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Gaza (I)

Desproporcionada reacción del Plomo Fundido.

Osiris Alonso DAmomio - 29 de diciembre 2008

Artículos Internacionales

Gaza (I)escribe Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital

«Holocausto de Gaza», puede leerse, en cierta prensa europea. Un exceso, como decir, por ejemplo, «sionismo neo nazi». Son estampillas devastadoramente morales para la memoria histórica de una cultura que supo ser víctima. A los efectos pragmáticos de transformarse -¿en defensa propia?- en victimaria.

En las orillas del mismo Mediterráneo, el Mare Nostrum que acaricia Mónaco y Saint Tropez. La fantasía de Mallorca, Malta, la costa croata. Pero contiene 40 kilómetros que bordean la desdicha conocida como Franja de Gaza. Es donde transcurre la dramatización del mal llamado «Holocausto».
La semántica, sensiblemente perversa, alude a la ofensiva despiadada desatada por Israel. La Operación Plomo Fundido. Contra Gaza, un territorio inhumanamente maltratado, que se encuentra bajo el control del Hamas. Organización islámica de resistencia, estampada como «terrorista», de la Palestina ofensivamente amurallada. Virtualmente dividida, que atraviesa la cotidianeidad del litigio, aparte, civilmente interno. Con Al Fatah, fuerza emblemática de Arafat, que mantiene el control de Cisjordania. A través de Abbas, un líder, para Hamas, en exceso dialoguista. Calificado de traidor. Ocurre que Hamas se obstina en el empecinamiento de no reconocer Israel.
Hamas alude directamente hacia Irán. Civilización persa que hace sentir la ambición de influencia, de hegemonismo regional, en una alianza firmemente inalterable con Siria.
La Siria de Assad, hijo de Haffez, también intenta caminos de diálogo con Israel, su vecino. Que le reclama a Siria, por intermedio de la canciller Tzipi Livni, otra Elegida, que deje de apoyar a la secuela de adversarios eternos. Como el Hizbollah libanés, o Hamas, sobre todo con Irán.

Coincidencias

La virulencia del ataque, encarado por el Plomo Fundido de Israel, coincide, ilustrativamente, con la muerte de Huntington, el profesor que supo diagnosticar, desde Harvard, el «choque de civilizaciones». Sin embargo la ferocidad del bombardeo se registra a menos de cuarenta días de una elección anticipada, en Israel, que podría coronar a la señora Livni, La Elegida, del Partido Kadima. Y a veinte días de la asunción del nuevo presidente de los Estados Unidos.
Livni, actualmente canciller, en semejante condición visitó fugazmente, en El Cairo, al presidente Mubarak. Fue el jueves pasado. Justamente dos días antes que la aviación israelí, a través de setenta unidades, en cuatro minutos se dispusiera a demoler el miserable terruño de Gaza, con el pretexto de masacrar miembros del Hamas. En alegada defensa propia. Respuesta por la provocación de unos misiles fastidiosamente artesanales. Lanzadas con morteros.
Sólo la elegancia decorosa de la diplomacia permite calificar, a la reacción, como «desproporcionada».

Se registra el tercer día de las demoliciones preelectorales. Ante la aprobación, maternalmente tácita, de los Estados Unidos, por intermedio de la señora Condolezza Rice, una Elegida que vacía ordenados cajones de sus escritorios. Rice, o sea Bush, dispuso una enigmática luz verde que se incorpora a la escenografía de los hechos consumados. Para desprolijidad del paquete que se le presenta, como un regalo envenenado, a Barack Obama. Es el presidente electo que convive con la contradicción originaria. Llamarse Hussein.
La aprobación norteamericana es complementada por los estériles llamamientos de pacificación. Indolencias efectuados por los líderes de la Unión Europea. Por el Papa. Por el Secretario General de las Naciones Unidas.
Al cierre de este primer despacho, el saldo transitorio es de 312 muertos. Para otro asiento de la contabilidad, más de mil heridos.

Tercera Intifada

La dinámica irracional del conflicto impide establecer quién es el que produjo la venganza fundacional que legitime la violencia del otro. Se asiste al coro de las solidaridades antagónicas.
Hoy los muertos los pone Gaza, pero los efectos políticos se sienten, principalmente, en Egipto. En Jordania, en Ramallah (Cisjordania) y en la Arabia Saudita.
Abiertamente, en Egipto, se lo acusa a Mubarak de complicidad con la dirigencia israelí. Y hasta por la sospecha de haber sido avisado personalmente, en una muestra de extraño respeto, por la otra Elegida. Tipsi Livni. Justamente después que Mubarak decidiera cerrarle a los palestinos el paso de Rafah. La única salida de Gaza, aparte del mar e Israel, hacia el mundo exterior.
Cuesta explicar, además, que la «desproporcionada» carnicería israelí, en el martirologio de Gaza, sirvió para imponer, en exclusiva, la agenda que acaso necesita instalar Irán. La necesidad que la región se convierte en la representación máxima del caos.
Conste que Mohamed Mahdi Akef, principal adversario interno de Mubarak, el jefe de los Hermanos Musulmanes, y por ende aliado de Hamas y el Hizbollah, impone la letra:
«Egipto no puede extenderle la alfombra roja a Israel, mientras matan a nuestros hermanos, los palestinos».

La construcción compartida, por Israel, Hamas e Irán, de la Tercera Intifada, amenaza con agravar el conflicto que es, a esta altura, más monótono que inexplicable.
La monotonía de la muerte volverá a intensificar el estupor universal. Es la antesala del turno, horrorosamente reiterado, de los martirios individuales. Terrorismo al fin. Patología que signa la impotencia de la política. Asociada, en este caso, al objetivo compartido del fracaso.
Visto a la distancia, por el observador que sigue a diario, desde Buenos Aires, la problemática de la región inviable, Israel parece reiterar, con Hamas, el error cometido en el 2006, con el Hizbollah, la organización libanesa que tiene en común, con la palestina Hamas, aparte de una noción extrema del islamismo, el patrocinio ideológico, sobre todo económico, de Irán.
En el 2006 se asistió a la primera derrota, teóricamente simulada, de un Estado (Israel) contra una Organización Armada. El Hizbollah. En las postrimerías del 2008 Israel decide «dejar de soportar» las provocaciones casi inofensivas de los morteros del Hamas, y no vacila, en defensa propia, en diezmar a la población civil. En efecto, cae Israel en la trampa que los islamistas, que se reportan a Irán, le tienden a los estados afectados al síndrome de la moderación. A la convivencia, apaciblemente sensata, con Israel, que representa el camino más directo de consolidar las relaciones carnales con los Estados Unidos. Es el vicio condecorado de Egipto, de Jordania, sobre todo de la Arabia Saudita.
A través de Hamas, y la desproporción criminal israelí, vuelve a desatarse la colectivización del caos. La región, otra vez, acentúa su capacidad para elevarse como la ilustración más acabada del infierno. El martirio de Gaza entonces es, para el observador, un objetivo, que puede peligrosamente contagiarse. Acaso, hacia las grandes capitales.

Osiris Alonso D’Amomio
para JorgeAsísDigital

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