El Charol y la CGT del comisario
Nuestra César, El Furia Chico, El Comodoro Py y la libanización sindical.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Como todos los protagonistas de esta trama mienten, para aproximarse a la crepitante interna sindical es necesario, de entrada, mentir.
O al menos exagerar. Confirmar que el antagonista de los sindicalistas torpedeados del peronismo, no es, ni de lejos, el «Capital» de la marchita.
Es el temible Comodoro Py. O sea la justicia. Como un fantasma ciego, la justicia siempre asoma, con la balanza y la guadaña, aunque sea correctamente manipulable. Girable.
El fantasma los instiga a situarse, en defensa propia, a «los muchachos», lo más cerca posible de quien puede controlarla. Es decir, el gobierno. Sobre todo si mantiene aún porciones sustanciales del poder. Y si es relativamente peronista, como el actual, aunque naufrague en el «frepasismo tardío».
De manera arbitrariamente unilateral, Nuestra César decidió «romper» con Hugo Moyano, El Charol. Expulsarlo del «modelo», quitárselo de encima, como si fuera el «abrojo prendido» del tango. Despojarle, con notable ingratitud, el control de la Confederación General del Trabajo. La CGT. Sigla y edificio de Azopardo que entran, invariablemente, en disputa judicial. Para sumergirse en el redil del metafórico Comodoro Py.
La ruptura de Nuestra César con El Charol fue estimulada, según nuestras fuentes, por Máximo Kirchner, El Furia Chico. Y por Carlos Zanini, El Ñoño. Y a pesar, sobre todo, del propio Charol. Que no tenía, inicialmente, la menor intención de pelearse y quedar afuera.
Pero el cristinismo lo arrastra a Moyano, con irresponsable perversidad, hacia la oposición.
Cuando lo que hubiera preferido El Charol, según nuestras fuentes, era «arreglar». Sin arrojar, en el vaciadero del CEAMSE, los ocho años de sociedad y colaboracionismo con la causa kirchnerista. Patología que le permitió crecer, a Moyano, mucho más de lo necesario. Para cumplir el ciclo de Frankenstein. Y espantarse, inexplicablemente, del producto creado. Como si nada tuvieran que ver con su construcción.
La cuestión del temor al Comodoro Py se agudizó después que se lo llevaron puesto, por un tiempo, al «compañero Juan José Zanola», el bancario. Y por la menudencia pueril de los medicamentos, presentados como «una mafia». Hoy Zanola se encuentra en relativa libertad. Con la recomendación filosóficamente existencial de quedarse quieto. Para no volver. Adentro.
De todos modos, el Comodoro Py, cada vez más «girado», comenzó a mostrarse implacable después de «lo de José».
De la prisión, a esta altura bastante excesiva, «del compañero José Pedrazza», el ferroviario.
«Si había alguien que disponía de las mejores relaciones con el poder, era José», confirma la Garganta.
«Y ahí lo tenés a José, en una celda, por un muerto que ni siquiera le pertenece».
Y sin una miserable copa de champagne.
El Furia Chico
«Puede no haber sido así, como dice usted, doctor Recalde, pero a mí no me lo sacan de acá», y se tomó la garganta, Máximo Kirchner, al repetir «de acá».
Como si El Furia Chico estuviera atragantado.
«Nadie me saca de acá, doctor, que mi viejo se murió por la pelea con Moyano».
El desborde confesional transcurrió, según nuestras fuentes, en el Barrio Parque. Hacia finales del 2011.
Departamento del diputado Héctor Recalde, el eterno lugarteniente afectivo y judicial de Moyano.
El Furia Chico estaba con dos exponentes de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
Andrés Larroque, El Cuervo, y Mariano Recalde, el vástago del anfitrión. Titular de Aerolíneas Argentinas, la monstruosidad empresarial copada por los eficientes «colocadores».
Recalde padre trataba, explicablemente, de acortar las distancias que se producían entre Nuestra César y El Charol. Pretendía aclarar, con su habilidad para la persuasión, «el malentendido».
Se había tratado, a lo sumo, de una conversación normal. Telefónica. Entre Néstor, El Furia Grande, que se encontraba en El Calafate, y Moyano, desde Buenos Aires.
Entonces El Charol se quería asegurar, según nuestras fuentes, que El Furia no dispusiera el vaciamiento de una reunión banal. Del Consejo del Partido Justicialista. El triste vegetal a la carta. Artefacto meramente electoral preparado a su antojo. Condimentado en la histórica claridad de una oficina de Puerto Madero. Cuando los dirigentes del peronismo de látex sacaban número para arrodillarse ante la entrepierna del poderoso. Para recibir el premio de alguna vocalía.
De todos modos, a El Furia Chico nadie podía sacarle la certeza de la garganta. «De acá».
Como consecuencia de aquella discusión del 26 de octubre de 2010, El Furia padre, pobre, el 27, había explotado.
