Palos Blancos
El Corrup-Tour en El Calafate.
Artículos Nacionales
escribe Serenella Cottani
Corresponsal itinerante,
especial para JorgeAsísDigital
El Calafate
Al testaferro, en la jerga, ahora se lo denomina Palo Blanco.
En Santa Cruz se asiste al desvanecimiento del poder que El Furia (aquí El Lupo) supo construir. Y que la heredera, Nuestra César, invariablemente, dilapida. Sin definirse en «La disyuntiva existencial» (cliquear).
La concepción del Palo Blanco brota desde aquí. Pero llega, misteriosamente, desde Chile.
Las historias de los Palos Blancos comienzan, paradójicamente, a blanquearse. Desde la cesación vital de El Lupo se cuentan sin recato.
Casablanca
En Casablanca, de El Calafate (o en el Café Literario del Shopping El Gnomo).
En El Mónaco o El Británico, de Río Gallegos.
Sensación extraña. Se registra como sospecha. Aquí todos saben, en definitiva, todo. Hasta lo que se debería callar.
El fenómeno excede el marco de la literatura. Con fábulas y trayectorias catastróficamente reales.
Para tratar en otro seminario privado del Portal. La cronista eleva la propuesta, desde la crónica, a la dirección.
A los efectos de explorar el comportamiento del semejante, en un contexto de reconocida corrupción cultural. Popularmente aceptada, con complacencia o resignación.
Las anécdotas recaudatorias, y la personificación identificada de los Palos Blancos, desfilan sin espanto.
Con ostensible admiración. Con un dejo, incluso, de cariño. De inconcebible orgullo.
«El Lupo fue lo que fue, Serenella. Ponga los adjetivos que quiera», confirma la Garganta, en la esquina de Casablanca.
«Pero fue, ante todo, nuestro».
La idea de pertenencia no es trasladable a Nuestra César. Ella es, más bien, resistida.
Tampoco es trasladable a Máximo. (Por quien se siente una estremecedora compasión).
Love story
«No podemos separarnos», le dijo el Palo Blanco.
La mujer quería la mitad de los bienes que le correspondían.
Soplón menor, de pronto el Palo Blanco se hizo titular de alguna línea de micros, que crecía con el desarrollo de la localidad. Para los desplazamientos interprovinciales.
También se hizo cargo de diversas empresas. De terrenos. Disponía, aparte, de un hotel.
La mujer venía harta del marido desde los tiempos románticos de la pobreza. De cuando era un segundón. Un anónimo que invertía en lealtad.
Sin embargo el marido pasó milagrosamente al frente. En cuanto percibió que se consolidaba en la riqueza, la mujer decidió separarse.
«No te puedo dar la mitad de nada», le aclaró el Palo Blanco. «Porque nada de todo lo que figura que tengo, es mío».
Triunfó el amor. La dama se quedó un tiempo más.
Separarse pobre, a su edad, no tenía sentido.
Evaluación moral
Con el silencio, al no habilitarla, ni comunicarle los fundamentos del repentino enriquecimiento, a su modo, El Palo Blanc la cubrió a la mujer.
Le brindó protección a través del desconocimiento.
El estilo alude, en cierto modo, al comportamiento oportunamente señalado de El Furia:
«Mirá que Ella de esto no sabe nada. Si se entera nos mata a los dos».
Mentir, en definitiva, como acto de amor. Aunque la destinataria de la mentira no tenga mayor derecho a esgrimir el desconocimiento protector.
Como sentenció un kirchnerista del primer tipo:
«A Ella le gusta gastarla, sin saber cómo se la junta».
Socializar la corrupción
Por la astucia obsesiva para la recaudación, El Lupo supo forjar la herencia inagotable que se transforma, en el fondo, en la carga de una condena.
Imposible blanquearla.
¿Se desmoronaría, acaso, el mito del Eternauta que construyen?
En peronismo básico, la hipótesis es relativamente discutible.
Conste que, después del 55, los golpistas «libertadores» lanzaron toneladas de infamias sobre Perón. Pero los peronistas ejemplares coreaban:
«Puto y Ladrón/
lo queremos a Perón».
En la región se asiste a la verdadera epidemia de filtraciones.
«Cualquier idiota oculta un millón, tal vez dos, o diez. Nunca cientos, o miles de millones», confirma la Garganta.
Por este camino, la crónica se dispara hacia cualquier parte. La misma Garganta esgrime otra sentencia irritante, para tratar en el seminario.
«En el fondo nadie está contra la corrupción. Todos quieren formar parte de ella. Socializarla».
El Corrup-Tour
Para finalizar, en El Calafate se improvisa, para la cronista, el intensivo Corrup-Tour.
Desfilan los hoteles desérticos de cinco estrellas. Casi no tienen un turista pero cuentan que figuran, contablemente, colmados.
Contienen la significativa utilidad de los Koohinor. «Poderoso el chiquitín».
Impresiona otra construcción gigantesca. Frente al Lago Argentino, que es, antes del deshielo, una pista seca de barro. Estaba destinada a ser un gran shopping. O un hotel con shopping.
La grandiosidad es atribuida a un gran Palo Blanco.
Fueron millones de dólares desperdiciados por el Palo Blanco para la obra concluida que se encuentra, justamente desde hace dos años, abandonada.
Sin nadie. Bella y altiva, entre la desolación.
Serenella Cottani
corresponsal itinerante,
para JorgeAsisDigital.com
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