Paro ontológicamente político
Con Nuestra César o con El Charol.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
«Una bocina/ un grito/
a veces una huelga les arruinan el alma».
(Del poema “Los pitucos”, de Mario Benedetti)
Todo paro es ontológicamente político.
O parás o te paran. No hay secretos.
Depende siempre de la ubicación de cada uno ante el gobierno.
Se está de un lado (de Cristina, Nuestra César) o del otro (de Moyano, El Charol).
Una de tres. O se banca el paro y se adhiere. O se lo soporta con resignación. O se comparten las idioteces ejemplares que enuncia Yasky, el Hugo blanco.
O el Abalito, corregido por Nuestra César. Como extrañamente Randazzo, El Ex Killer, Aníbal o D’Elía, repentinamente un pacifista.
En la historia del movimiento obrero, los que se opusieron a los paros, utilizaron, en general, argumentos similares. Nada original.
“Es un chantaje”. “Una extorsión”. “Un apriete”.
Toda medida de fuerza, en el fondo, sirve para apretar.
El chantaje es la manera cotidiana de hacer política en el cristinismo explícito:
“O jugás con Cristina y pedís la re re o para tu distrito no hay ninguna obra”.
Nostalgias de Ubaldini
Los paros gremiales sólo existen en la fragilidad imaginativa de los gobernantes de turno.
Nadie recuerda los motivos de los 13 paros que se le hicieron, oportunamente, a Raúl Alfonsín.
Eran espléndidos pretextos para conmoverse con la emotividad peronista de Saúl Ubaldini.
A mediados de los ochenta, Ubaldini, el convincente sindicalista cervecero, se había transformado en el emblema de la resistencia.
En el último baluarte del peronismo que retrocedía. Ante la avalancha vital del radicalismo triunfante, que lo envolvía.
Ubaldini ponía la imagen, la credibilidad, sobre todo las palabras.
Pero la gente, para aplaudirlo, era movilizada por los grandes gremios.
Los que hoy precisamente no se anotan en la huelga. Por razones políticas. Nunca gremiales.
Los trabajadores, ayer institucionalmente ausentes, son los que responden a Antonio Caló. Es el gremialista oficial que queda desacreditado ante sus pares.
Aunque Caló conserva, a su pesar, la bala de plata.
Habilita la advertencia a Nuestra César:
Cuídese de Caló, del Gitano, del Centauro. Los que empaquetan gobiernos desde el moisés.
Pueden resultar más peligrosos, incluso, que El Charol, Luisito, Micheli o El Pollo.
O.R.
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