La libanización y el Artículo 161
El programado «malentendido» produjo la libanización conceptual de la CGT. Otra división, para sumar a la «Central de Luisito» (Barrionuevo), y a las dos traicionadas CTA. La del «Hugo Blanco», el maestro Yasky, y la de Micheli (ampliaremos).
En adelante para Nuestra César, frontalmente, El Charol se pasó a la oposición.
Y el fervor inteligente de la paranoia cristinista induce a descontar notorios alineamientos. Conspiraciones tenebrosas.
Significa adherir a la idea extendida. El Charol pasó a confabularse con Héctor Magnetto, el enemigo oficial.
Y que ambos planifican, con otros sectores detectados, como objetivo de máxima, cargarse, al gobierno, antes del 7 de diciembre de 2012.
Cuando La Ley AntiClarín entre en vigencia con el rigor del artículo 161. Y el Grupo Clarín deba someterse al festín legal de «la desinversión».
«El Desarmadero», como en la novela de Federico Moreyra. La otra libanización. La del Grupo Clarín.
Y para atemperar semejantes delirios nada puede intentar, según nuestras fuentes, el doctor Recalde. Pese al reconocido ingenio que lo caracteriza.
Arreglar
El Charol hubiera querido «arreglar». A los efectos de aplacar, sobre todo, la ira del Comodoro Py.
Mientras tanto, Moyano se divierte al percibir las sorprendentes dificultades que mantienen sus enemigos temporarios. Para «arreglar» con Nuestra César.
Descuenta tal vez que Antonio Caló, El Elegido, cae en la jactancia intelectual de dudar (teoría del pensador positivista Aldo Rico).
Caló prefiere quedarse, según nuestras fuentes, con la placidez de la caja de la Unión Obrera Metalúrgica. Un destino menos traumático que quedar estampillado como titular de «la CGT del comisario».
Por su parte Omar Viviani, el «enemigo más querido», es también, según las Gargantas, el preferido de Charol.
Por la certeza de controlarlo. Dominarlo, de taquito. Pero Viviani dista de ser también del gusto elaborado de Nuestra César. Ella toma agua Nestlé, nunca «de la canilla». Significa confirmar que Nuestra César prefiere, en realidad, un perfil elegante, como el de Andrés Rodríguez, El Centauro.
Culto, informado, blanco. Pero El Centauro mantiene el peor defecto que lo acota. Ser de Unión Personal Civil de la Nación. UPCN. Representar a los empleados del Estado.
Y cuesta hacer oficialismo cuando el Estado es, precisamente, el empleador.
Oscar Lezcano, el más experto, el Gordo emblemáticamente sabio, se auto-proscribe para la nominación.
Como José Luis Lingeri, el infaltable tripulante del Tango, sea menemista o kirchnerista. Nunca importa el piloto, lo importante es volar. Estar siempre «adentro».
O Armando Cavalieri, El Gitano, que para Nuestra César tiene el magnífico atributo, tal vez el único. Ser el más grande enemigo de Charol.
«Pero no podés comparar la fuerza de un camionero con la dulce empleada del shopping», ironiza otra Garganta.
El preferido real de Nuestra César era Gerardo Martínez, que es apoyado, aún, por la misteriosa «Embajada».
No hay otra embajada que valga más. Es la única. Martínez supo cultivar, con astucia, la imagen de progresista que enturbia hoy su pasado. Al representar y dignificar a los «albañiles que se caían de los andamios».
Pero de ser Media Cuchara, Martínez pasó a ser apodado El Agente Mansilla. Del 601.
A Martínez-Mansilla lo volteó Clarín. Por un motivo imperdonable para la digestión lenta de Página 12, y de Miradas al Sur.
«Es injusto, Rocamora», confirma el irónico.
«Una vez que se demuestra que alguno de los nuestros tuvo, alguna vez, un laburo, como Mansilla, se lo condena. No hay derecho».
Uñas indelebles
La borrada diplomática de Caló indica su reticencia en quedar tan pegado.
A los anticharolistas no les queda otra alternativa que Héctor Daer, El Turquito de Sanidad.
O mirar, con mayor seriedad, hacia Ricardo Pignanelli, de Smata. Es el confiable para los Gordos más emblemáticos, que se hartaron de esperar a Caló.
«Caló se cree Riquelme».
Pignanelli, el mecánico, sabe explotar también, aunque no sea morocho, el «encanto de la negritud». Lo trata con cierta indiferencia a Comodoro Py. Y supo alguna vez «ensuciarse las manos».
Lo demuestra, sin ir más lejos, con las huellas indelebles de sus uñas.
A esta altura puede asegurarse que, si Caló no se redime en su regreso, Pignanelli es «el favorito» para quedarse con la conducción de la CGT del comisario.
Pero como los muchachos queribles mienten tanto, en cualquier momento lo van a nominar a Daer. Como lo nominaron, una vez, a su hermano Rodolfo. Cuando en medio de la negociación se fue a orinar y al volver era, inesperadamente, el Secretario General.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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