Muñecos colgados en el vestidor de Mauricio
López Murphy, Blumberg, Narváez, ¿ahora Massa?
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
«Viene contento el nuevo»
Mario Benedetti
A esta altura Sergio, el Titular de la Franja de Massa, está a punto de convertirse en el penúltimo muñeco que Mauricio cuelgue en su vestidor.
Aceptemos que, para representar «lo nuevo», Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, ya tiene una rescatable experiencia.
Basta con revisarle el nutrido vestuario político. Con trajes de colección que decoran su holgado vestidor.
Calificar como víctimas, a los muñecos metafóricamente colgados, resulta excesivo. Arbitrario, efectista e injusto. Porque alguno, en todo caso, se colgó solo.
Mejor presentar a los muñecos como aliados ocasionales que dejaron de frecuentarlo. Por diferentes rencores y mezcla de olvidos.
El Bull-Dog Gato
El primer traje colgado que asoma en el perchero pertenece a Ricardo López Murphy. El Gato que solía presentarse como Bull Dog.
«De las mejores cabezas de su generación» –diría el poeta Allen Ginsberg.
Un socio iniciático de Mauricio que se quedó en el tendal.
Después de ganar la Capital en 2003, López Murphy decidió inmolarse con arrojo en Buenos Aires, La Inviable, en 2005. Fue cuando quedó polarizado en el medio de dos polarizadoras. La señora Hilda Duhalde, La Chiche, y la señora Cristina, La Doctora.
Y después, a medida que López Murphy descendía en la consideración electoral, crecía el conflicto por el liderazgo con el socio.
La despedida fue sin grandeza. Ningún adiós inteligente.
Derivó en un suave apartamiento para don Ricardo, y en un posicionamiento ascendente para «El Nuevo».
Velitas de Blumberg
El segundo traje colgado en el vestidor de Mauricio pertenece a Juan Carlos Blumberg, El Ingeniero.
A partir del infortunio personal, Blumberg produjo un angustioso descalabro en Néstor Kirchner, El Furia.
Miles de manifestantes conmovían en la oscura Buenos Aires con la portación de una velita.
El Furia temblaba cada vez que Blumberg se dirigía a la multitud, que reclamaba «seguridad».
Blumberg ocupó la centralidad contestataria durante los primeros tres años del kirchnerismo conquistador.
Mientras desde el gobierno trataban de captarlo con tentaciones espirituales, El Ingeniero imponía hasta las leyes más duras a los legisladores aterrados.
Las damas venerables hacían cola para saludarlo en las recepciones de las embajadas. Y los numerólogos lo medían como próximo presidente.
Es posible que su pendiente hacia abajo haya comenzado cuando el Portador de Enigmas intentó iluminarlo.
«Ingeniero, salve la suya, no se deje usar», le aconsejó. «Si quieren hacerlo candidato pida por lo menos un palo».
Entre quienes cortejaban a Blumberg estaba Mauricio, El Nuevo. Cierto embajador de su plantel se dedicó, según nuestras fuentes, a la faena de merodearlo, durante un año. Por instrucción de El Nuevo. Hasta conseguir la anunciada fotografía de Mauricio con El Ingeniero. En el Tortoni. Un sábado de gloria.
Pero el ascenso biográfico del Ingeniero se eclipsó cuando, misteriosamente, de pronto, alguien instaló que no era Ingeniero. Un pepino.
Se le derrumbó el prestigio a Blumberg con la misma celeridad que se edificó.
Nadie más iba a desfilar con velitas. En adelante, a Mauricio, sólo lo vería por televisión.
El Caudillo Popular
El tercer traje que cuelga en el vestuario de El Nuevo pertenece a Francisco De Narváez, El Caudillo Popular.
Es quien invirtió más dinero en política (para sí mismo) en los últimos cien años.
Con Mauricio de socio, El Caudillo Popular le perforó en 2009 la Provincia Inviable a El Furia y el incombustible Scioli. Consta que El Furia no podía admitir que lo humillara un super-mercadista. Imposibilitado, para colmo, para ser el presidente de Argentina. Tenía cinco minutos de colombiano.
Sin embargo, en cuanto ganó, Francisco quiso ser igual candidato a presidente (como Mauricio). Y probarse también otras pertenencias de Mauricio.
La relación derivó en la clásica tragicomedia (cliquear) y se repitió el fenómeno. Mientras Francisco descendía, o se extraviaba en alianzas hasta con los radicales, Mauricio se consolidaba como el Jefe del Artificio Autónomo, y el presidenciable anunciado, signado como El Sucesor ideal (cliquear).
En 2013, Francisco se desfondó. Resultó polarizado entre los polarizadores Insaurralde y Massa (que iba asociado a Mauricio). Pero en 2014 Francisco intentó renacer desde la Franja, justamente cuando La Franja iniciaba el camino del estancamiento. Por si no bastara, Mauricio le ganaba a Sergio en la Batalla por los Radicales, cliquear. Gualeguaychú.
Después fue el turno de la señora Gabriela Michetti, La Novicia Rebelde.
Ella cometió el compulsivo error de plantarse y desafiarlo a Mauricio.
La Novicia Rebelde creía que disputaba una posición con Horacio Rodríguez Larreta, El Carismático. Pero quien la venció fue Mauricio, que se dispuso -magnánimo- a perdonarla. Y la rescató muy pronto del perchero.
El desangradero
Hoy quien se devalúa, ante Mauricio, es Sergio. Entre los altibajos de las tratativas que en simultáneo se niegan.
«Que Sergio deje de enviar intermediarios». Se le atribuye decirlo a El Nuevo.
Mientras, paulatinamente, lo desangra. Con la certeza de saber que, cada día de desgaste que pasa, el flamante muñeco vale menos.
Lo tajea, lo reduce. «No tiene sentido asociarse porque con Sergio no se gana».
En cierto modo completan, desde el PRO, el proceso intensivo de «depilación a la cera negra», cliquear. Con la captación de los mini-gobernadores que se apretujan para abandonar la Franja. A los efectos explicables de volver a buscar un poco de tibieza en La Casita de los Viejos. El Frente para la Victoria.
La cuestión que los macricaputistas se hartaron del Operativo Clamor. De los operativos político-comerciales en la Bolsa de Comercio. Del apriete del mercado.
Quieren que Sergio deje de enviarle mensajes desde los medios. Por intermedio de Roberto Lavagna, La Esfinge. O del mismo Narváez, que procura el indulto imposible. O hasta por la señora Malena, La Militante de Base.
«Es extorsivo que responsabilicen a Mauricio por un eventual triunfo del cristinismo en la primera vuelta», confirma la Garganta.
Tampoco quieren que traten de llegarle a Mauricio por el canal de Nicky Caputo, El Co Conductor. Ni mediante Emilio Monzó, El Diseñador, que estaba herido hasta anteayer y ahora se recupera. O con el peronista permitido Cariglino, de La Compañía de Jesús, que atravesó positivamente los exámenes de admisión.
Y menos aún, por favor, Mauricio tampoco quiere que traten de convencerlo por intermedio del Miguel Strogoff más inesperado.
Héctor Magnetto, El Beto. Es Magnetto quien suplica por el bien de la república, para evitar que el cristinismo se extienda durante otros cuatro años. Con temible opción a ocho.
Mientras tanto, las negociaciones se niegan con énfasis a medida que se entablan. Y la cotización de Sergio, en la Bolsa más perversa, cae.
Para concluir, La Garganta ensaya su tesis, con reconocida admiración:
«Con el cuento de ser nuevo en la política Mauricio siempre, políticamente, te empoma».
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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