El massismo y las medialunas
Vueltas en la rotonda de Sergio Massa. Entre la presidencia y la gobernación.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
“¿Qué gana Sergio con decir que quiere ser presidente ahora?”, se pregunta la Garganta.
Se responde. “Sólo enemistarse con Scioli, que ya anunció que quiere ser”.
Concluye: “Massa tiene que ganar la provincia de Buenos Aires. Una vez que la gane, se verá”.
Abundan, en el mercado de abasto de la información, distribuidores que instalan diferentes tipos de verdura.
Explica que entre Sergio Massa, La Rata del Tigre, y Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol, persista la atmósfera de desconfianza, de tensión.
Que se sientan unidos por las reticencias del cristinismo rabioso. Que mantiene, en simultáneo, deseos de utilizarlos. Para neutralizarlos.
Sobran entonces las conjeturas relativas al “ir por afuera” o “por adentro”.
Dentro del Partido Justicialista, único aportante de fibra para el cuento del Frente para la Victoria. O por afuera. Y decidan inventar otro sello. O alquilarlo.
Scioli -según nuestras fuentes- no tiene el menor interés en saltar. Salvo que lo obliguen, y la verdugueada habitual derive en algo insoportable.
Sus testículos blindados se encuentran a punto de ser nominados como parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Aire y Sol aguanta agravios de “adentro”. Y en simultáneo, las descalificaciones de “afuera”.
Entre la excesiva tolerancia por los castigos del interior, y las acusaciones de flojedad de los que quieren arrastrarlo al exterior.
“La duda de ir por afuera o por adentro le pertenece, entonces, a Massa”. Así evalúa un notable sobreviviente de la extinguida civilización duhaldista.
Con la medialuna enarbolada, el ex duhaldista pretende reinsertarse. Desde el massismo. Tiene derecho.
Armadores por doquier
La clase práctica de ciencia política podría ilustrarse con la bolilla relativa a los “armadores del proyecto Massa”.
Desde Federico Scarabino, el quilmeño astuto, peronista cultural que sospechosamente confirma que “nada quiere más para él”.
Que procura aportar -Scarabino- su experiencia, para aportarle, en primer lugar al peronismo, y luego al país. En ese orden.
Hasta Gilberto Alegre, el inteligente intendente de General Villegas, los pagos de Antonio Carrizo y Manuel Puig.
El “compañero Gilberto”, que es portador de una riquísima experiencia de gestión, convive con una dificultad geográfica. Por la distancia (más de 500 km) se encuentra alejado del precocinado de la rosca.
En nuestra indagación, se identificaron a tres gravitantes armadores de la ilusión massista. En el siguiente orden.
Joaquín de la Torre, el mini-gobernador de San Miguel. Es quien suele desempeñarse con eficiencia en “el territorio”. Sobre todo entre las susceptibles mini-gobernaciones del conurbano. De la Primera y la Tercera (sección electoral). Los que interesan especialmente al cristinismo rabioso que se obstina en puentear a Scioli. Como a cualquier otro gobernador, en la tesitura deplorable de defecarse institucionalmente en el federalismo.
En segundo lugar, Tito Lusiardo, alias Juanjo (Álvarez). Ex mini gobernador de Hurlingham, recibido como precipitadamente experto en cuestiones de seguridad.
Supo Juanjo destacarse como un gran constructor de fotografías. Derivaron (las fotografías) en “armados” relativamente eficaces. Hasta que lo sacaron brutalmente de la cancha con una delación muy baja. Para, precisamente, bajarlo.
Consta que Néstor Kirchner, El Furia, en su pragmatismo, le abrió a Tito Lusiardo la puerta de Olivos. Pero la relación política con Nuestra César, según nuestras fuentes, no se mantuvo.
“Me tenés que contar todo lo que hablabas con mi marido”, cuentan que le dijo Nuestra César.
La Garganta confirma que Tito Lusiardo le respondió.
“¿Todo, Presidenta?, ¿le parece que deba contarle todo? No me atrevo”.
El restante operador es el empresario veloz del río revuelto. Una efectiva combinación de alucinaciones y genialidades.
Es José Luis Manzano, el Chupete. Trátase del ochentista acelerado que llegó de Mendoza para administrar la democracia, en 1983. Cuando se confabulaba con César Jaroslavsky, exponente invalorable de la civilización radical, y con Enrique -Coti- Nosiglia, siempre capitalizado por el encanto sombrío del enigma.
Junto con Carlos Grosso y José De la Sota, El Cordobés Profesional, Chupete Manzano -fuerte petrolero y empresario de la comunicación- fueron emblema de la renovación cafierista. Pero supieron aferrarse a la estrella de Menem, el caudillo que los venció. Para después recibirlos.
Saltar hacia la presidencia
Los diseñadores del ambicioso edificio político de La Rata del Tigre coinciden, según nuestras fuentes, en que resulta casi imposible que, desde la intendencia de Tigre, Massa pueda saltar hacia la presidencia. Sin la escala intermedia en el ancla, acaso definitiva, de la gobernación. El paso previo, en la virtual carrera de sortijas.
Un destino que destrabaría la situación rectangular. Clarificaría a apetencias personales y amagues.
Un teorema que Oscar González Oro simplificó en su emisión popular:
“Scioli a la Presidencia, Massa a la Gobernación”.
Aquí, otra vez, Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol, emerge como la obsesión primordial de Massa.
Pero también está Nuestra César. Los regula a ambos.
Cada uno supone que el otro arregló, previamente, con Nuestra César.
Y que el cristinismo rabioso se propone empomarlos, a la larga o a la corta, a los dos.
En el rectángulo también se entromete Mauricio Macri. El Niño Cincuentón. Anda a la pesca de famosos, por las bicisendas embarradas de la provincia (inviable).
Medialunas enarboladas
“Pero déjense de j…”, interrumpe, antes del final, la Garganta del comienzo de la crónica.
“No hay que hablar ni de la presidencia ni de la gobernación. Primero hay que ganar Buenos Aires”.
“Al llegar a la cámara, a Massa se le reportarían nunca menos de veinte diputados”, confirma otra Garganta sabia.
Baluartes que, con la medialuna enarbolada, se ofrecen a acompañarlo.
Legisladores solidarios, cargados de pasado.
Prefieren situarse siempre cerca de alguien que represente el futuro. Como Massa. Alguien que pueda llegar. Los blanquee. Y los arrastre.
“Sería el líder entre los diputados que llegan en el 2013” -se entusiasma la Garganta, como un chico.
“Y ejercería un gran atractivo entre quienes se les acaba la beca en 2015”.
Medialunas enarboladas que buscan algún tazón de café con leche. Para mojarla.
Medialuneros que buscan, desde ya, cotizar el apoyo.
A la cuenta -siempre alterable- del futuro.
Pero sin quedarse afuera, tampoco, por las dudas, del enamoramiento presupuestario que les impone De Vido a los mini-gobernadores. Con el “compañero” Julián, con La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, y con la chequera selectiva que no admite sutilezas para la clase práctica de ciencia política.
“Si querés obras, si querés guita, pedí por la reelección”.
Y las decenas de mini-gobernadores, por las obras y “por la guita” ya comienzan a admirar los atributos cautivantes de Alicia Kirchner, La Fotocopia.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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