejano 2014, Amaya era el crédito, en el norte, de Florencio Randazzo, El Loco de La Florería, mal apodado hoy Despensa de Barrio.
Trátase del implacable humor cordobés. A Randazzo se lo llama Despensa de Barrio «porque lo cagó el Super Chino».
El Super Chino es Carlos Zannini. El Cenador, apodado a su vez La Tobillera Electrónica. Por la siniestra perversidad de La Doctora, que le estampó a Zannini, como compañero de fórmula, a Daniel Scioli, El Líder de la Línea Aire y Sol.
Para brindarle mayor colorido al Macondo, La Doctora lo trata con frialdad a Alperovich. Por ser un «sciolista tempranero». Por aferrarse al Aire y al Sol antes de lo permitido.
Ocurre que Alperovich fue el primer gobernador que organizó un acto de respaldo para Scioli. Fue en Lules, ciudad declarada Patrimonio Nacional de la Humanidad, por haber crecido allí Palito Ortega. Un ídolo popular que Carlos Menem inventó como gobernador, para postergarlo al General Bussi, que supo destacarse en la violenta devastación de la Dictadura pero también iba a rebelarse, en el Club Swinger, como un eximio demócrata. Murió en prisión.
Y Palito fue también candidato a vicepresidente. Como segundo de Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas).
Sistema caduco y anacrónico
Aquel acto de Alperovich-Scioli, en Lules, motivó, por instrucción de La Doctora enojada, la inmediata visita de Randazzo a San Miguel de Tucumán. Para reunirse con el intendente Amaya, aunque sin siquiera avisarle al puenteado Alperovich, que se enteraría por La Gaceta (releer «La Betty, Manzur y El Neolopecito», cliquear).
Vueltas fastuosas del Club Swinger del peronismo contemporáneo. La Doctora se rinde ante el detestado Scioli hasta aplaudirlo de pié. Para volver, de pronto, a la ceremonia rutinaria del desprecio.
Mientras tanto Randazzo queda descartado. Como cubierto descartable de clase turística. Y Amaya, el randazzista, desembarca en la costa radical de Cano, a los efectos de acompañarlo en la fórmula para la gobernación.
Y es Cano quien envuelve, en la triste actualidad, a los opositores envueltos en la propia salsa. Con el fabuloso cuento de purificar el sistema electoral. Por caduco y anacrónico.
Sin embargo tanto Amaya como Cano supieron participar en innumerables elecciones con semejante sistema caduco y anacrónico. Con recursos creativos.
Sin ir más lejos, el imbatible Cano se anotó, en principio, para ser senador contra Alperovich, y gobernador contra el doctor Manzur, El Turco Rico. Y como por ley no se aceptaba la picardía de la doble candidatura, Cano debió elegir. Mejor era disputar con Manzur, porque El Turco estaba en el piso. Y era tomado como una suerte de títere que Alperovich no se decidía a soltar.
Hasta que un audaz consultor desprejuiciado, según nuestras fuentes, no vaciló en increparlo a Alperovich, delante de testigos.
«Gobernador, diga la verdad, ¿usted quiere que gane Manzur o que pierda?».
La Garganta confirma que Alperovich vaciló. Pero después dijo: «Quiero que gane».
Entonces todos los ministros se pusieron la camiseta de Manzur. Existía el riesgo considerable. Ir presos.
«Que ofle el Doctor»
El resto es folklore. Violento y sanguíneo. Para un cuento de Fray Mocho, Mateo Booz, o sobre todo Roberto Payró.
Al doctor Manzur le encontraron el costado popular. Le sacaron el saco y la corbata. Lo mezclaron entre la gente, para ver cómo funcionaba. Con la instrucción de abrazar compañeros, besar compañeras, aceptar locro y tragarlo, hablar «con el corazón en la mano al pueblo que le dio la oportunidad de formarse».
Así como El Neolopecito, el actual candidato a la ociosidad del Parlasur, encendía su tucumanidad con el canto, con la entonación de Simoca y de Lunita Tucumana, Manzur supo exhibir su penetrante capacidad para oflar las empanadas.
«¡Que ofle el doctor!» -le gritaban en los actos.
El súbito ascenso de Manzur comprometía el triunfo que Cano, con su Unión Democrática macondiana, creía tener en la mano.
Mientras tanto, se agravaban los peligros de la sociedad lacerada y dividida. Por las tensiones incontenibles del hartazgo. De los miles de tucumanos hartos de Los Alperovich, afincados sobre todo en la capital, donde se extendían, además, brotes de inconfesable antisemitismo.
Bastaron un par de urnas quemadas, y los previsibles litigios de «los acoplados». Para que se instalara la escasa originalidad del fraude. El preludio de la movilización. De la desproporcionada represión. Del repudio posterior a los represores con otra movilización.
Sobre la marginalidad
Sociedad también harta. Quebrada. Con líderes sin liderazgo ni responsabilidad. Con medios que reflejan los hechos que -en el fondo- promueven.
Con comunicadores que parecen turistas noruegos. Permanecen perplejos, ante los «hábitos subdesarrollados» del interior profundo y clientelista.
Enternece que nuestros turistas noruegos desconozcan la magnitud de la marginalidad.
Cuesta asumir que después de 32 años de democracia, la política está en deuda. Se extiende el chicle de la pobreza. «La marginalidad está peor que en 2001», cliquear. Marca la fantasía oral de la altiva «política de inclusión».
Téngase en cuenta que la gran producción de marginalidad es simultánea con la aniquilación -en el «interior profundo»- de las economías regionales. Sólo se zafa desde la política.
De pronto, los opositores unificados y envueltos encuentran la inmortalidad en un objetivo movilizador. Tardío y común. La boleta electrónica. Cuesta tomarlos en serio.
Época, en definitiva, mediocre. La intrascendencia festiva de la oposición complementa la deplorable actualidad del oficialismo.
Lo más aconsejable es callar. Lástima que el portal sólo se construye con cotidianas palabras.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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