Trotsky y la izquierda policial
Pedraza en la hoguera II: El Expiatorio.
Artículos Nacionales
escribe Oberdan Rocamora
especial para JorgeAsísDigital
La izquierda -intelectualmente policial- del Partido Obrero no resiste una crítica.
El texto más liviano que refleje las imposturas frívolas de la persistente extorsión cultural.
La presión encarada por quienes no frecuentan, acaso, al rescatable Liov Davidovich Bronstein, gran prosista conocido como Trotsky.
(Para saber más del autor, ver “Historia de la Revolución Rusa”, o “Mi vida”. O leer “El hombre que amaba los perros”, novela del cubano Leonardo Padura).
Pero los obreristas domésticos saben generar el alboroto que resulta eficaz para el sistemático amedrentamiento de los jueces.
Para la alarma básica de de las ancianas sensibles que temen encontrarse en las vísperas de una Revolución.
Como la que no existe, en definitiva, en ningún país.
Después de todo el trotskismo es un fenómeno más literario que revolucionario.
En “Prensa Obrera”, el misericordioso Pravda destinado a fortalecer el maniqueísmo de los militantes del PO, se nos atribuye la alucinante idea de “convocar a resistir el fallo contra Pedraza”.
Los obreristas instalan que se convoca, desde el Portal, a una suerte de movilización.
La toma de conciencia capitalista que evite la previsible “hoguera” para José Pedraza, El Expiatorio.
El sindicalista-empresario, al que se le factura irresponsablemente la autoría del “asesinato del militante Mariano Ferreyra”.
Se nos reconoce, en Prensa Obrera, como inspiradores de una movida que desafíe a los valerosos militantes policiales que presionan cotidianamente a los jueces, en la sala de audiencias de Comodoro Py. A los efectos de conseguir el objetivo, la vengativa reivindicación.
Que arda, en la hoguera de la perpetuidad, El Expiatorio, el “compañero Pedraza”, interlocutor privilegiado del ministro Tomada.
Y de otros ministros del que creía su gobierno. A los que El Expiatorio les advirtió que “se venía el corte de vías”.
Una obturación sagrada que el cristinismo no podía evitar. Para no “criminalizar la protesta”, que consagraba.
Nada más alejado de las ambiciones del cronista, que sabe, por experiencia, que El Expiatorio ya está jugado. Asumido. Entregado, con moño.
Sólo se limitó a fundamentar, con la insolencia de un texto, las aberraciones que signan la condena plácidamente decidida. Políticamente correcta.
Y no “por chico malo”. Sí por el derecho a disentir con los profesionales de la tergiversación.
Por un compromiso aceptablemente irritante que se mantiene. Con la verdad.
Para algarabía de la izquierda policial, Pedraza, El Expiatorio, marcha hacia la hoguera.
Para compasión, también, de Liov Davidovich Bronstein.
El pobre viejo, el “camarada” Trotsky, tiene seguidores que son, con su memoria, mucho más crueles que su asesino, el “camarada” Ramón Mercader.
O.R.
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